El libro Vergüenza (Zindo & Gafuri, 2017) de Jesús Iribarren tiene un concepto sólido a lo largo de todos sus poemas: un desencanto amargo pero amigable. Con estilo fresco y libre, las imágenes que utiliza el autor son de fácil acceso para el lector, pero de efecto prolongado. Drogas, alcohol y la monotonía de una vida que no se sabe bien hacia dónde se dirige: ¿a quién no le suena ese cóctel fuerte?
Sobre el autor
Jesús Iribarren nació en Coronel Pringles, provincia de Buenos Aires en 1985. Actualmente reside en Olavarría, provincia de Buenos Aires. Es abogado y poeta. Publicó como finalista del III Premio Internacional de Poesia Jovellanos su poema «Los fracasos llevan tiempo», incluido dentro de la antología de Ediciones Nobel (España). Su primer libro Vergüenza se editó en 2017 en el sello Zindo & Gafuri.
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La vida es una pastilla que no hace efecto
«El psiquiatra dijo:/ cero cincuenta de Clonazepam/ por la mañana y otro a la madrugada;/ una pastilla de Prozac por día/ Y, así el mundo se puso en pausa». Así de crudos y directos son los primeros versos que abren camino a Vergüenza (Zindo & Gafuri, 2017) de Jesús Iribarren, marcando lo que será un estilo sólido y sostenido a lo largo de los poemas que se van sucediendo. ¿Cómo hacer poesía desde el desencanto sin caer en un pesimismo sin magia? Este libro ensaya una respuesta.
Con un estilo que evita el lirismo y se recuesta por momentos en recursos del objetivismo, Iribarren hace uso de imágenes cotidianas potentes y electrizantes, donde los elementos que rodean la vida de un burgués promedio muestran su lado oculto y se convierten en enemigos íntimos. El televisor, la cama, el propio hogar en su conjunto, todo puede ser una trampa mortal en los poemas de Vergüenza. Puede leerse, por ejemplo: «La luz amarillenta que sale de adentro/ de la heladera/ es un sol que pronto se apagará/ cuando cierre la puerta».
Esa voz poética breve, concreta y potente va a generar que dentro de los poemas de Iribarren surjan distintas máximas y definiciones que, como si fueran falsos haikus, guardan dentro de sí significaciones nuevas con el lenguaje cotidiano. El autor puede señalar: «Ser un veterano malherido de la guerra conyugal/ es un mérito que no merece cuento./ En todo caso un poema cualquiera»; o también: «Por suerte existen los baños/ con inodoro/ donde los pobres podemos conformarnos».
Las pequeñas delicias y malicias de la vida conyugal, las resacas reiteradas y la vida que nunca termina de hacer el efecto deseado, como la mayoría de las pastillas, es el menú que ofrece Vergüenza de Jesús Iribarren. A un módico precio, el lector puede irse lleno de imágenes tan cercanas que lo van a hacer sentir confortablemente incómodo. Dentro de la poesía contemporánea, no son muchos los que pueden colgarse esa medalla, pero Iribarrne sí. Cierra esta reseña el propio autor: El perro que rasca las bolsas de basura/ afuera,/es un mendigo que busca/ consuelo./ Como vos, mientras esperás/ que la pastilla haga efecto».