Los cuentos que componen Imagina la felicidad (Qué diría Victor Hugo?, 2017) de Maumy González plantean relatos donde la sordidez espera agazapada en los mínimos detalles de la vida cotidiana. Con un coqueteo continuo con el realismo y lo fantástico, la autora venezolana elige no descansar más de la cuenta sobre ninguna de las dos opciones y otorgar historias tan fluidas como impactantes. Con un manejo sólido de los distintos narradores, González demuestra que el relato breve es una de sus especialidades.
Sobre la autora
Maumy González nació en Venezuela en 1974. Es ingeniera y escritora. Desde el 2005 vive en Buenos Aires. Sus textos han sido publicados en revistas y suplementos literarios. Su libro de cuentos Todas las mañanas un muerto (La Letra Eme, 2014) recibió Primera Mención Honorífica por el Fondo Nacional de las Artes. En 2016 resultó finalista del Concurso Literario Internacional «Ángel Ganivet» (Finlandia).
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Con amor y sordidez
«Le digo a Tadeo que comerse a Camilo es algo malo pero no me hace caso, ni siquiera porque lloro y me soplo los mocos con el vestido. Sólo dice que tiene hambre. Se echa el perro y se va». Con esa falsa simpleza y completa sordidez comienza uno de los relatos que componen el libro Imagina la felicidad (Qué diría Victor Hugo?, 2017) de Maumy González, marcando el ritmo y el tono que tendrán todos los cuentos que logran atrapar al lector en medio de esa oscuridad cálida que propone la autora.
Gracias al hábil manejo que tiene González, los narradores de los distintos relatos van variando sin que haya sobresaltos o puntos débiles, donde los cambios de género, edad, contexto y hasta nacionalidad no son suficiente para opacar una historia donde la trama y las imágenes que plantea la autora venezolana toman el centro de la escena. En ese sentido, Imagina la felicidad es un claro ejemplo de cómo un escritor puede lograr hacer parecer simple lo complicado y colocar la oralidad en un plano escrito sin que nada quede en el camino.
Tal como señala Ariel Bermani en el prólogo de esta primera edición, la prosa de González «cautiva con facilidad y no es sensato dejar sus relatos a medio leer», ya que el clima que logra crear la autora es tan envolvente que levantar la cabeza antes de tiempo puede generar un impacto difícil de conseguir en la literatura. Una causa de ello es, como se señaló anteriormente, la sordidez que va a estar presente a lo largo de todo Imagina la felicidad, aunque cabe aclarar que no es una búsqueda que se regodea sobre sí misma, sino que es un detalle tan imperceptible como cautivante.
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Haciendo recordar por momentos al célebre cuento «Para Esmé, con amor y sordidez», de J. D. Salinger, las historias que se van sucediendo en este libro atrapan por su atmósfera perfectamente recreada y luego sacuden por la aparición de lo fantástico en medio de la realidad, y viceversa. Con un ágil y delicado manejo entre ambos mundos, es difícil ver dónde descansa lo irreal en estos cuentos.
Así entonces, como un collar de piedras preciosas, lo esencial en este libro es ese hilo casi invisible que conecta y da forma a los relatos dentro de sí y en su relación con los demás. En búsqueda de lectores activos, Maumy González ofrece un libro que realmente sea difícil colocar en la biblioteca nuevamente sin más, siendo mejor tenerlo a mano para volver a meterse de lleno en las historias de Imagina felicidad para saborear, una vez más, ese momento en el que todo cambia para siempre.