El poemario El sueño de Sara Singer (Caleta Olivia, 2017) de Laura García del Castaño propone un delicado uso de las imágenes y un puntualidad más que importante a la hora de las metáforas. Con un registro intrigante, como quien relata un sueño del que no se está completamente seguro su significado, o hasta si realmente ocurrió, estos poemas están contados de manera hipnótica, logrando que ese efecto llegue hasta el lector.
Sobre la autora
Laura García del Castaño nació en 1979 en Córdoba. Ha publicado varios libros de poesía, entre los que se cuentan Los demonios del mar, El sueño de Sara Singer, El grito, La vida en que sueñas y El animal no domesticado.
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La hipnosis de la poesía
Hay algo intrigante en la poesía que la vuelve tan irresistible para algunos escritores y lectores, al igual que otra parte no logra terminar de conectar con ese género literario. El sueño de Sara Singer (Caleta Olivia, 2017) de Laura García del Castaño es un claro ejemplo de esa dualidad: con un lenguaje cargado de imágenes y una puntualidad en el uso de las metáforas, la hipnosis propuesta a lo largo del libro parece saber de antemano quién va a ser su víctima y quién no.
Con un gran número de referencias culturales, la autora no se detiene simplemente en ese recurso que pudiera llegar a ser efectivo (y hasta efectista, si no se usa de manera correcta), para apostar en un lenguaje depurado, el cual hace pensar en dos posibilidades: una larga reflexión antes de escribir o una suerte de hipnosis a la hora de llevar un verso al papel. Puede leerse, por ejemplo: «Fui el vaso con agua después del sueño terrorífico de una niña». O también: «Yo fui la muerte en un film de Woody Allen/ una taza de porcelana/ el infierno de mi padre/ el torturador de mi madre».
La presencia de imágenes a lo largo de los poemas de El sueño de Sara Singer es el pilar principal donde se sostiene, de forma firme y resistente, los poemas de la autora. Hay una precisión casi fotográfica, donde con solo un disparo se puede dar cuenta de un detalle o una sensación. En ese sentido, escribe: «Soy planta acariciada por la niebla»; «Mi paz brilla como el hacha de Lizzie Borden/ Mi voluntad se ha quebrado al ras, como su mango».
Pequeñas historias se van relatando en cada poema, que a su vez se interconectan entre sí a lo largo del poemario como sueños que se tienen durante una larga noche. Hay en la precisión de Laura García del Castaño una aparente frialdad que logra engañar al lector, para luego caer en la hipnosis propuesta. Un lenguaje potente y arreglado a la vez, atento a las sutilezas, hace que este sea un poemario que debe leerse más de una vez. No porque sea de difícil comprensión, sino para volver a disfrutarlo.