Donde duermen los grillos: la risa trágica

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Donde duermen los grillos es otra de las propuestas teatrales dirigida por Marcos Arano (Tierra Partida) que figuran en la actual cartelera porteña. Puede observarse aquí la continuidad con su estética y una identidad muy marcada, que construye con gran destreza una mirada crítica en donde confluyen la mordacidad aguda y el humor irreverente.



La obra no comienza en el momento en que los espectadores se ubican en las butacas de la sala, sino mucho antes. El Excéntrico de la 18° (Lerma 420) es un espacio teatral fundado por Cristina Banegas hace más de 30 años, y su peculiar ambiente se  presta especialmente para alojar fenómenos culturales de las características y de la calidad del que aquí nos reúne. Un pasillo, un patio, algunas plantas, un living en penumbras, velas y un vaso de vino median entre la espera y la expectación. 

Estos cuatro personajes viven todo lo que «se debe vivir» en una cárcel, lo que el sistema represivo estatal impone

La recepción queda en manos de un personaje excéntrico cuyos rasgos y comportamientos anticipan lo que se verá durante los siguientes minutos, y sus maniobras entran en franca relación tanto con la temática del relato como con el espíritu del lugar. Él tomará parte activa en la obra, pero no adelantaremos más detalles para no arruinarle la sorpresa al espectador.

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La historia gira en torno al «ser y estar» de cuatro reos en el seno de una prisión que opera al mismo tiempo como nicho asfixiante y usina de intenciones emancipatorias. También aparecen policías y, eventualmente, una abogada, una enfermera y una jerarca de las fuerzas de seguridad. Estos cuatro personajes viven todo lo que «se debe vivir» en una cárcel, lo que el sistema represivo estatal impone: violencia, agresión, humillaciones, abusos de poder, vejaciones, violaciones, alianzas, traiciones, distanciamiento, duelos, mezquindades, solidaridad, camaradería, olvido.

En este contexto, los presos no tardan en urdir un plan para escapar. Ellos se encuentran inevitablemente enlazados por las circunstancias, pero pronto comprenden que el deseo de tener una vida más allá de los barrotes y las imposiciones sociales, también opera como un factor clave capaz de unirlos e incluso sacarlos de allí hacia la utopía tras las rejas, el horizonte más deseado: la libertad.

En las redes de ese deseo, los mismos espectadores ubicados en sus butacas comienzan a ser interpelados y, de alguna manera, involucrados como parte del plan a fuerza de palos de madera y latas. El ruido aparece como presagio de la rebelión. No permaneceremos ajenos a la acción dramática: todo tiende a la reflexividad en torno al proyecto de autonomía. Se trata aquí de despojarse de toda heteronomía -la ley del otro interiorizada históricamente y encarnada en el propio cuerpo- para atreverse a escribir la propia ley.

Que en esta obra los policías y los presos sean representados por los mismos actores no es un detalle menor ni una decisión ingenua

Al igual que en Tierra Partida, son las grandes decisiones dramatúrgicas y los recursos empleados aquello que marca la diferencia. Ese abanico de recursos es de lo más amplio y variado: va desde los elementos materiales incluidos en cada escena, pasando por el diseño de luces y los diferentes climas sonoros creados por «el Mudo» (Ezequiel Cotton), hasta la interpretación de los actores en la piel de cada uno de sus personajes.

Una propuesta para repensar cuál es el rol que le otorgamos a la represión y a los sistemas punitivos en el seno de nuestra sociedad.

Que en esta obra los policías y los presos sean representados por los mismos actores no es un detalle menor ni una decisión ingenua: esta simple operación nos habla de un sistema en el cual la arbitrariedad de esas distinciones está en el centro de muchos debates y la legitimidad de sus instituciones permanece puesta en cuestión desde hace tiempo. Tal como en el juego infantil del Poliladron, cualquiera puede ser policía y, más tarde o más temprano, convertirse en criminal. De esas fronteras difusas nos habla esta obra.

Una carcajada cuya sonoridad es directamente proporcional al nivel de incomodidad que generan ciertas reflexiones

En Donde duermen los grillos el humor, la ironía, el sarcasmo y la mordacidad más cruda, se cruzan y desatan una carcajada cuya sonoridad es directamente proporcional al nivel de incomodidad que generan ciertas reflexiones. Una obra imperdible para poner en cuestión aquellas instituciones que de alguna u otra manera forman parte de nuestras vidas cotidianas y las atraviesan; una propuesta para repensar cuál es el rol que le otorgamos a la represión y a los sistemas punitivos en el seno de nuestra sociedad.


Funciones: Sábados a las 23 hs. En El Excéntrico de la 18° (Lerma 420)
Localidades: $200 // $180  (jubilados y estudiantes)
Reservas: Alternativa Teatral

FICHA TECNICA
Intérpretes: Lautaro Amurri/Lala Buceviciene/Rodrigo Frascara/Marcelo Sapoznik/Fernando Vitale
Dirección: Marcos Arano
Dramaturgia: Marcos Arano/Bolsas en el ciento
Música original: Ian Shifres
Músico: Ezequiel Cotton
Diseño de luces: Alejandro Velazquez
Escenografía: Carolina Fernández/Jazmín Savignac
Vestuario: Alejandra Robotti
Coreografía: Paola Sanabria
Asistencia de dirección: Marcia Gambarrutta/Felipe Martín Saade
Producción ejecutiva: Marcia Gambarrutta 

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