La novela Los silencios (Conejos, 2017) de Mauricio Koch es un relato que plantea una paradoja: en la agilidad de su narrativa se deja ver lo tedioso que puede ser el paso del tiempo lejos de los centros neurálgicos de la vida moderna. Sin embargo, aunque el tiempo pase lento, no puede evitar causar que las cosas se descompongan, se mueran o simplemente dejen de existir de un día para el otro.
Sobre el autor
Mauricio Koch nació en la provincia de Buenos Aires en 1974 y creció en Hernández, Entre Ríos. Desde 2010 es corrector de textos de Editorial Atlántida. Su cuento «Cenizas» fue premiado en el Concurso Haroldo Conti. Su libro El lugar de las despedidas (La parte Maldita, 2014) recibió el 2° Premio en el Concurso Nacional de Narrativa Eugenio Cambaceres, de la Biblioteca Nacional. En 2016 publicó Cuadernos de crianza (Paidós), un diario íntimo sobre su relación con su hija Gretel.
El tiempo que todo lo descompone
La costumbre y la rutina dan el placebo del confort al mismo tiempo que quitan el poder de reacción ante cualquier cambio abrupto, dejando a la deriva a alguien que apenas conoce un entorno diferente. ¿Y qué pasa cuando las cosas se transforman lentamente y aún así no podemos evitarlo? En la novela Los silencios (Conejos, 2017) de Mauricio Koch, los giros inesperados, como las mutaciones en cámara lenta en la vida de un protagonista llano y mundano, van a provocar también modificaciones en su personalidad, tan paulatinas como un atardecer primaveral en el campo o un tren que se pierde en la vía recta de la estación.
¿Cómo reaccionar cuando todo se altera de repente? Koch ensaya una respuesta en este libro, donde las descripciones justas y necesarias dejan lugar a que la acción tenga lugar. Tras la muerte de la madre del protagonista y narrador de Los silencios, el tiempo y pasado empiezan a mezclarse tanto en el libro como en la mente del personaje principal, dejando en paralelo dos hilos conductores atrapantes que se interrumpen entre sí. Con gran versatilidad, el autor nunca cae en los lugares comunes que este recurso podría ofrecer.
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En esa misma dirección, la voz del protagonista de Los silencios se mantiene sólida a lo largo de toda la novela, lo cual también se va a ver reflejado en las acciones -tanto las del pasado como las del presente- que van a guiar a la novela. Un hombre cerca de sus 30 años sin un propósito fijo en la vida, una felicidad que se dobla con el viento y la incertidumbre de no saber cuál va a ser su próxima decisión.
Las metáforas también van a ser un pilar fuerte a la hora de sostener y entender Los silencios. Ya sean explícitas o dichas entre líneas a lo largo de los breves capítulos, el tiempo va a ser el gran editor de las cosas que rodean al antihéroe que protagoniza esta novela. Incapaz de agarrar el timón, parece ser un espectador de lujo para ver cómo todo se descompone a su alrededor: su orden familiar, su vida sentimental, el tren que mantenía con vida activa al pequeño pueblo donde nació. Puede leerse al respecto: «No fue necesario disimular ni demostrar nada porque todos sentíamos lo mismo. Como la cerrazón, la tristeza se instaló en las calles, se metió en nuestras casas, en nuestros trabajos, y día a día fuimos dejando de hacer chistes (…)».
Una definición posible de Los silencios: una historia realista que logra incomodar al lector como un reflejo en un vidrio espejado en mitad de una cuadra. O también un relato que demuestra que, al fin y al cabo, somos los mejores plateistas para ver cómo todo a nuestro alrededor se descompone, ya sea lento o de repente. Sin embargo, gracias al talento de Koch a la hora de escribir esta novela, el lector puede soportar el spoiler natural que llevan consigo todas las cosas que forman parte de nuestra vida.