Durante las últimas semanas, las organizaciones “Acciones Feministas”, de la ciudad de Bahía Blanca, y Mujeres Autoconvocadas de Punta Alta, recibieron cientos de mensajes misóginos, incluyendo amenazas de violación y muerte. Las agresiones se originaron luego de que los colectivos de mujeres pidieran que se cancelaran las fechas programadas del show del humorista José Carlos Guridi, mejor conocido como “Yayo”, en Bahía Blanca y Punta Alta, denunciando la violencia simbólica de su contenido. ¿Qué es lo que lleva a incitar la violencia? (Foto: Exitoina – Perfil)
A principios del mes de julio, las organizaciones Acciones Feministas, de Bahía Blanca, y Mujeres Autoconvocadas de Punta Alta, difundieron un comunicado en el que solicitaron a la Municipalidad que se cancelaran los espectáculos que el humorista “Yayo” Guridi tenía programados en dichas ciudades. Luego de denunciar los “estereotipos violentos de género, con expresiones degradantes y altamente sexistas” que contiene su show, lograron que la productora Daniel Volpe y Asociados Espectáculo y el Teatro Don Bosco suspendieran las funciones.
A partir de ese momento, ambos colectivos de mujeres comenzaron a recibir, a través de redes sociales, un sinfín de mensajes violentos y amenazas de violación y muerte, por parte de defensores del humorista.
A partir de ese momento, ambos colectivos de mujeres comenzaron a recibir, a través de redes sociales, un sinfín de mensajes violentos y amenazas de violación y muerte, por parte de defensores del humorista. “Ojala violen a todas las admins pubertas de esta página, después las lleven en un saco al ceamse a lo Ángeles Rawson y las trituren por ahí”, “Las vamos a matar a todas mujeres de mierda”, “El hombre manda carajo. Ustedes no son una mierda y si se siguen haciendo las histéricas potentes y siguen basureando al hombre se van a topar con una inmensa masa de hombres que las hagan mierda”.
Estos fueron solo algunas de las innumerables frases que formaron parte de una reacción machista y violenta, arraigada en la estructura más profunda de nuestra sociedad, y que sale a la superficie siempre que los privilegios del hombre se ven amenazados por la militancia feminista. Las agresiones vinieron acompañadas de quienes calificaron la denuncia de “censura” y de un ataque al “humor” que es visto como un aparente capricho injustificable, por el hecho de ser parte de un espectáculo ya instaurado que el comediante viene realizando desde hace tiempo. “Yayo hace su show hace 20 años», se quejan en comentarios del Facebook de Acciones Feministas.
Estos fueron solo algunas de las innumerables frases que formaron parte de una reacción machista y violenta, arraigada en la estructura más profunda de nuestra sociedad, y que sale a la superficie siempre que los privilegios del hombre se ven amenazados por la militancia feminista.
Cabe destacar que existe una diferencia entre censurar y denunciar un mensaje que vulnera los derechos de las mujeres en un contexto en el que el recrudecimiento de la violencia de género provoca un nuevo femicidio cada 26 horas. El comunicado de las organizaciones estuvo amparado en la Ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres que, desde el año 2009, define la figura de violencia simbólica como aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.
Considerar el show de Yayo como simples chistes que no guardan relación alguna con la violencia de género es una falla que elude la raíz de las agresiones a las mujeres en todas sus formas. El hecho de que todos los días sean víctimas de agravios, desigualdades y hasta asesinatos tiene su origen en una estructura social que les asigna un rol basado en creencias firmes y difíciles de erradicar. Se forman sobre la idea latente de que la mujer es propiedad del hombre, de que su cuerpo es un objeto sobre el que no tiene poder de decisión verdadero y que puede ser desechado.
Querer construir el humor con frases en las que se denigra e insulta a las mujeres y se las coloca en un lugar subordinado, al servicio sexual del hombre, no hacen otra cosa que reproducir el discurso sobre el cual se sustenta toda la cultura machista.
Querer construir el humor con frases en las que se denigra e insulta a las mujeres y se las coloca en un lugar subordinado, al servicio sexual del hombre, no hacen otra cosa que reproducir el discurso sobre el cual se sustenta toda la cultura machista. El mismo que se encuentra detrás de quienes culpan a las víctimas desde la esfera social, política y mediática, y se preguntan por su vestimenta y sus costumbres para encontrar una justificación de la violencia. Rematar un chiste diciendo que una mujer puede terminar “en cualquier momento en un baldío con el culo roto” es naturalizar los femicidios y banalizarlos, en lugar de tomarlos como una aberración que sufren las mujeres por el solo hecho de serlo.
El escenario detrás del «humor»
De acuerdo a la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) en nuestro país se registra un femicidio cada 26 horas. En lo que va del año, se contabilizaron un total de 167 asesinatos de mujeres, de los cuales 154 se cometieron de enero a junio. Las cifras muestran un incremento respecto del primer semestre del 2016, período en el cual hubo 132 femicidios. Además, el 18% de las víctimas registradas durante 2017 ya habían realizado denuncias previas y el 9% contaba con medidas de protección, lo que da pauta de la ineficiencia e inacción estatales para hacer frente a la situación.
De acuerdo a la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) en nuestro país se registra un femicidio cada 26 horas. En lo que va del año, se contabilizaron un total de 167 asesinatos de mujeres, de los cuales 154 se cometieron de enero a junio.
Estos números muestran la cara más extrema de la violencia cotidiana a la que están sometidas las mujeres, pero también dan cuenta de la necesidad urgente de implementar políticas de prevención. Hablar de un Estado machista implica también dar cuenta de la falta de consciencia estatal sobre la complejidad total del problema. La ausencia de un compromiso real se traduce en la poca importancia otorgada a mecanismos necesarios para desmontar la trama machista de la cultura, y las consecuentes relaciones de dominación que se ejercen sobre las mujeres.
(Leer nota relacionada: Macri y un nuevo ajuste a las políticas de género: más policía, menos contención social)
Sin ir más lejos, hace un mes el Jefe de Gabinete Marcos Peña, junto al Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, firmaron una Decisión Administrativa que reasignó partidas presupuestarias, ejecutando un ajuste de casi 700 mil pesos al Programa Formulación e Implementación de Políticas Públicas de la Mujer. El dinero fue direccionado al fortalecimiento de las fuerzas represivas, más específicamente al pago de los efectivos de la Policía Federal que prestan servicios adicionales.
Ante este escenario, los movimientos feministas han demostrado una presencia creciente en las calles para visibilizar la violencia de género y desnaturalizar los lugares comunes. Así, la lucha de esta militancia ha logrado que los sentidos dominantes comiencen a ser discutidos desde distintos ámbitos para cambiar, de a poco, el rol que le es asignado a la mujer en la sociedad. En este sentido, trastocar categorías en las que la cultura machista descansa cómodamente es quizás lo que despierta la misoginia arraigada en lo más profundo de la sociedad y lo que lleva incluso a arengar el horror de que una mujer sea asesinada cada 26 horas.
Trastocar categorías en las que la cultura machista descansa cómodamente es quizás lo que despierta la misoginia arraigada en lo más profundo de la sociedad y lo que lleva incluso a arengar el horror de que una mujer sea asesinada cada 26 horas.
El miedo a la pérdida de privilegios lleva a reproducir un discurso agresivo que condena al feminismo y lo califica de «extremo», sin tampoco dar cuenta de que no se trata de una lucha privativa de las mujeres. La erradicación de la violencia de género en todas sus formas requiere que todos se involucren en la construcción del respeto que genere una sociedad igualitaria, y eso incluye denunciar el humor sexista. El hecho de que ahora, después de años, el show de Yayo sea cuestionado y reconocido como una forma de violencia simbólica, es señal de otro paso hacia un cambio cultural que sólo fue posible gracias a la denuncia activa de mujeres que ya no van a dejarse avasallar por el orden establecido.
También te puede interesar
Ni Una Menos: no dejar de gritar contra la violencia machista
Desaparecidas y encontradas: Érica, Ivana y la condena social por no ser víctima
Las justificaciones de los abusadores en el rock: «Pero si vos ya sabías que soy un violador»
El caso de Mailén: ¿las prefieren muertas?
Las declaraciones misóginas de Cordera y la imposibilidad de seguir callando