El tema cobró estado público cuando en abril de este mismo año, Julieta denunció por primera vez haber sido víctima de violencia de género por parte de Dante Palma, filósofo, docente universitario, ex panelista de 6,7,8 y, también, su ex pareja desde principios de 2015. No obstante, los comentarios de Julieta sobre el acoso y las actitudes violentas de Palma se habían iniciado tiempo atrás en las redes sociales, en donde la denuncia no tardó en volverse viral y en desatar controversias.
Inmediatamente después de la publicación de la periodista en sus redes sociales, la UNSAM (Universidad de San Martín), instituto donde Palma tenía un cargo como docente del cual fue posteriormente suspendido, contactó a Julieta y la derivaron con una representante del Programa Contra la Violencia de Género de la Universidad para que la ayudara a iniciar una denuncia formal y a poner en marcha una investigación.
Desde esa primera denuncia hasta hoy, algo es certero: Julieta aprendió que la violencia de género no implica, solamente, el maltrato físico; que la dominación puede darse y se da, la mayoría de las veces, en el plano simbólico y psicológico; que a pesar de estar en una relación formal, el maltrato físico o verbal, el acoso, el abuso o cualquier tipo de imposición de una dominación, también implican violencia de género.
Por supuesto, el discurso privilegiado de Dante Palma por el hecho primero de ser hombre, y por el hecho segundo de ocupar un cargo prominente en el mundo intelectual-académico y mediático, desestimó la denuncia de Julieta. No solo bloqueó cualquier tipo de discusión mediática al respecto, sin haber intentado una disculpa pública, sino que ni siquiera intentó aclarar el asunto y llamó al silencio en nombre de su “vida privada” para intentar ahogar a la voz denunciante.
“Es importante saber que, en ese momento, ignoraba por completo qué era la violencia de género y no me consideraba una víctima de ese tipo ya que, para mí, los abusos sexuales dentro de las parejas no eran posibles. También, es necesario tener en cuenta el grado de desesperación y angustia en el cual me encontraba. (…) Para ese entonces, la relación se había tornado tóxica para mí, y él me había amenazado con volver una y otra vez, lo cual me perturbaba porque era tal la manipulación que ejercía sobre mí que temía no poder alejarme jamás. Palma era muy receloso de su vida privada, jamás me permitió hacer público nuestro noviazgo, por lo que yo sabía que, al mencionarlo en mis redes sociales, era muy probable que él se asustara y dejara de acercarse a mí”, escribió Julieta en un informe que puso en circulación por Internet en donde cuenta lo sucedido y en donde muestra sus denuncias al ex panelista de 6,7,8.
Después de haber hablado con otras víctimas de violencia de género, con la representante del Programa Contra la Violencia de Género de la UNSAM, y con sus amigos y familiares, la víctima de Palma inició una denuncia civil en la Oficina de Violencia Doméstica. Ese día, Julieta fue acompañada, además, por Silvina Camino, pareja de Dante desde 2008 hasta 2011 que declaró haber sufrido el mismo tipo de abusos por parte de él.
«Palma era un tipo violento y era un violador. No solamente suceden violaciones con personas desconocidas, también puede haber violaciones dentro de una relación de pareja. La relación estaba atravesada por todo tipo de maltrato, físico, verbal, psicológico.«, dijo Camino (testimonio tomado del diario La Nación online 08-04-16).
Todo lo que obtuvo Julieta fue una orden de restricción de 60 días, que luego se extendió 30 días más para ambos, ya que Palma argumentó que ella se presentaba en sus lugares de trabajo y lo “provocaba”. “En ese momento, los abogados que me asesoraban me aconsejaron no instar una denuncia penal, ya que consideraban que él contaba con más poder económico y social y que, por lo tanto, era ‘inútil’”, declaró en el mismo documento citado anteriormente.
Por supuesto, el discurso privilegiado de Dante Palma por el hecho primero de ser hombre, y por el hecho segundo de ocupar un cargo prominente en el mundo intelectual-académico y mediático, desestimó la denuncia de Julieta. No solo bloqueó cualquier tipo de discusión mediática al respecto, sin haber intentado una disculpa pública, sino que ni siquiera intentó aclarar el asunto y llamó al silencio en nombre de su “vida privada” para intentar ahogar a la voz denunciante.
Fue recién el 30 de junio de 2016 cuando Julieta se presentó nuevamente en la OVD, pero esta vez para iniciar una denuncia penal por abuso sexual, maltrato psicológico y extorsión (expediente n° 38160/2016, disponible en el Juzgado n° 42 y siendo tratado por la Fiscalía Número 14). A raíz de las sucesivas denuncias, surgieron testimonios de muchas estudiantes y ex-alumnas de Palma tanto en la UNSAM como en la UBA (Universidad de Buenos Aires), donde también es docente, que aseguraron haber sido acosadas, abusadas y extorsionadas por él durante las cursadas.
En la UNSAM se le inició un sumario, se citó a declarar a las víctimas ante el Tribunal Académico y se resolvió suspenderlo hasta que se terminara la investigación. En la UBA, por otra parte, el sumario se inició más trabajosamente, y fue la movilización en contra de su retorno a la institución por parte de los estudiantes lo que logró que las autoridades se vieran obligadas a eximirlo y a buscar un docente que lo reemplazara.
Este discurso dominante, discurso del patriarcado más pesado y conservador, discurso de la dominación machista que intenta imponer la sumisión femenina hasta el silencio, actúa en las capas más ínfimas del poder simbólico, de las maneras más microscópicas en la construcción cultural, y se reproduce todo el tiempo y en todas partes en una educación que no se pregunta, que no cuestiona y que no critica el lugar privilegiado del hombre en la sociedad, ni el discurso hegemónico patriarcal, ni la violencia machista.
Pero a pesar de todas las denuncias y movilizaciones, Palma todavía mantiene su lugar privilegiado de poder en los medios de comunicación hegemónicos desde donde pone en circulación la voz de la dominación masculina a través de su palabra. Es un discurso que, todavía hoy, hace que más de uno se replanteé cuál es el límite difuso que condena a alguien al lugar del abusador y a otro al lugar del abusado, ya sea por maltrato físico o psicológico, y que pone en cuestionamiento a la voz femenina. Un discurso para el que todavía sigue siendo más fácil decir “que ella lo provoca”, “que algo habrá hecho”, “que de algún modo iba vestida”, “que si era la novia, entonces, quería”.
Este discurso dominante, discurso del patriarcado más pesado y conservador, discurso de la dominación machista que intenta imponer la sumisión femenina hasta el silencio, actúa en las capas más ínfimas del poder simbólico, de las maneras más microscópicas en la construcción cultural, y se reproduce todo el tiempo y en todas partes en una educación que no se pregunta, que no cuestiona y que no critica el lugar privilegiado del hombre en la sociedad, ni el discurso hegemónico patriarcal, ni la violencia machista.
Acá decimos, no hay duda, se trata de violencia de género. El abuso verbal y la manipulación psicológica también es violencia machista. La pregunta es: ¿vos, hasta cuándo vas a dudar?