Después de la reedición de su obra en Argentina con el sello Alfaguara, Roberto Bolaño vuelve a ponerse en el centro de la escena literaria gracias a sus relatos y su aguda visión de la literatura latinoamericana. En ese sentido, El gaucho insufrible muestra la versatilidad del autor chileno y su relación con la literatura argentina. Sobre la influencia de Bolaño en la narrativa nacional actual, dan su opinión a La Primera Piedra Pedro Mairal, Walter Lezcano, Luciano Lamberti y Ariel Bermani.
Un testamento creativo y estético
Pocas obras sacudieron tanto a la literatura latinoamericana en las últimas décadas como la de Roberto Bolaño (1953-2003). El escritor chileno dejó a sus lectores y a todos los amantes de la literatura un universo propio a base de un estilo directo, fluido y que no tenía miedo a experimentar con distintos recursos literarios, estéticos y romper las fronteras del terreno ya conocido dentro del ámbito de las letras.
En esa dirección, El gaucho insufrible sirve como una clara muestra para ver ese trabajo ambicioso y provocador que encarnaba de figura de Bolaño. La nueva edición de Alfaguara publicada este año pone en escena no solo la versatilidad del autor chileno, sino también sus nexos con la literatura latinoamericana en general y, sobre todo, la literatura argentina en particular.
El gaucho insufrible sirve como una clara muestra para ver ese trabajo ambicioso y provocador que encarnaba de figura de Bolaño. La nueva edición de Alfaguara publicada este año pone en escena no solo la versatilidad del autor chileno, sino también sus nexos con la literatura latinoamericana en general y, sobre todo, la literatura argentina en particular.
En el cuento que da nombre al libro, puede leerse: «Argentina es una novela, les decía, por lo tanto es falsa o, por lo menos, mentirosa. Buenos Aires es tierra de ladrones y compadritos, un lugar similar al infierno donde lo único que valía la pena eran las mujeres y, a veces, pero muy raras veces, los escritores. La pampa, en cambio, era lo eterno». No es casualidad, que unas hojas antes, también se diga: «Cuando hablaban de literatura, francamente se aburría. Para él, los mejores escritores de Argentina eran Borges y su hijo, y todo lo que se añadiera al respecto sobraba».
Integrado por cinco relatos que muestran la ductilidad de Bolaño para adoptar distintas voces, registros y para moverse de un género al otro, El gaucho insufrible también ofrece dos conferencias que exponen a un Bolaño suelto, irónico y confidencial sobre su visión de la literatura latinoamericana y la conciencia de saber que la muerte estaba empezando a alcanzarlo. Tal como lo define Masoliver Ródenas, de La Vanguardia, este libro es «un verdadero testamento creativo y estético».
«Hay un cuento, “El gaucho insufrible” que es una parodia a un cuento de Borges y nos está tomando el pelo a los argentinos, esa fama de insufribles que tenemos. Bolaño era un gran pensador de la literatura argentina», sostiene Pedro Mairal
En «Los mitos de Cthulhu», última conferencia del libro dedicada a Alan Pauls, Bolaño hace un ensayo suelto y divertido, o al menos irónico, sobre la literatura latinoamericana contemporánea, mostrando su costado más provocador. Allí, afirma: «En realidad, la literatura latinoamericana no es Borges ni Macedonio Fernández ni Onetti ni Bioy ni Cortázar ni Rulfo ni siquiera el dueto de machos ancianos formado por García Márquez y Vargas LLosa. La literatura latinoamericana es Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Ángeles Mastretta, Sergio Ramírez, Tomás Eloy Martínez, un tal Aguilar Camín o Comín y muchos otros nombres ilustres que en este momento no recuerdo».
El gaucho insufrible, en definitiva, muestra la amplitud del universo Bolaño, donde la literatura ocupa el centro de la galaxia y puede ser rodeada de distintas maneras: cuentos breves, relatos realistas o un cuento policial fantástico como «El policía de las ratas». Lector de sus contemporáneos, los clásicos y los inmediatamente antepasados, Bolaño le ofrece al lector un viaje tan extenso que ninguno piensa en sacar fotos durante el camino, hipnotizado por la habilidad del autor chileno para narrar historias o conferenciar sobre algo tan finito e inabarcable al mismo tiempo como la literatura de la región.
«Bolaño supo resolver muy bien el problema de cómo representar a Latinoamérica»
«Bolaño me interesa, no leí todo. Leí Los detectives salvajes, Estrella distante y muchos cuentos. Hay un cuento, “El gaucho insufrible” que es una parodia a un cuento de Borges y nos está tomando el pelo a los argentinos, esa fama de insufribles que tenemos. Bolaño era un gran pensador de la literatura argentina», sostiene Pedro Mairal, autor de novelas como Una noche con Sabrina Love, Salvatierra y La urguaya.
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Por su parte, Luciano Lamberti asegura que lo primero que lo «enamoró» de Bolaño fue Estrella distante y que, a partir de ahí, todo fue un camino del que no hubo regreso. «Casi enseguida alguien me prestó Los detectives salvajes y estuve a punto de enloquecer, y leí absolutamente todo lo que había disponible. A 2666 la leí de un tirón, la terminé y la volví a empezar. Es una novela embriagadora y me causó el mismo efecto que leer a Faulkner: la sensación de que había todo un mundo ahí», afirma el autor de La maestra rural (Random House, 2016).
Además, Lamberti no va a dudar en calificar la influencia que puede tener Bolaño para cualquier escritor contemporáneo: «Creo que escribir después de Bolaño es como escribir después de Borges: una especie de condena y de sombra maléfica para los que vienen después. Lo mejor que se puede hacer entonces es aceptarlo y seguir adelante». Finalmente, Lamberti no se va a ahorrar en elogios con el autor chilenos: «Como último escritor del Boom que fue, supo resolver muy bien el problema de cómo representar a Latinoamérica, cómo narrarse a sí mismo y cómo contar vidas de escritores en toda su miseria y su grandeza secreta»
«Creo que escribir después de Bolaño es como escribir después de Borges: una especie de condena y de sombra maléfica para los que vienen después. Lo mejor que se puede hacer entonces es aceptarlo y seguir adelante», afirma Luciano Lamberti
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Walter Lezcano, periodista y escritor que próximamente lanzará su novela Luces calientes, por la editorial Tusquets, recuerda la primera impresión que le dejó leer a Bolaño en el contexto de una cursada terciaria: «lo pude disfrutar, interesarme por su forma de narrar y sentir también cierta fascinación por no comprender del todo bien cómo lo hacía. Quiero decir, podía lograr que parezca aventurero algo que no tiene ningún tipo de emoción externa como es la escritura, la lectura y esas cuestiones que impliquen procesos interiores«.
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Sobre la influencia del escritor chileno sobre los autores argentinos contemporáneos, Lezcano afirma: «veo que su voz sigue despierta en un cúmulo de lectores que se van sumando y entregando a ese mundo que él supo construir. En Argentina, creo no hay un escritor puntual que aborde sus temáticas pero sí creo que todos lo han leído y tienen una opinión formada sobre su literatura«. En la misma dirección, añade que «hay algo medio unánime alrededor de 2666. Creo que hay algo en ese libro que no deja de ser interminable por su misterio, diversidad, las condiciones en las que fue escrito, su condición de póstumo».
«Hay algo medio unánime alrededor de 2666. Creo que hay algo en ese libro que no deja de ser interminable por su misterio, diversidad, las condiciones en las que fue escrito, su condición de póstumo», destaca Lezcano
Al igual que Mairal, Lezcano también va a resaltar el conocimiento que Bolaño tenía sobre los autores argentinos: «Por otra parte Bolaño era fan de Borges, Cortázar y Bioy Casares. Y siempre tiraba centros para los escritores argentinos contemporáneos: Garcés, Fresán, Pauls, Aira. Sobre todo se lee en el libro Entre paréntesis. Y ese es un vínculo que él generaba y no puede pasarse por alto. Tanto es así que me parece una de las relaciones más fructíferas de los últimos tiempos, a nivel literario, de posicionamiento de la figura de escritor«, sentencia.
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Por último, Ariel Bermani, escritor y docente de talleres literarios con más de una decena de libros publicados, siendo el último No sé nada sobre ballenas (Santos Locos, 2017), también comenta su primer acercamiento a Bolaño: «No sé cómo llegué a Bolaño. O, mejor dicho, no me acuerdo. Creo que por un intercambio de mails entre Bolaño y Piglia, que me impresionó. O por alguno de sus poemas. Su poesía es llana, lineal, pero muy emotiva. Está menos cargada de sub textos que su prosa«.
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Luego, sobre su lectura de Estrella distante, señala: «la sensación que me produjo en la primera lectura es que estaba frente a un escritor que me podía tirar pistas, trucos, estrategias: es decir, materiales de escritura. Es complejo y simple, a la vez». Bermani, a su vez, va a destacar la presencia de Bolaño en sus propias obras: «En mi escritura opera en una zona que me interesa cada vez más y que trabajé en la novela que escribí este verano: el cruce entre ficción e historia. Veremos si sigo por ese camino, pero mientras escribía esta novela pensé mucho en la obra de Bolaño».
«La sensación que me produjo en la primera lectura es que estaba frente a un escritor que me podía tirar pistas, trucos, estrategias», subraya Bermani
De esta manera, pese a cumplirse 14 años de la muerte de Bolaño, queda demostrado que su literatura no solo continúa viva, sino que se expande a lo largo de los autores del continente, especialmente del otro lado de la cordillera. Su tono llano pero profundo, secretamente pretencioso y que siempre escondía una última carta, sirve para definir -al menos en parte- la historia de Latinoamérica; ese continente que bien conoce sobre una de las máximas de Detectives salvajes: «Hay momentos para recitar poesías y hay momentos para boxear».