¿Qué es una nercia? Los 20 textos que forman Necias y nercias (Modesto Rimba, 2017) de Ana Ojeda invitan constantemente a descubrir el significado de palabras inventadas o reubicadas; y a encontrar el placer de una historia en la forma del texto. El cómo se dice resalta sobre el qué, pero sin descuidar este último. Además de un trabajo creativo y hábil con el lenguaje, cada historia tiene un núcleo sensible al que vale la pena llegar.
Por Tamara Grosso*
Sobre la autora
Ana Ojeda nació en Boedo en 1979. Publicó tres novelas: «Modos de asedio» (2007), «Falso contacto» (2012) y «No es lo que pensás. Sobre la imposibilidad de viajar» (2015); dos libros de cuentos: «Necias y nercias» (2017) y «La invención de lo cotidiano» (2013); y otros dos de poemas en prosa: «Motivos particulares» (2013) y «Gorgoritos» (2016). Participó con relatos en las antologías «LibroVivo» (2012), «Antología Outsider 3: Cuento raro» (2012), «Paganos» (2014), «La frontera durante (2014), «La mano que mece» (2015) y «Taco aguja» (2016). Tradujo varios libros, entre ellos «Una tempestad», de Aimé Césaire.
El lenguaje como experimento
Para permitirse jugar con el lenguaje, transformarlo, usar las palabras donde no se supone que tengan que ir, hay que conocerlo muy bien. En Necias y nercias, de Ana Ojeda, la creatividad con la que se trabaja la forma en la narrativa dejar ver lo amplias que son las posibilidades del lenguaje si el autor se permite estirarlo, retorcerlo o jugar con él en cualquier sentido.
Los 20 cuentos que conforman el libro se dividen en tres partes, cada una de ellas compuesta por cinco relatos y una “nercia”, y están acompañados por un “prefurcio” y una “postfarsa”. La lectura es una propuesta a aceptar códigos propios del texto, modos inventados especialmente para que estas historias sean contadas de una forma en particular.
Una de las constantes en el texto es el recurso de extrañamiento: puede costar acostumbrarse, pero cuando se acepta ese pacto, cada cuento puede leerse como una manera completamente renovada de hablar de temas universales como la muerte, la vida y el amor.
Cada uno de los textos está marcado por la experimentación estilística, pero además, eso no impide que el libro tenga también un costado político. Una reflexión constante sobre el espacio y la voz de la mujer, que va cobrando más “protagonismo” (como el título de uno de los textos) en cada parte, y que se termina explicitando en la “postfarsa” o epílogo.
Uno de los puntos que puede destacarse es la manera particular de construir personajes a partir de imágenes contundentes. Uno de ellos es una abuela recurrente, muy anciana y en estado vegetativo que aparece en varios de los cuentos, siempre iluminada por un nuevo punto de vista, o con un nuevo detalle para destacar: los relatos sobre la abuela son quizás el ejemplo más claro de cómo el modo de contar puede primar por sobre lo que se cuenta.
Cada relato, con una creatividad que no tiene miedo a caer en el absurdo y que se permite ir de lo dramático a lo cómico, es como un pequeño experimento que se permite jugar con una historia, torcerla hasta llevarla al límite.