Reseñas Caprichosas – «Guatepeor» de Tamara Grosso: el placer en manos del lector

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La fusión de los distintos géneros y estilos se hace presente en Guatepeor (Modesto Rimba, 2016) de Tamara Grosso. Esta particular nouvelle es una novedosa propuesta que echa mano de la poesía para transitar la historia de lo distintos personajes que componen el libro que, si pudiera ser visto desde arriba, parecería un laberinto donde el objetivo no es encontrar la salida, sino disfrutar del sentimiento de pérdida. 

*Por Deborah Hadges 

Sobre la autora

14937196_10154725238813293_8170623265563504688_nTamara Grosso  nació en Buenos Aires en 1991. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Escribió en varios blogs y publicó un libro de relatos que se llama Entre el blanco y el negro (Ediciones de la grieta, 2015) y un poemario, Márgenes (Objeto Editorial, 2016).  Guatepeor (Modesto Rimba, 2016) es su primera novela.


El placer en manos del lector

«¿Quién sería capaz de soportar la contradicción sin vergüenza?», se pregunta Roland Barthes en «El placer del texto». Se refiere al momento en el que el lenguaje traspasa una barrera, la barrera de lo que el lenguaje está preparado para decir.Y si alguien es capaz, es Tamara Grosso en su novela Guatepeor (Modesto Rimba, 2016). Seguir un personaje a lo largo de su trayecto es una de las posibles expectativas para el lector de una novela. Aquí Guatepeor, el personaje, puede ser todo y nada al mismo tiempo: “Guatepeor quizás se llama así. O quizás se llama Guadalupe, o algún otro nombre de virgen”.

Guatepeor, el libro, tiene una cierta lógica interna que se encuentra luego de atravesar las primeras páginas. «Guatepeor es la única opción mala que hay en la heladera, pero no hay ninguna otra cosa en la heladera». Construido por fragmentos, este libro tiene presente al lector en cada uno de los momentos en los que intenta explicarse, esclarecer: “Deberían prestarme extrema atención, porque nunca voy a poder hablar de Guatepeor de la misma manera una vez que la haya atravesado o que me hayan expulsado de ella”. La narradora realiza todo el tiempo un falso intento por definir mejor a Guatepeor.


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Lo inesperado, el aparente sinsentido, lo incomprensible se empieza a ordenar. El lector entra en un sistema contralógico de valores. De ningún modo es ilógico porque el libro (y el personaje) conserva un universo de posibilidades: «Desde que Guatepeor regresó con su nuevo nombre, su cama está llena de elefantes. También está llena de ellos cuando los niega y dice que no. También cuando dice que están pero no están. También antes, cuando todavía no estaban»

La narradora mantiene con Guatepeor una relación ambigua. De a momentos la quiere (“…hasta Haití. Y hasta el infierno. Y hasta el invierno. Y hasta el infinito. Y hasta tu casa. Y hasta otros lugares horribles”) y de a momentos se le hace imposible tenerla cerca. Quizás Guatepeor encuentra su climax cuando el lector piensa que puede predecir qué va a pasar con los personajes en cada oración ( “Creo que Guatemala tomó del vaso de Guatepeor. Yo las estaba mirando. Fue exactamente así pero ese momento todavía no pasó”) y el libro lo traiciona. Y en ese mecanismo avanza la trama, cada vez con más datos de sucesos (pasados o futuros) de la vida de Guatepeor.

Los fragmentos, la indeterminación cronológica y la proliferación de posibilidades fuerzan el lenguaje que termina pareciendo coloquial pero se carga de ambigüedades. Y allí aparece la literatura: “A esa fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte, yo la llamo literatura» (Barthes 1996: 121).


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