En Borrega de Paula Daverio (Modesto Rimba, 2017), cada poema puede leerse dos veces: en sí mismo, apreciando cada imagen y detalle, y como parte del todo que forma el libro, en el que vuelven a resignificarse. La autora demuestra que lo bello puede encontrarse en donde no se lo espera, y para eso se anima a jugar con los límites de lo que quizás se cree que se puede llegar a decir en un poema.
Por Tamara Grosso*
Sobre la autora
Paula Daverio nació en Avellaneda en 1982. Estudió periodismo y estudia profesorado en Lengua y Literatura; actualmente se dedica a la docencia orientada a adolescentes y adultos. Cursó talleres con María Malusardi, Iosi Havillio, Macarena Moraña y Bea Lunai. Coordinó talleres de escritura en el barrio La Cava y fue ayudante en el seminario de Literatura Infantil que dirige Mirta Gloria Fernández en la UBA. Tiene una columna de literatura en Bordeline Radio Show, y organiza ciclos de lectura. Borrega es su primer libro de Poemas.
Lo sucio y lo bello
«El gato del ojo podrido se revuelca sobre la mierda de la vereda / y parece pedir mimos y yo creo que encontré la belleza de esta noche.» Esos dos versos podrían, quizás, resumir todo el libro de Paula Daverio: La autora busca -y encuentra- la belleza en lo sucio, lo podrido, lo simple, lo que de otro modo pasaría desapercibido. En los animales callejeros, las arañas, el polvo, los pájaros muertos. Como si quisiera demostrar que todo lo feo, en conjunto, encierra la belleza más grande.
Los poemas de Borrega están hilados con ingenio, de modo que el libro es mucho más que la suma de sus partes: en el todo, cada uno cobra un nuevo sentido. Por eso, es un libro que puede leerse varias veces y cada una de ellas volver a disfrutarse, encontrando algo nuevo en el mismo texto.
Cada imagen encierra, además, algún tipo de revelación que se puede leer entre líneas: «Mirar las hojas secas sobre la vereda me duele un colibrí. Mueren con la dignidad de las mariposas», comienza uno de los poemas. Con ese estilo directo, Daverio logra crear imágenes impactantes que no son fáciles de olvidar, y que pueden volver algunos poemas después para regalarnos un remate inesperado: «y si miro fijamente un colibrí / es posible que lo mate de franqueza».
Sin embargo, en algunos poemas también se permite un juego sutil, que crea imágenes imposibles y bellas: «vi mi sombra bailando con mis amigas / quise tomarle la mano / dejó de moverse y rompió en llanto». Detrás de esas imágenes y del contraste entre lo bello y lo burdo o crudo, Borrega es también una reflexión: sobre la amistad, la familia, y también sobre la soledad que puede encontrarse en lo cotidiano. Un libro muy fácil de disfrutar, y que deja con ganas de leerlo una vez más, para seguir encontrando en él esos detalles que, como en las escenas cotidianas, se aprecian mejor cuando se miran con detenimiento.