La novela Cuando deje de llover (Modesto Rimba, 2017) de Adriana Romano cuenta el regreso de Mariana, una exiliada política de la dictadura cívico militar, a La Milagrosa, la estancia en la provincia de Buenos Aires en la que vivió su niñez. Su vuelta coincide con la de la democracia, y mientras salen a la luz las verdades sobre lo que ocurrió durante esos años en el país, también afloran los secretos de su familia.
Por Tamara Grosso
Sobre la autora
Adriana Romano nació en 9 de Julio, provincia de Buenos Aires. Es graduada en Letras, escritora, guionista y periodista. Coordina talleres de escritura, lectura y creatividad. También suele dirigir talleres en el exterior del país. Colaboró con las revistas Ñ, Buen Destino y Clubs & Countries de Argentina y GEO de España. Dirige el proyecto “Yo te cuento Buenos Aires” de la Legislatura porteña. Compiló antologías, ganó el premio Biblioteca Nacional y Metrovías y fue finalista en 1998 del Primer Premio Clarín con esta novela.
La narrativa del exilio desde el reencuentro
Cuando deje de llover (Modesto Rimba, 2017) de Adriana Romano es una novela que ronda los sucesos oscuros ocurridos en la última dictadura cívico militar en Argentina. Pero a diferencia de otras, no se sitúa en el centro de los acontecimientos, ni en su reconstrucción después de mucho tiempo, sino en un después inmediato. La historia comienza cuando la democracia recién vuelve a instalarse en el país, y con ella regresa Mariana, la protagonista.
La trama avanza alternando temporalidades: la infancia de Mariana, con una madre muerta en circunstancias no muy claras; su adolescencia y juventud en Buenos Aires, que revelan las razones de su exilio, y su regreso, que le trae un difícil reencuentro con su padre, siempre severo y ahora enfermo, y la tarea de reconstruir una historia propia, enfrentándose a verdades que siempre estuvieron ahí pero en las que no siempre se atrevió a indagar.
En otro plano, como latente, está también la historia de los años en el exilio. Pero esa trama apenas se deja ver, como si los años de la protagonista en París fueran parte de otra vida, o como si lo central en ellos hubiera sido esperar el regreso. Quizás esa sea la mejor manera de retratar el viaje de alguien que no se fue por opción propia.
La escritura es ágil pero precisa: uno de los mejores ejemplos es el lenguaje utilizado para describir las escenas en el campo, que dejan ver un esfuerzo por dar con las palabras justas para lograr imágenes potentes, incluso en momentos de crudeza y fuerza narrativa, como cuando el río amenaza -y cumple- con llevarse todo a su alrededor.
El libro mantiene al lector atrapado desde el principio y hasta que todos los hilos narrativos terminan de cerrarse, en un desenlace agridulce y que probablemente no sea del todo el esperado. Es el tipo de novela que no deja indiferente a quién termina de leerla, sino que modifica al lector, como una lluvia intensa y prolongada modifica el terreno.