Los diez cuentos que integran Hojas que caen sobre otras hojas (Conejos, 2017), de Miguel Sardegna, tienen a Japón como protagonista, pero sin cubrirlo de un velo de excentricidad, así como tampoco se centra en el costado turístico del país asiático. De esa manera, las historias que tienen lugar son tan cercanas como inquietantes, gracias a la precisión y fluidez del autor, por lo que Japón se muestra como un terreno cercano a pesar de los miles de kilómetros de distancia
Sobre el autor
Miguel Sargdegna nació en Buenos -aires en 1978. Publicó el libro de cuentos Horario de oficina en la colección «Exposición de la actual narrativa rioplatense», en 2013. Su novela Los años tristes de Kawabata obtuvo la Primera Mención en el Premio Clarín de Novela 2016. Por su libro Cenizas y otros cuentos, le otorgaron el Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires en la categoría libro de cuentos inédito, bienio 2010-2011.
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Japón como un paisaje habitual
¿Cómo evitar de cubrir un tono excéntrico aquello que nos resulta lejano? Los diez cuentos que componen el libro Hojas que caen sobre otras hojas (Conejos, 2017), de Miguel Sardegna, ofrecen un Japón próximo y familiar pese a la distancia y los mitos que rodean al país asiático. El estilo fluido y amigable del autor ayudan a esa experiencia, donde el lector puede vivir como propias experiencias tan distantes, a priori, de su propia realidad.
En esa dirección, las oraciones punzantes y concisas de Sardegna hacen recordar a la terrible potencia de los haikus japoneses, así como también a los detalles que pueden encontrarse en los abanicos o porcelanas del país asiático: concentrar en poco espacio todas las posibilidades de la belleza. Por ejemplo, puede leerse: «Tal vez sea verdad que la poesía vence al tiempo y a la muerte. Me gustaría creerlo».
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Uno de los rasgos característicos de Hojas que caen sobre otras hojas de Miguel Sardegna es la continuidad de algunos personajes en sus relatos, situándolos en distintas posiciones y escenarios para comprender la complejidad que poseen. En esa misma dirección, el estilo del autor posee un hechizo en el lector: hacer parecer propias historias que transcurren en Japón al mismo tiempo que los cuentos que tienen a Argentina de escenario logran resultar de los más misteriosos.
En relación a eso, puede leerse sobre el final de un relato que tiene lugar en un bar de Palermo, un final tan abierto como intrigante: «No se trata de suerte. Ojalá se hubiese tratado se eso.» O también, en medio del cuento «Declinación y belleza», que cierra el libro, el lector se encuentra con la siguiente frase dicha en un lejano pueblo nipón: «Así como el agua no escoge dirección alguna, del mismo modo la katana debe seguir al oponente, adaptarse al curso de la batalla».
De esta manera, Hojas que caen sobre otras hojas invita al lector a acercarse a la cultura japonesa sin ninguna cámara en mano, incitando a que los ojos se centren en detalles que solo son capaces de habitar en un ambiente tan frágil y hermético como la memoria. Después de todo, a veces no hace falta moverse para sentirse un extraño y Sardegna logra generar esa incomodidad: ¿el hogar es lo que habitamos o lo que no conocemos? ¿Puede una luna flotando en el agua ser más bella que todo lo que vivimos? El lector, como siempre, es quien tiene la respuesta final.