El poemario Ciertas horas de la primavera (La carretilla roja, 2017) de Anahí Flores muestra como el tiempo puede contener un poder en su interior del que muchas veces no somos coscientes. Ese reloj desordenado por las acciones, sentimientos y pensamientos de sus habitantes aparece reflejado en los versos llanos, concretos, de la autora que deja que sean las escenas y las cosas las que hablen por sí solas.
Sobre la autora
Anahí Flores nació en Buenos Aires en 1977. Se dedica a escribir y dar talleres literarios. Publicó los libros Se durmió y otros poemas (Bajo la Luna, 2015), libro que mereció el Tercer premio del Fondo Nacional de las Artes; Todo lo que Roberta quiere (Textos Intrusos, 2013); Catalinas Sur (Eloísa Cartonera, 2012) y Limericks cariocas (Caki Books Editora, Río de Janeiro 2012)
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Un reloj desordenado
Quizás muchas personas nunca se detengan a pensarlo, imitando el beneficio que tienen los animales. Sin embargo, algunos sí toman el riesgo de reflexionar sobre las infinitas posibilidades que entran en 24 horas y el poder contenido que hay en ese límite temporal. Ciertas horas de la primavera (La carretilla roja, 2017) de Anahí Flores se adentra de ese complejo terreno con versos certeros e imágenes potentes.
A través de acciones y objetos que cargan consigo más significaciones que un adjetivo mal utilizado, los poemas que integran este breve libro se van sucediendo naturalmente, sin que nos demos cuenta, igual que sucede en un día común y corriente. Con una precisión digna de la música, como si hubiera un metrónomo sonando, la autora propone paisajes y emociones de manera simple y eficaz, lo cual no hay que confundir con efectistas.
Puede leerse en Ciertas horas de la primavera: «En el último asiento del colectivo,/ duerme./ Sus manos/ como pinzas de cangrejo/ aferran el celular./ El pulgar izquierdo/ ha echado raíces/ en la pantalla». Esa descripción por fuera de los sucesos no van a llevar a una mirada desinteresada de lo que ocurre, sino todo lo contrario. La voz poética que se construye a lo largo de este poemario ahonda en detalles aún cuando el lector no se de cuenta. Es ese efecto silencioso, como un insecto que pica de manera imperceptible, es lo que hace que sea necesario volver a releer cada poema.
A pesar del orden cronológico que tiene el libro, queda la sensación de que Flores pretende decir otra cosa en sus poemas: un reloj desordenado en el que estamos envueltos todos los días abren la chance para que escenas contradictorias y complementarias se den todo el tiempo. Los protagonistas de estos versos, sin saberlo, colaboran con un caos que parece prolijo. Son esas pequeñas acciones que, en palabras de la autora, «Esperan sobre el cordón/ como un río a punto de derrumbar el embalse».