El poemario ¡Oh mitocondria! (Añosluz editora, 2015) de Rita Gonzalez Hesaynes propone una receta potente y certera compuesta por un lenguaje cercano a lo técnico y un estilo llevadero y cálido. Con la variedad de temas que se van sucediendo a lo largo del libro, la autora puede dar cuenta de lo problemático que puede llegar a convertirse el ser humano al tomar conciencia de lo que lo rodea. Los objetos, la naturaleza y aquello en lo que se cree y en lo que ya no desfilan por los versos de una de las poetas contemporáneas que más ruido hace en la actualidad.
Sobre la autora
Rita Gonzalez Hesaynes nació en Azul, provincia de Buenos Aires, en 1984. Estudió Letras, enseña idiomas y realiza traducciones. ¡Oh mitocondria! (Añosluz editora, 2015) es su primer libro publicado. En 2017 actuó en la obra de teatro Una habitación así, en donde poemas suyos eran integrados a la escena y recitados por ella misma.
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El imperio de las cosas
El ser humano parece estar en constante contradicción todo el tiempo. En gran parte eso puede deberse a que la libertad que da su conciencia y el poder reconocer su entorno son, al mismo tiempo, su propia condena. Es en ese terreno empantanado de sentimientos, pensamientos y el lenguaje como un traductor de dudosa reputación donde se mueve ¡Oh mitocondria! (Añosluz editora, 2015) de Rita Gonzalez Hesaynes.
Con poemas que se deslizan en la frontera natural entre la inocencia y la malicia, con el mismo poder que una sonrisa hecha en la oscuridad, los versos de Gonzalez Hesaynes logran describir un momento o un paisaje -ya sea real o mental- con frescura, al mismo tiempo que se da testimonio de una postura, sin el menor pudor a ser tajante. Puede leerse, por ejemplo: «Los espejos no tienen otra meta/ que devolvernos al imperio de las cosas».
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Esa combinación clave entre una falsa liviandad que en su interior esconde inteligencia y agudeza es una constante a lo largo de los poemas de ¡Oh mitocondria!. Versos como «Nadie se siente solo en Kew salvo los chicos/ que no saben aún conversar con las flores» , «dormir enroscada a tu antebrazo/ proliferar como las epidemias» o «saber rutinas tántricas/ antes de sonreírle a los extraños» se nutren del filo del lenguaje y del peso que cada palabra puede contener en sí misma para denunciar o tomar postura de manera natural, logrando que el lector vuelva al papel para releer el poema, buscando una explicación a esa incomodidad amistosa que la poesía de Gonzalez Hesaynes logra transmitir.
En ese sentido, la autora no va a pasar por alto un tema clásico en la poesía: la tensa relación entre un escritor y el género. Sin embargo, en vez de caer en elementos autobiográficos o academicistas, ¡Oh mitocondria! abre nuevas puertas para pensar un tema que ocupa tantas hojas dentro de la literatura. Con esa mezcla de lenguaje técnico y frases cotidianas que marca el estilo de Gonzalez Hesaynes, puede leerse: «a este sabio coleóptero/ muerto al acecho de la luz/ le regalo estas líneas/ a modo de epitafio/ y la promesa de continuar su obra/ hasta el final».
Así entonces, repasando las viejas preocupaciones de la poesía, a la vez que abre ese universo temático con un registro que roza la ciencia ficción, ¡Oh mitocondria! puede y debe ser considerado como una apuesta valiente a correrse de los lugares comunes de una generación de poetas, sin por ese descuidar la contemporaneidad en la que está inmersa. La vida en otros planetas, una noche haciendo zapping en la penumbra de una habitación o las partículas de las que estamos compuestos pueden estar unidos por un hilo invisible: el estilo poético. González Hesaynes lo logra y aporta nuevas pruebas a que por más que el ser humano lo intente, le llevará años de terapia entender su rol dentro del imperio de las cosas.