Las anécdotas y sus sensaciones ocupan un lugar central en Las mañanas, el deshielo (El Ojo del Mármol, 2016) de Roxana Molinelli. Diferentes momentos se suceden a lo largo del libro mientras la autora intenta rescatar esas pequeñas fotos instantáneas, los breves minutos de silencio completo donde la poesía intenta pasar en limpio el caos de sentidos y emociones que suceden en el interior. Si el deshielo es pasar lo sólido a líquido, estos poemas van en esa sintonía.
Sobre la autora
Roxana Molinelli Nació en Quilmesen 1983. Estudió sociología en la UBA, donde se dedicó a temas de género, formación y trabajo. Empezó a hacer talleres de escritura creativa en 2014 y en 2016 publicó su primer libro: las mañanas, el deshielo por el Sello Editorial el Ojo del Mármol.
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Lo momentáneo y lo eterno
¿Cómo intentar retratar lo momentáneo? ¿Cómo obstinarse en que el movimiento constante de la vida se detenga un segundo para que podamos sacarle una foto? Esas preguntas parece merodear por los poemas de Las mañanas, el deshielo (El Ojo del Mármol, 2016) de Roxana Molinelli, donde lo anecdótico, volátil e irrepetible vuelve con fuerza a través de versos que buscan expandir sentidos, encontrar un significado.
Puede leerse, por ejemplo: «Admirar la tierra/ como una magia desvaneciente,/ como augurios/ titilantes/ en el aire«. Esa intermitencia de los deseos, de los estados del ánimo están presentes a lo largo de todo el libro, donde distintas situaciones dan pie para hacer foco en lo impensado, en lo que no aparece en los pronósticos, como la flor que emerge de la sequedad de un cactus . «Es un acto levísimo, primitivo», describe al respecto Molinelli.
Así como la flor que nace de improviso, los detalles tienen un rol protagónico en Las mañanas, el deshielo. Esos microespacios parecen ser, muchas veces, el escondite secreto de lo poético, como si lo desconocido decidiera alquilar un pequeño monoambiente donde desplegar toda su potencia contenida. Así, un acto de amor puede resumirse de la siguiente manera: «Al solo cuadro de la pared/ y tus anteojos sobre el mueble/ no parecía importarles/ que respiráramos por los ojos»
Con versos libres y un estilo oscilante que coquetea con los extremos del lirismo y el objetivismo, el poemario de Molinelli es sólido y compacto, como una fruta en el estado de maduración exacta donde basta hacer una leve presión para que su contenido nos salpique en la cara. Si, como dice la autora, «cada cosa que hacemos/ es imitación otra» y «la naturaleza nos presta su gracia/ la creencia del invento», podemos decir que estos poemas ya fueron dichos en otro formato. Un gesto, quizás, y Las mañanas, el deshielo se encargó de traducirlo.