La reciente reedición de Gravedad (Interzona, 2017) de Sergio Bizzio, pone de vuelta en escena una pieza teatral con la marca propia del reconocido autor: el humor, la poesía y la agilidad de los diálogos conviven a lo largo de todo el libro. «Mientras más dramático es lo que escribo, más cómico parece. Antes trataba de resistirme, ahora ya estoy entregado», afirma en esa dirección, aunque señala que nunca se «preocupó por la cuestión del estilo». ¿Qué es lo que hace que un texto tome una forma y no otra?
Sobre el autor
Sergio Bizzio nació en Ramallo, provincia de Buenos Aires, en 1956). Es novelista, dramaturgo, poeta, guionista y director de cine.Publicó las colecciones de poemas Gran salón con piano (1982), Mínimo figurado (1990), Realidad (2009), Aiwa (2009) y el libro de relatos Chicos(2004), entre otros. Es autor de las obras de teatro Gravedad (1996), La china (1997) y El amor(1997), las dos últimas en colaboración con Daniel Guebel, con quien también escribió la novela El día feliz de Charlie Feiling (2006). Varias de sus novelas y relatos fueron adaptadas para el cine en Argentina, España y Francia. Sus textos fueron traducidos a diversos idiomas.
«Lo distinto que está uno»
El infinito también puede ser un encierro y eso queda más que claro en Gravedad (Interzona, 2017) de Sergio Bizzio. La obra de teatro, originalmente publicada en 1996, muestra una de las primeras obras del reconocido autor adaptada para una representación y ya lleva consigo varios de los elementos que hacen reconocible a la obra de Bizzio: el humor, el rol central de los detalles y un lenguaje poético que convive con la agilidad de la historia y los diálogos propuestos.
En esa dirección, es la propia escritura de Bizzio lo que hace que una obra de teatro en formato libro -quizás el género menos codiciado dentro del mundo editorial- pueda salir a disputar un lugar en las librerías y en la prensa cultural. Gracias a los recursos utilizados por el autor, Gravedad puede ser leído en diferentes claves: la performática, la poética o la narrativa.
Tres astronautas en una nave espacial son el puntapié inicial para que el infinito de posibilidades surja, pero en esa amplitud se esconde una trampa recurrente en la obra de Bizzio: el encierro. Aún en el espacio y sus fronteras inexistentes, los personajes son presos de sí mismos y de sus consecuencias. De esa manera, el amor, los recuerdos, la venganza y la ironía son armas letales que atacan a los viajeros espaciales desde adentro del casco. 21 años después de su primera aparición, Gravedad tiene mucho para decir. En esa dirección, no son pocos los que la consideran y sospechan a este libro como una condición de producción de la taquillera Gravity (2013) de Alfonso Cuarón.
Una sola vez en mi vida empecé a escribir algo que creía que iba a ser una obra de teatro y terminó siendo una novela. En cada idea parece haber una fuerza que decide su dirección, más allá de mis intenciones.
— ¿Qué sensaciones te produce que Gravedad se reedite 21 años después?
— Está bueno que se reedite un libro que uno escribió hace tanto tiempo, porque eso habla bien del libro. ¿Sensaciones? Lo distinto que está uno.
— A pesar del paso del tiempo, Gravedad es una obra que mantiene una frescura y vitalidad muy notorias, ¿Qué opinás al respecto?
— Lo mismo que te decía antes. Abro la puerta y me encuentro con alguien al que no veo desde hace mucho tiempo y siento que el que ha cambiado soy yo, no él.
— En Gravedad hay una centralidad de la idea del encierro: ya sea dentro de un lugar cerrado como la nave espacial o como la infinitud del espacio. El encierro también es algo que aparece a lo largo de otras producciones tuyas. ¿Qué te motoriza a escribir sobre eso?
— Me lo pregunté muchas veces, casi tantas como me lo han preguntado a mí. Pero no di nunca con una respuesta satisfactoria. A lo mejor es el resultado de la combinación de dos de mis escritores favoritos, Kafka y Flann O’Brien, aunque este último no haya escrito nunca nada ligado al encierro. Sigue el misterio.
Mientras más dramático es lo que escribo, más cómico parece. Antes trataba de resistirme, ahora ya estoy entregado. Sale así.
— Otro factor clave para ver tu obra es la suerte de zoom que hacés a partir de ciertos detalles. En Gravedad, por ejemplo, se puede ver a partir de gestos y palabras de los protagonistas. ¿Creés que los detalles hacen la diferencia en un relato?
— Los detalles son los que le dan vida a un relato. Son como los adjetivos de una acción, siempre y cuando uno los maneje con cuidado. Como decía Huidobro: “El adjetivo que no da vida, mata”.
— ¿Cómo trabajás con el humor dentro de tus obras? ¿Es algo que te sale de manera natural o lo trabajás de forma premeditada?
— Se me impone. Mientras más dramático es lo que escribo, más cómico parece. Antes trataba de resistirme, ahora ya estoy entregado. Sale así.
Nunca me preocupó mucho el asunto del estilo. Yo vengo de todas partes, de todas las cosas que me gustaron o con las que hice contacto a lo largo de mi vida, que son muchas
— En anteriores entrevistas señalaste que te gusta bastante corregir lo que escribís. ¿Es esa instancia donde aparece lo mejor del estilo personal?
— No sé, nunca me preocupó mucho el asunto del estilo. Yo vengo de todas partes, de todas las cosas que me gustaron o con las que hice contacto a lo largo de mi vida, que son muchas, Kafka, Osvaldo Lamborghini, Dipi Di Paola, Flann O´Brian, el surrealismo, las historietas, Vallejo, son muchísimas, por suerte, y aparecen en mis novelas por todos lados. Yo soy un agente libre, como decía Bowie.
— Tanto en tu faceta de dramaturgo y poeta, ¿por qué pensás que ambos géneros corren con desventaja en el mundo editorial?
—Supongo que porque la poesía no se vende, y ni hablar del teatro, que como texto tiene al menos el salvoconducto de la representación. Es lo que mencionás como “mundo editorial”: una cuestión de mercado. Pero algunas editoriales resisten. La editorial Mansalva publica libros de poesía, la editorial Interzona publica una colección de teatro.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #1 Fabián Casas: “La mejor poesía está siempre en estado de incertidumbre”)
— Teniendo en cuenta tu producción en distintos formatos: libros,películas, obras de teatro, ¿en qué momento definís el formato con el que vas a contar una historia?
— Yo escribo novelas, así que empiezo siempre en prosa. De ahí puede resultar un relato o un cuento breve, pero nunca una obra de teatro o un guión. Una sola vez en mi vida empecé a escribir algo que creía que iba a ser una obra de teatro y terminó siendo una novela. En cada idea parece haber una fuerza que decide su dirección, más allá de mis intenciones. En cuanto a los guiones que escribo, y que son principalmente guiones de cine, lo hago a pedido, por contrato, es decir que no hay casi ninguna posibilidad de que un guión se convierta en una novela. Excepto que esté escribiendo un diálogo y de pronto se me ocurra El Quijote, claro.
— ¿Qué panorama tenés de la literatura argentina contemporánea?
— Me gusta mucho Pablo Katchadjian, la poesía de Fernanda Laguna, los poemas dictados de Francisco Garamona, las historias retorcidas de Lucía Puenzo, la sensibilidad de Mauro Libertella, la agudeza de Daniel Guebel… Pero bueno, aquí ya nos vamos a mi generación.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #18 – Fernanda Laguna: “Leyendo poesía no te vas a cagar de la risa”)
— Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que se está acercando a la escritura por primera vez?
— Leer. Para poner afuera, primero hay que poner adentro.
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