El 23 de diciembre de 2016, Cristian Aldana, cantante de la banda El Otro Yo, fue detenido y llevado a prisión preventiva por reiteradas denuncias por abuso sexual agravado, corrupción de menores y transmisión de enfermedades. El pasado mes de mayo, la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres había formalizado la denuncia penal contra el cantante, de acuerdo a los artículos 119 y 125 del Código Penal.
En la misma semana en la que el monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, culpó a las leyes actuales y al divorcio como causantes de los femicidios y la violencia de género, tres mujeres víctimas de abuso del cantante Cristian Aldana, Ariell, Charlie y Felicitas, contaron su experiencia en un video publicado por el medio de comunicación Matria. Una vez más, volvieron a aparecer los comentarios escépticos de una sociedad que no puede librarse de su arraigado machismo: “ellas quisieron ir”, “se viste como una puta”, “tenía una pollera corta”, “es culpa de los padres”. Desde el famoso “algo habrán hecho”, el relegue de responsabilidades más grande de los argentinos.
“Porque sos una puta, porque te lo mereces”, era el justificativo. Ellas lo creyeron, hicieron carne el discurso y pensaron que así lo merecían, porque “cuando prendés la tele o cuando salís a la vereda, todo te recuerda que te lo merecés”, expresan. Porque ante la denuncia, la sociedad escéptica defiende al hombre, al macho, al músico. Porque “ella se lo buscó” es el actual “algo habrán hecho”.
Hablamos de Cristian Aldana, el músico que, con total impunidad, se presentó el año pasado vestido de monja en la marcha “Ya no nos callamos más”, en repudio a los abusos sexuales en el ámbito del rock. En la lista de acusados, José Miguel del Pópolo, cantante de La Ola Que Quería Ser Chau, acompañaba a Aldana. Aún así, el cantante de El Otro Yo apareció en la marcha con una actitud provocativa expresando “el amor disipa al odio”, otro de sus tantos discursos disfrazados de “amor” que, como lo expresan las víctimas, lo ayudaron a encubrir sus abusos y a hacer efectiva la dominación física a través de juegos psicológicos.
Diez fueron las denuncias penales realizadas en contra de Aldana. Felicitas, una de las víctimas, tenía 14 años cuando salió con él por primera vez. El cantante la invitó a una orgía, y esa fue su primera experiencia sexual. Siguieron viéndose hasta que Felicitas cumplió 21 años. En una nota para Big Bang news, ella contó: «Después entendí que iba cuando me quería hacer mierda, yo me comí el verso del sexo libre que hacía este pelotudo y aceptaba toda la sarta de perversidades que me hacía. Son cosas que no se te borran más«.
Cuando decidió terminar con Aldana, había caído en el alcohol, la droga, la bulimia y la anorexia, y fue ayudada por la asociación civil Valorarte, donde hizo rehabilitación durante cuatro años y medio. Allí, encontró un gran apoyo para comenzar a expresar abiertamente su experiencia.
La culpa de la violación no la tiene la mujer que vestía una pollera corta, que salió de viaje con sus amigas, que camina sola por la calle, que “anda sola de noche”, que va a la casa de alguien que le gusta, que decide vivir libremente su sexualidad, que se pone un short en verano, ni la mujer que se drogó. La culpa de la violación tampoco la tienen los padres “que no estaban ahí”. La culpa de la violación la tiene el violador.
La misma historia, con diferentes grados de violencia y agresividad, se repite en el resto de las víctimas. Menores de edad, contagio de Hepatitis B, orgías y tríos no consentidos, violaciones. “Porque sos una puta, porque te lo mereces”, era el justificativo. Ellas lo creyeron, hicieron carne el discurso y pensaron que así lo merecían, porque “cuando prendés la tele o cuando salís a la vereda, todo te recuerda que te lo merecés”, expresan. Porque ante la denuncia, la sociedad escéptica defiende al hombre, al macho, al músico. Porque “ella se lo buscó” es el actual “algo habrán hecho”. Porque hay todo un sistema que, desde que nacemos y entramos en él, nos enseña que ser mujer es ser “el sexo débil”, que ser “femenina” es sinónimo de ser dócil, servil y oprimida y que, si una mujer es violada, es porque “se visitó como una puta”.
La culpa de la violación no la tiene la mujer que vestía una pollera corta, que salió de viaje con sus amigas, que camina sola por la calle, que “anda sola de noche”, que va a la casa de alguien que le gusta, que decide vivir libremente su sexualidad, que se pone un short en verano, ni la mujer que se drogó. La culpa de la violación tampoco la tienen los padres “que no estaban ahí”. La culpa de la violación la tiene el violador.
Actuar a la fuerza ante el no consentimiento, es violación. Invitar a una orgía a una menor de edad, es violación. Pegarle a una mujer y obligarla a mantener relaciones sexuales, es violación. Violar (porque no hay otra palabra) a una mujer porque camina sola por la calle, es violación. Violar (otra vez) a una mujer porque usa un short corto, es violación.
Mientras El Otro Yo sigue promocionando sus próximas fechas y defendiendo a Cristian Aldana en las redes sociales, éste sigue en prisión, donde esperamos que se quede.
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