Plano de evacuación (Modesto Rimba, 2017) de Ianina Lois, es una novela corta en la que el formato sirve para ir a lo concreto sin que nada sobre. Pero es también una historia para ser leída entre líneas. La singularidad se esconde detrás de lo que parece común y cotidiano, como recordando que lo general y lo específico son dos caras de la misma moneda.
Por Tamara Grosso*
Sobre la autora
Ianina Lois es comunicadora social, profesora e investigadora en la UBA y la UMET. Es Magister en género y Doctora en Sociología. Coordina el Departamento de Comunicación del Centro Cultural de la Cooperación. Trabaja con organizaciones sociales y de derechos humanos. Publicó artículos en libros y revistas académicas y especializadas. Plano de evacuación es su primer trabajo literario.
Lo que esconde la calma
Ana atraviesa la ciudad, que, a su vez, no puede hacer otra cosa que atravesarla a ella. La protagonista de Plano de Evacuación (Modesto Rimba, 2017), de Ianina Lois, es una mujer idealista y que desea: ni la burocracia de su trabajo en una institución pública, ni la rutina, ni el agobio de la ciudad, pueden aplacar lo que se gesta tras una calma aparente.
Recuerda Ana que una vez Buenos Aires se inundó, y el padre de un compañerito, que los llevaba al colegio, insistió en llegar igual a destino, arriesgándose a que la avenida Juan B Justo convertida en río se llevara el auto. ¿Por qué llegar a la escuela o al trabajo puede parecernos en un momento más importante que mantenernos a salvo? Esa escena puede entenderse como una metáfora, no solo de la vida del personaje, sino de la existencia urbana.
La autora intercala con agilidad la historia presente, que avanza implacable, con los recuerdos y las reflexiones de Ana, que conforman el retrato del personaje; que es quizás lo más interesante de la novela. Los capítulos narran pero sobre todo describen un mundo, el interior.
Ana corre: el principio de la novela es un anticipo de que algo sucederá, y el resto es volver atrás en los pasos de la protagonista hasta saber lo que pasó. La expectativa hace avanzar la narración, pero es en el detalle, en las escenas cotidianas, los diálogos con las amigas, los mails que nadie más debería leer, en donde está la mayor fuerza de la historia.
Una vez que el hecho que desencadenó la historia queda revelado, el lector puede quedarse con la satisfactoria sensación de que el deseo o los pensamientos, o tal vez las palabras, tienen la fuerza suficiente para torcer las fuerzas de todo lo que se impone: de la burocracia, de una ciudad, de un hombre con poder que se impone. Esta novela es un recordatorio de la resistencia que puede existir en los gestos pequeños o en el pensamiento mismo.
