«La poesía es un texto, todo escrito para abajo, cortito o más largo, en prosa, pero a la vez tiene otra parte oculta», sostiene Fernanda Laguna. Poeta, narradora y artista visual, señala que dentro suyo las múltiples disciplinas conviven «como si fueran un frente de personas caminando todas juntos hacia adelante y al mismo tiempo, pero independientemente». ¿Cómo encarar un poema? ¿Por qué es tan difícil que un público masivo lea o compre poesía? Esas y otras respuestas, en la siguiente entrevista.
Sobre la autora
Fernanda Laguna nació en Buenos Aires en 1972. Es artista visual, escritora y curadora. Fundó junto a Cecilia Pavón el espacio de arte y editorial Belleza y Felicidad, que funcionó entre 1999 y 2008. En 2003, abrió una sucursal de la misma galería en la villa Fiorito que aún sigue en actividad. Curó mas de 200 muestras en espacios independientes y museos de Argentina y del exterior, como el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Como escritora, publicó 30 plaquettes de poesía en diversas editoriales y los libros Me encantaría que gustes de mí (2006), Dame pelota (2009) y Control o no control (2012), todos por la editorial Mansalva.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #3 Washington Cucurto: “A la poesía no se la puede definir porque está cambiando todo el tiempo”)
-Para vos, ¿qué es la poesía?
-Es muy buena la pregunta, porque es del tipo «¿Qué es dios?», «¿Qué es el tiempo?» No sé… Puedo decir que la poesía tiene un lado visible y uno invisible.
-¿Cómo sería eso?
-Es como un cáliz o esas cosas sagradas, en el sentido de que un cáliz es una copa, pero también tiene un significado de uso que se vuelve otra cosa, algo oculto que en momentos se enciende. La poesía es un texto, todo escrito para abajo, cortito o más largo, en prosa, pero a la vez tiene otra parte oculta.
La poesía habla de las cosas que no se pueden nombrar ni decir. Las señala, pero siempre tiene esa cara oculta de lo que no se puede decir. Uno lo percibe, la onda es dejarte ahí en el trampolín para que te tires a un abismo, te deja preparado para ver eso
-¿Por qué oculta?
-Sería como lo innombrable. La poesía habla de las cosas que no se pueden nombrar ni decir. Las señala, pero siempre tiene esa cara oculta de lo que no se puede decir. Uno lo percibe, la onda es dejarte ahí, en el trampolín, para que te tires a un abismo, te deja preparado para ver eso.
-¿Cómo fue tu primer acercamiento al género?
-Escribí en el colegio un poema de amor, me parecía que era genial. Escribí solo uno porque me pareció tan genial (risas). Obviamente no lo era, pero me parecía increíble haber escrito uno. Después empecé a escribir por estar en la onda. Yo iba a la Pueyrredón (NdE: Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón) y tenía una compañera que leía a Bukowski y ese tipo de poetas. Entonces me contagiaba y empezaba a escribir cosas un tanto rebuscadas. Era pura forma, no sentía que hubiera nada especial ahí.
-Claro, estabas copiando un esquema ya conocido, ¿no?
-Exactamente, era solo la copa, sin lo oculto. Más adelante sí me pasó, cuando estaba pintando y tenía imágenes de cosas que quería hacer, pero llevaban mucho tiempo. Yo quería algo instantáneo, no tener que pintarlo. Nunca fui de dedicarme a aprender cosas, así que empecé a escribirlos, había movimiento. En la poesía hay movimiento y, para mí, esas cosas son misteriosas, en esos poemas cortitos que hacía había algo que pasaba.
-¿Cómo combinás la poesía con tus otras disciplinas artísticas?
-Las relaciono, pero un poco por separado. Es como si fueran un frente de personas caminando todas juntos hacia adelante y al mismo tiempo, pero independientemente.
Mis referentes fueron las personas que me rodeaban: Cucurto, Gabriela Bejeman, Cecilia Pavón, Francisco Garamona, María Moreno. Tampoco leo mucho, tengo un problema de concentración para leer
-¿Como si fueran paralelas que van hacia la misma dirección?
-Claro, compartiendo el mismo campo de batalla.
-¿Qué autores tenés como referentes?
-Mis referentes fueron las personas que me rodeaban: Cucurto, Gabriela Bejeman, Cecilia Pavón, Francisco Garamona, María Moreno. Tampoco leo mucho, tengo un problema de concentración para leer. Una vez Bejerman me dijo: «Un poema hay que leerlo muchas veces para entenderlo», pero yo en cambio leía un poema y ya entraba en un mundo. Me sale más leer subrayando, estudiando. Me produce mucha ansiedad leer lo de los otros, quiero saber qué va a pasar, me da miedo.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #10 Gabriela Bejerman: “Hay una especie de autodescubrimiento con la poesía y si no hay placer no está funcionando”)
-¿Y a la hora de armar tus libros tenés en cuenta eso que te pasa a vos?
-No, por suerte hay gente que sabe entregarse a la literatura y tiene una capacidad extraordinaria para leer. Me parece un gran talento.
-A la hora de escribir, ¿tenés algún mecanismo o rutina?
-No, creo que no. Para escribir poesía me tiene que estar yendo medio mal en la vida, tengo que tener el conflicto, algo dramático o por lo que sufrir. Tampoco me copa buscar el dramatismo, porque lo encontrás fácilmente en dos minutos. Eso sería algo programático tal vez, necesitar un drama o llenar la ausencia porque me falta alguien. Escribir es como una compañía.
Un poema te da flexibilidad. Cuando estás con un problema, estás pegado a eso, no podés ni girar la cabeza. Con la poesía lo alejás, creas un espacio entre vos y el problema
-Con eso último me hiciste acordar a Mariela Gouiric, que me dijo que escribir un poema sirve para entender algo que antes no comprendías.
-Un poema te da flexibilidad. Cuando estás con un problema, estás pegado a eso, no podés ni girar la cabeza. Con la poesía lo alejás, creás un espacio entre vos y el problema, lo que te da más flexibilidad para ver detalles. Es una función utilitaria de la poesía, pero no menor. ¿Para qué va a hacer uno algo que no le sirve? Aunque sea para que te sirvan para ser famoso. Hay gente que a la que le sirve escribir poemas para ser poeta.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #17 – Mariela Gouiric: “Escribir poesía es como una buena piña: cortita y al hígado”)
-¿Pero qué sería ser poeta?
-Escribir poemas (risas). No lo digo como algo malo igual el querer ser poeta, puede ser importante para alguien. Capaz queriendo ser poeta terminás escribiendo los mejores poemas del mundo.
-Se suele decir que la poesía «no se vende» dentro del mundo editorial. ¿Por qué creés que pasaría eso?
-Leer poesía no es para cualquiera… leyendo poesía no te vas a cagar de la risa y lo vas a querer leer tres veces. No se vende porque trabaja con una parte que está muda, no está dicha, y eso genera una especie de conexión con algo extraño que no siempre querés ver. El poeta está siempre bordeando las cosas antes de decirlas y eso no es espectáculo, no te deja recibir de forma pasiva. De todas formas hay muchos géneros que no se venden más allá de la poesía, que tienen sus grupos muy minúsculos. La poesía es under.
Leer poesía no es para cualquiera… leyendo poesía no te vas a cagar de la risa y lo vas a querer leer tres veces. No se vende porque trabaja con una parte que está muda, no está dicha, y eso genera una especie de conexión con algo extraño que no siempre querés ve
-La poesía puede cargar con una fama de inaccesible que le juega en contra en cierto punto.
-Claro, hay poemas míos que son hiper accesibles, pero, en algún punto, que sean tan accesibles te deja preguntando: «¿Y acá cuál es la onda?» No es la accesibilidad de Rambo, a lo sumo te podés servir de lo accesible en la poesía para traficar otra cosa.
-¿Por qué te desdoblás a la hora de escribir narrativa con el heterónimo Dalia Rosetti?
-Al principio era como un juego, pero también es una forma de ser otra persona. Dalia Rosetti no tiene un hijo, por ejemplo. Puedo empezar a escribir y alejarme de mí misma. En la poesía está todo mi mundo, es re yo. En cambio con Dalia soy otra y escribo desde ella.
-Es decir, no es sólo meterte en la piel de los personajes, sino también de otro escritor, ¿no?
-Sí, porque en ese momento mi cabeza es otra, no existe lo que es mi mundo. A veces me sorprende cuando la gente escribe sobre otros y como otros tan fácilmente. Yo necesito ser yo, no puedo escribir como otros. Si yo tengo que escribir siendo un perro, firmaría el libro como un perro. No puedo escribir en tercera persona.
-¿Cómo te llevás con que la poesía de los 90’s sea tan leída ahora?
-Siempre se lee, se valoran cosas que están en otras generaciones. Con tu generación uno es más dubitativo. Lo que sí se generó en los 90’s fue la tendencia de hacer libritos entre todos, a vendérnoslos entre nosotros. Había mucho de juego en eso, un poco punk, ver quien tenía el peor libro (risas). No era copiar, nos colectivizábamos las cosas. Las lecturas también tenían lo suyo, llevarlas como si fueran espectáculos de rock, sobre todo teniendo en cuenta que se hablaba de cosas cotidianas. Me gustarían que volvieran esos tiempos…
Siempre se lee, se valoran cosas que están en otras generaciones. Con tu generación uno es más dubitativo. Lo que sí se generó en los 90’s fue la tendencia de hacer libritos entre todos, a vendérnoslos entre nosotros. Había mucho de juego en eso, un poco punk, ver quien tenía el peor libro
-Y de «Belleza y Felicidad», ¿qué recuerdos tenés?
-Era algo muy lindo y divertido. Había mucho humor en los libros que hacíamos, por más de que escribiéramos sobre cosas tristes. Traficás sentimientos usando el humor, evitás que te tomen tan en serio. Yo escribía para otro mundo, de extraterrestres. A veces, si el mundo te hace sufrir, necesitás crearte otro.
(Leer nota relacionada: ¿Qué es la poesía? #16 – Cecilia Pavón: “La poesía es algo abierto, no un producto al que se le puede hacer marketing”)
-¿Tenés contacto con el movimiento de lecturas que se hacen ahora?
-Sí, voy, pero son más largas ahora, no hay humano que resista (risas). Me cuesta escucharlas a veces, pero tienen ese encanto: a veces no oís nada, pero la gracia es estar ahí, en el ambiente. Eso también es la poesía, poder ir a hacer cualquier cosa y no estar escuchando todo. Si estuviera atendiendo todo el tiempo, lo odiaría. Pero si estoy contenta, lo que llego a escuchar lo disfruto mucho más.
-¿Y con el slam?
-Vi algunas cosas, me encanta. Igual competir no sé si me animo ahora.
Hay que desarrollar la confianza en el gusto propio y así a algún lado vas a llegar.
-¿Cómo pensás que interviene en la escritura la posibilidad de poder compartirlo al instante (ya sea en Facebook, un blog, Youtube) y que la gente lo vea?
-Nunca fui de usar las redes para escribir poemas, porque tiene eso del jurado instantáneo. Facebook permite recibir respuestas que realmente no se si quería. Si escribo algo ahí es porque en cierto modo ya estaba pensado para Facebook. No sabría interpretar los «Me gusta» por ejemplo, me obsesionaría un poco.
-¿Qué consejo le darías a alguien que quiere empezar a escribir poesía?
-Que se la crea y que no piensen en hacer las cosas bien. Ir para adelante y no juzgar tanto lo que uno hace. Hay veces que uno escribe algo y después de un tiempo te das cuenta de que era genial. Hay que desarrollar la confianza en el gusto propio y así a algún lado vas a llegar.