El domingo pasado, Matías Alé visitó a Susana Gimenez en el living de su show transmitido por Telefé. Ahí, al aire, en vivo y en directo en el horario de máximo raiting, “La Su” lanzó un comentario homofóbico: “Te gustan las minas. Peor sería que te gusten los hombres.” Y para culminar la frase célebre con una última “fe de erratas”, agregó: “PERO DE VERDAD”. Ante esto, la comunidad LGBTIQ convocó a un “Escrache Putazo” el próximo domingo 2 de octubre en Estudios Pampa-Telefé (Entre Ríos 1800, 1640 Martínez). La convocatoria será a las 21:30 horas y durará todo lo que dura el programa.
La homofobia ya no se perdona. Y mucho menos si proviene de una figura pública que hace más de 30 años que lidera el raiting de las audiencias en los medios de comunicación masivos que consumen miles de familias en la mesa, y entre ellos, niñxs que aún se están formando en su educación por la diversidad. Aunque muchos suelen perdonar a “La Diva” porque «fue un chiste», porque “ella no lo dice con maldad”, como si se tratara de cosa de moral, de ética o de una discusión de pasillo, hay que recordar que Susana Giménez cuenta con un historial de homofobia en sus programas.
Sin ir muy lejos, en 2011, a tan solo un año de ser sancionada la Ley de Matrimonio Igualitario en el país, Susana reaccionó ante un sketch de la Abuela, personaje interpretado por Antonio Gasalla, y expresó que le daría “asco” estar con otra mujer. Ante el repudio de toda la comunidad y la carta documento que le envió Claudia Castro (en ese momento vicepresidenta de la FALGBT), en su programa siguiente, ‘la diva’ intentó arreglarla diciendo que “no se va a poder hablar de nada si todo el mundo se ofende”.
Es hora de que Susana Giménez se haga cargo de sus sucesivos comentarios porque nadie más permite que la -dudosa- ‘ignorancia’ sea el camino hacia la omnipotencia. Es hora de que las figuras públicas se responsabilicen por su rol y que tomen posición consciente del lugar que ocupan. Es hora de que sepan que, del otro lado, las audiencias activas ya no perdonamos.
Si “todo el mundo se ofende”, dijo, refiriéndose despersonalizadamente a esa comunidad LGBTIQ que día tras día lucha arduamente para que ningún Marcelino Perkins vuelva a ser «suicidado» por el bullying homofóbico de una sociedad machista, para que ninguna otra pareja de mujeres vuelva a ser echada de un bar por darse un beso, para que #NiUnaMenos muera o desaparezca, para que las compañeras travestis no tengan que dar explicaciones cada vez que quieren ir al baño, para que se haga valer la Ley de Identidad de Género, para honrar la lucha de Diana Sacayán.
En fin, para que los derechos humanos dejen de ser privilegio de unos pocos, blancos que cumplen con la heteronormativa y que reproducen perfectamente y sin ningún tipo de cuestionamiento al sistema patriarcal.
El comentario moralista se termina cuando aparece la homofobia. Entonces, “ella no se da cuenta de lo que dice”, “ella lo dice sin maldad”, “ella es ignorante”, “ella lo dijo por decir”, “pero, es Susana”, son los nuevos modos de acompañar expresamente al discurso discriminatorio que, otra vez, tan insertado en la médula del lenguaje, sale como vapor y se pierde en el sopor de un “apoyo incondicional” a “la diva”. Un apoyo porque “su trayectoria así lo merece”, cuando es esa misma trayectoria la que debería reclamarle responsabilidad social, responsabilidad cultural, responsabilidad cívica, sensible y consciente de la actualidad de los derechos adquiridos.
Ningún comentario es inocente. Una vez que el discurso se puso en circulación en los medios de comunicación dominantes, dueños de la palabra pública y encargados de avasallar el discurso de las minorías, entonces la vida de todos está en riesgo. Estamos cansados de ser agredidos por una cultura asesina.
Es hora de que Susana Giménez se haga cargo de sus sucesivos comentarios porque nadie más permite que la -dudosa- ‘ignorancia’ sea el camino hacia la omnipotencia. Es hora de que las figuras públicas se responsabilicen por su rol y que tomen posición consciente del lugar que ocupan. Es hora de que sepan que, del otro lado, las audiencias activas ya no perdonamos.
Ningún comentario es inocente. Una vez que el discurso se puso en circulación en los medios de comunicación dominantes, dueños de la palabra pública y encargados de avasallar el discurso de las minorías, entonces la vida de todos está en riesgo. Estamos cansados de ser agredidos por una cultura asesina.
La homofobia es un crimen que ya no perdonamos.
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