Los poemas que componen Encenderé un fuego (La carretilla roja, 2016) de Belén Iannuzzi dan paso a la chispa inicial que abre las puertas al mundo de la percepción y la sentimentalidad. Con un lenguaje delicado y preciso, los versos se suceden con el desenvolvimiento que tienen las cosas hechas con convicción y naturalidad: una fogata, una caricia o la literatura.
Sobre la autora
Belén Iannuzzi nació en Buenos Aires en 1979. Trabajó como investigadora en Primera poesía argentina (Ediciones En Danza, 2006), estudió la obra de Luis Alberto Spinetta en Poéticas del rock(2007), traducido al alemán, Poetik des argentinischen rock (Ed. Abrazos, 2010). Publicó las plaquetas Pajaritos (Zorra/Poesía, 2008), Oímos el run (Zorra/Poesía, 2009) y Findelmundista (Color Pastel, 2009), y los libros de poesía Haikus gordos (La Propia Cartonera, Montevideo, 2010) y El origen de las especies (Pánico el Pánico, 2010), Todos los bosques (2012) y Los que tienen fe (2014). Es profesora en Letras.
La llama de la percepción
El breve poemario Encenderé un fuego (La carretilla roja, 2016) de Belén Iannuzzi presenta una armonía en su propuesta poética y editorial: ambos se centran en la brevedad y la delicadeza para otorgar un sentido a lo que muchas veces se esfuerza en no tenerlo. Con poemas cortos que tienen la misma potencia que una plegaria, las imágenes nacen de las palabras mismas y dejan en el lector una chispa que va a dar paso a la fogata.
Como señala Rosario Bléfari en la contratapa de Encenderé un fuego «Belén Iannuzzi formula intenciones; son propósitos que parece ir descifrando a partir de las formas en las que el mundo dispone sus elementos ante su paso, como si esa lectura le revelara un camino». Como oraciones de una religión no ortodoxa y sin dogma, la autora abre el juego: «Una cruz araucana/ una estrella de seis puntas/ un triángulo sexual/ un souvenir de un mal año/ piedras preciosas.// Rezo y melancolía».
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Encenderé un fuego saca fuerza e impulso de la brevedad, demostrando que una chispa, un verso o una mirada son suficientes para empezar una llama. Con la fluidez de las hojas de un árbol en otoño, estos poemas proponen un camino cargado de percepción y emoción, sin necesidad de dar rodeos literarios. Puede leerse: «Poesía: no quiero/ que me entretengas,/quiero que me transmitas/ experiencia/ a través del lenguaje».
En una seducción sencilla, Iannuzzi logra que el lector entre de lleno en un micromundo construido «con calma/ con confianza/ sin dudar del resultado». En ese sentido, la autora revela el truco: «Avanzo por el camino / de la emoción». Este libro corto deja con ganas de más, pero también con una punta de ovillo para solucionar un viejo problema que en Encenderé un fuego aparece con la precisión necesaria: «La curita se despegó/ y ahora no podés ver/ con claridad // cuál es la curita/ cuál es el sol/ cuál es la herida».