En 2014, el jugador de fútbol Alexis Zárate violó a Giuliana Peralta. Más de tres años después y luego de la estigmatización social, mediática y judicial que sufrieron Giuliana y su familia, Zárate fue finalmente condenado a seis años y medio de prisión. ¿Por qué el caso evidencia la condena que pesa sobre a las mujeres a la hora de denunciar las violencias? (Foto de portada: Gustavo Yuste)
En el día de ayer, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 1 de Lomas de Zamora condenó al futbolista Alexis Zárate a seis años y medio de prisión por “abuso sexual con acceso carnal” cometido en 2014 contra Giuliana Peralta, novia de uno de sus compañeros de plantel y amigo, en un departamento de Wilde que compartían los jugadores. Tal como relata Página 12/, por decisión del juez Nicolás Plo, Zárate continuará en libertad hasta que la sentencia quede firme. Al contrario de como había, solicitado la querella, tampoco se abrirá una causa para investigar por falso testimonio a Martín Benitez y Nicolás Pérez, otros dos jugadores que encubrieron al futbolista y habían intentado evitar que Giuliana realizara la denuncia cuando fue violada.
Cuando logró salir de la casa, los futbolistas trataron de disuadirla para que no contara lo ocurrido. «Por favor no hagas la denuncia, hablé con él. Golpealo todo lo que quieras pero no hagas la denuncia que nos cagás la carrera», le dijo Benítez en un mensaje de texto.
El 16 de marzo de 14, Giuliana Peralta y su novio, Martín Benítez, se quedaron a dormir en el departamento de uno de sus amigos, Nicolás Pérez. Junto a Alexis Zárate, los tres jugaban en el club Independiente. De acuerdo a lo relatado por Cosecha Roja, ese día, Giuliana se despertó con Zárate encima suyo: el jugador de fútbol la aprisionó para que no se moviera y la violó. Ella gritó, pero ni Benítez ni Pérez reaccionaron. Cuando logró salir de la casa, trataron de disuadirla para que no contara lo ocurrido. «Por favor no hagas la denuncia, hablé con él. Golpealo todo lo que quieras pero no hagas la denuncia que nos cagás la carrera», le dijo Benítez en un mensaje de texto.
A pesar de los intentos de los futbolistas de encubrir la violación, Giuliana, que en ese momento tenía 19 años, realizó la denuncia. Desde ese momento, tuvo que enfrentar la estigmatización a la que la sociedad y los medios de comunicación la expusieron, como suele suceder con las mujeres que deciden no callar los abusos y gritar contra el machismo que las revictimiza y ponen en duda su palabra. La señalaron con el dedo, la acusaron de «buscar fama», y de inventarlo todo. Para el juez de garantías, Luis Carzoglio – cuyo hijo era vocal de Independiente – no fueron suficientes ni las palabras de Giuliana ni las pericias que las respaldaron. Consideró que se trató de una relación sexual consentida y que no había pruebas para detener a Zárate.
Giuliana Peralta tuvo que enfrentar la estigmatización a la que la sociedad y los medios de comunicación la expusieron, como suele suceder con las mujeres que deciden no callar los abusos y gritar contra el machismo que las revictimiza y ponen en duda su palabra.
El fallo de Carzoglio, no sólo desestimó las palabras de Giuliana, sino que la culpabilizó a ella y a su familia. En su resolución habló de «el contexto en el que sucedieron los hechos, trasuntado a través de una juventud carente de formación y contención, rodeada muchas veces de promiscuidad, con la más ausencia total de necesarios controles por parte de los responsables de esa juventud (familia, entidades deportivas, instituciones del estado)». Esto dejó demostrado cómo el machismo se extiende en el ámbito judicial donde las palabras de las mujeres no tienen valor. El aparato estatal probó, una vez más, ser profundamente machista, al descalificar las denuncias y al revictimizar con sus dudas, sus prejuicios, sus condenas y su inacción.
En una entrevista para C5N, el abogado penalista, José Luis Ferrari, realizó una serie de declaraciones que van en línea con la condena social que apunta contra la mujer: «Estas situaciones se producen en el marco de menores que carecen de control por parte de los padres en el marco de promiscuidad. (…). Si fuera mi hija no duerme en un departamento con tres caballeros. (…) Evidentemente fue una relación consensuada, no hay lesiones genitales, marca o violencia que pueda dar veracidad a lo que dice la chica. (…) Las jóvenes argentinas quieren ser como Wanda Nara e irse de shopping al exterior».
El aparato estatal probó, una vez más, ser profundamente machista, al descalificar las denuncias y al revictimizar con sus dudas, sus prejuicios, sus condenas y su inacción.
De acuerdo a lo relatado en Cosecha Roja, la abogada de Giuliana, Raquel Hermida tomó el caso un año y medio después de ocurrida la violación, en agosto de 2015: “Tuve que desparalizar el expediente porque estaba muerto. ¿Qué es lo que trataban de ocultar? ¿Qué es lo que trata de hacer cada uno de los grupos económicos o políticos importantes sobre nuestra justicia? Esto viene encubriéndose desde antes, viene tapándose desde otros tantos jugadores de fútbol que fueron encubiertos en la liga. No es un juicio contra el fútbol si no contra quienes pretenden ejercer poder sobre la justicia”, declaró.
Casos como el de Giuliana Peralta pone en evidencia todo lo que aún falta desnaturalizar en una sociedad en la que el discurso machista continúa culpando a la mujer por ser tratada como un objeto, pero también demuestra parte del camino andado, al dejar en claro que silenciar los abusos no es una opción.
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