Muchas veces la pregunta sobre lo que tiene que decir la poesía se suele confundir con cómo decirlo. Canción de invierno recitada por el hombre del volcán (Detodoslosmares, 2016), de Nicolás Correa, aporta una nueva mirada sobre ese cruce que muchas veces desvela al ambiente literario. Con un estilo que remite al pasado, los gestos y las circunstancias están ancladas en el presente, haciendo que esa complicada convivencia entre la forma y el fondo no sea solo estilística, sino mucho más transversal.
Sobre el autor
Nicolás Correa nació en Morón, Provincia de Buenos Aires, en 1983. Tiene editados los libros Made in china (2007), Engranajes de sangre (Milena Caserola, 2008), Súcubo (WuWei, 2013), Íncubo (WuWei, 2015) El camino de la siesta (La bola editora, 2015), Rosa Gamarra (Ministerio de Cultura de la Nación, 2015), entre otros. Participó en varias antologías y revistas.
Un cruce temporal y estilístico
Existe una pregunta por la forma en Canción de invierno recitada por el hombre del volcán (Detodoslosmares, 2016), de Nicolás Correa, que parece querer ser respondida echando mano de expresiones, modismos y palabras que remiten al pasado, con una poesía que coquetea con lo barroco sin nunca sumergirse más de la cintura. Sin embargo, el autor propone a lo largo del poemario un interesante cruce con los sentimientos y experiencias de la contemporaneidad.
«Y son muchas las cosas/ que tenemos que contar/ por una cicatriz» puede leerse en uno de los poemas que integran este libro, como una clara referencia a ese tiempo que, a falta de un Dios, es lo único omnipresente y cuya voluntad es inentendible para las personas de a pie. Puede pensarse, en ese sentido, que los versos de Canción de invierno recitada por el hombre del volcán carga consigo cicatrices que en vez de maquillar, luce orgullosamente.
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Las cicatrices que deja el roce del tiempo van a ser de diferente color, textura y profundidad a lo largo de este libro, donde voces del pasado parecen ganar terreno al principio. Sin embargo, con el correr de las hojas, un estilo más suelto y descontracturado no duda en lanzar máximas que, sin rodeos, apuntan directo al hueso: «que triste es saber que el reflejo/el espejo da un vos cadavérico». Apenas un versos después, no se duda en afirmar: «si pudiera ser ciego a todo esto/ lo sería».
Ese pesimismo frío, racional, que puede verse en las primeras hojas va mutando hacia una esperanza activa, con movimientos impulsivos, llenos de reflejos: «desde el barrio/se ve lejano/ todavía/ pero quiero que mis hijos/ se coman este mundo» de una vez».
El libro Canción de invierno recitada por el hombre del volcán es, en definitiva, un valiente intento donde el cómo y el qué se dice en poesía parecen combatir silenciosamente en un esgrima que no pretende dar un ganador, como si la batalla fuera el motor que impulsa a ambas. Después de todo, cuando la poesía contemporánea propone un camino, siempre existen los desvíos que inevitablemente enriquecen el panorama.