Los poemas que forman parte de Violencia doméstica (Santos Locos, 2016) de Walter Lezcano muestra una faceta conocida de la poesía: la denuncia. Sin embargo, Lezcano se aprovecha de su estilo potente para no caer en un estilo panfletario, logrando mostrar que la poesía y la violencia comparten, al menos, una característica: se encuentran en todos lados de manera domesticada.
Sobre el autor de la reseña
Walter Lezcano nació en Goya, Corrientes, en 1979. Es docente y periodista freelance. Colabora en Tiempo Argentino, Ni a palos (suplemento joven del diario Miradas al Sur), Brando, Rolling Stone, Revista Ñ, Eterna cadencia y Crisis. Es editor en Editorial Mancha de Aceite, la primera editorial de San Francisco Solano. En ficción publicó Los mantenidos (Funesiana, 2011), Tirando los perros(Gigante, 2012), Los Wachos (Editorial Conejos, 2015), entre otros. Algunos de sus libros de poesía son: 23 patadas en la cabeza (Eloísa Cartonera, 2015), La vida real (Viajera Insomne, 2015), El condensador de flujo (La carretilla roja, 2015).
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Una violencia apta para todo público
Vivir a un ritmo acelerado pero insistir en el viejo vicio de frenar y repensar las cosas para buscarle algo de sentido. Esa parece ser la idea matriz que guía al poemario Violencia doméstica (Santos Locos, 2016) de Walter Lezcano, donde cada escena cotidiana, inclusive el amor, puede mostrar toda esa violencia que trae envasada.
Con un tono reflexivo pero potente y sin rodeos, Lezcano invita al lector a introducirse dentro de su estilo particular donde la poesía y la narrativa parecen entremezclarse, armando distintos relatos que seducen y guardan ese golpe poético que impacta de lleno en el mentón.
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En ese sentido, la idea que guía a Violencia doméstica puede verse en las palabras del propio autor: «A veces caigo en la trampa/ de buscarle/ sentido a todo». Sin embargo, esa búsqueda no es tranquila, no está planificada, no tiene un plan previo. Lezcano propone un método mucho más caótico, acorde a su escritura: una búsqueda violenta, desordenada, capaz de acomodarse a las distintas escenas que por cotidianas no deja de sorprendernos.
Ahora bien, esa vertiginosidad en los poemas de Lezcano no descuida momentos de preciosismo, de decir la palabra justa en el momento oportuno y dejar de lado las facilidades que ofrecen los lugares comunes. Para muestra, basta un botón: «antes de respondernos pasó/ otra vez/ lo de garchar/ lo de vivir/ lo de saber que la poesía/ es contar lo que no se puede/ hablar con nadie». Justamente esa tensión entre lo personal -la poesía- y la vida diaria- la violencia- es la que Lezcano usa de puntapié inicial para echarse andar.
Los poemas de Violencia doméstica, en definitiva, son un relato sin complejos a la hora de pensar el por qué escribir poesía en un contexto donde nadie la está esperando. En definitiva, tal como dice Lezcano «La poesía/ nunca debería/ parecer poesía».