Marcelo Savignone es un actor, director, creador y docente de amplia trayectoria en el mundo teatral en general, y en el circuito del teatro independiente en particular. Puede decirse que la osadía, la experimentación y la constante búsqueda de excelencia, calidad y nuevas formas de expresión son sellos que han marcado su camino profesional. Este año presenta dos obras sustentadas en el ejercicio de la improvisación: En sincro y Ahora, que toman al cuerpo del actor como eje central del despliegue escénico y recuperan las raíces de la tradición teatral.
En sincro es un show que Savignone ya presentó en otros tiempos y este año celebra su primera década; a razón de los festejos, el actor convocó a tres excelentes músicos para que lo acompañen en esta aventura: Pablo Bronzini en piano, Víctor Malagrino en teclado y Andy Menutti en percusión. Este show que se presenta al modo de un recital de rock, puede verse todos los sábados a las 00.30 hs. en El Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 943). Si el espectador llega un rato antes al teatro, podrá tener la oportunidad de tomar un trago o un café en la barra, y participar activamente del vértigo y del fenómeno de la instantaneidad de este show junto a Marcelo Savignone.
Un rato antes del inicio de la obra, un asistente se acerca al público y pide títulos o letras de canciones que luego serán utilizadas por el actor como insumo básico a la hora de generar los climas, tejer las tramas y construir los diversos personajes de esta obra que, por supuesto, es única e irrepetible cada noche. La música acompaña a los espectadores en su ingreso a la sala, Savignone bebe unos tragos de agua, respira profundo y… ¡comienza la función! Los músicos proponen y el cuerpo del actor dispone. Ahora parte de la misma premisa, pero lo que se les solicita a los espectadores cada domingo a las 20.30 hs. en el hall de La Carpintería (Jean Jaures 858) no son canciones sino refranes populares, proverbios, frases recurrentes o incluso fragmentos de sueños. Aquí Savignone es acompañado por la batería de Malagrino, y juntos componen los diversos climas escénicos por los que transita esta pieza que, además, ha sido concebida como un homenaje a la Commedia dell’ Arte. Se trata de un viaje que nadie sabe adónde conducirá.
En sincro está sustentada fundamentalmente en la creación de relatos, en el encadenamiento virtuoso de episodios insólitos que viran conforme a lo que el público trae a escena; Ahora se apoya sobre todo en la solidez de sus personajes, en la descripción de perfiles y en la artesanía de los gestos, movimientos y voces que definen a cada una de las criaturas que emergen cada noche y remiten a la tradición de la Comedia del Arte, al ritual y a lo sagrado del hecho teatral: el adorable Arlequín, el malicioso Pantaleón, el duro Capitán y el sabio Doctor. Todos ellos caminan por la cuerda floja y oscilan permanentemente en la dualidad, e incluso en la contradicción.
Pero tanto un espectáculo como el otro comparten lo que quizás sea el recurso esencial del que dispone el actor en escena: el cuerpo. El cuerpo y la acción, el hacer como punto origen más simple y concreto, el cuerpo dispuesto a moverse al ritmo del vértigo de ese aquí y ahora que se propone en cada función. Porque, en definitiva, en estas piezas el movimiento y la palabra anteceden a su propio sentido; primero el actor mancha la tela, y luego se dedica a desmadejar los significados presentes en la composición del cuadro escénico-narrativo.
Tuvimos la oportunidad de charlar con Marcelo Savignone en su propio espacio teatral: Belisario Club de Cultura. En plena avenida Corrientes, entre bocinazos y transeúntes apurados, el Belisario parece ser un lindo refugio del vértigo urbano. Savignone se descalza y se abre a la charla.
— En La Primera Piedra todos provenimos del campo de la Comunicación, así que nos interesa interpelar al teatro desde ese ángulo. ¿En qué medida creés que el teatro constituye un fenómeno comunicacional en sí mismo?
— Yo pienso que el teatro se hace cuando se encuentra con el otro, con el espectador. El actor tiene el privilegio de poder decir algunas cosas que le interesa comunicar.
— Tu labor parte de lo simple y lo concreto, ¿qué vínculo creés que tiene tu forma de trabajo con el universo de lo popular?
— Lo popular para mí es muy importante a la hora de sacar la cultura de una zona elitista y devolvérsela a quien le pertenece: a toda la sociedad. Lo simple, lo concreto, lo esencial, la poesía, son cosas que nos involucran y nos reflejan a todos. Me parece que es muy importante que el teatro no pierda de vista por qué surgió, sus orígenes, para seguir colaborando en la construcción de una sociedad desde su grano de arena, porque por algo sigue existiendo.
Lo popular para mí es muy importante a la hora de sacar la cultura de una zona elitista y devolvérsela a quien le pertenece: a toda la sociedad
— ¿Por qué creés que seguimos necesitando de esta particular forma de expresión?
— Está presente la idea de aportar a la tradición teatral, al oficio del actor; los comediantes del arte fueron quienes comenzaron a hacer de nuestra profesión un oficio, algo redituable, y en ese sentido me parece sumamente importante no olvidar nuestro pasado. Nosotros hacemos teatro porque otros lo han hecho y quizás otros lo hagan porque nosotros lo hacemos hoy. He trabajado con autores como Chejov o Shakespeare que pertenecen a nuestra tradición occidental, pero también incorporo las máscaras balinesas que están ligadas a la tradición oriental. El actor que se prepara y trabaja es parte de los lemas y de la filosofía en mi trabajo y en este espacio.
— ¿Cómo concebís al actor en la escena desde esa modalidad de trabajo?
— El actor como principio del teatro, el actor que después deja venir al dramaturgo y al director; el actor como instrumento, como el purificador de la sociedad según Aristóteles, aquel que produce la identificación y deja ver la catarsis. La resonancia de ese instrumento, su afinación, el uso; no el virtuosismo, sí el saber usarlo. Todas esas cuestiones pertenecen a mi búsqueda como artista, aunque a veces pueda resultar anti-vanguardia, pero yo desconfío mucho de las vanguardias. Creo que en una sociedad que tiende a ser cada vez más superficial, la tradición es una forma de no olvidar lo esencial, lo sagrado, la fiesta, el ritual.
— ¿Qué lugar ocupan las máscaras en tu creación?
— Las máscaras sirven para develar el interior; son un pretexto, como los títeres. Se usan para abrir no sólo al actor, sino también al espectador. Para el público esto no es algo habitual porque es anti-moda, anti-arreglos entre embajadas y es políticamente incorrecto, por suerte…
— ¿Cómo es la interacción con el público? ¿Cuán diferente es una función a otra?
— Única e irrepetible, en todo sentido. Ojalá que también quienes vienen puedan comprender la labor que hay detrás de esto, porque se trata de crear una obra cada vez. Es un espectáculo particular, y por eso la mirada debe estar atenta a ese fenómeno particular que es valioso en sí mismo, porque nos da la posibilidad de crear en el momento, es la libertad más allá de muchas cosas. Sólo por eso ya es valioso hacerlo.
Me gusta pensar que la vida tiene que ver con la improvisación, con estar atento a las pequeñas transformaciones de la rutina, con crear cada momento, capturar el instante.
— ¿Qué grado de apertura creés que tienen los espectadores que asisten?
— Depende. Los prejuicios son una forma de existir, entonces a veces la primera etapa está destinada a debilitar los prejuicios y a sincerarnos, como en cualquier encuentro.
— Con respecto a la improvisación como uno de los elementos esenciales en tu trabajo, ¿cómo la definirías?
— Para mí la improvisación es una forma de vida. Me gusta pensar que la vida tiene que ver con la improvisación, con estar atento a las pequeñas transformaciones de la rutina, con crear cada momento, capturar el instante.
Yo creo que el teatro no se puede ir de la sociedad; el teatro reacciona a su contexto. Y frente a lo que está pasando hoy, el teatro no puede hacer oídos sordos, porque le pertenece a la sociedad
— Como formador de actores, ¿cómo ves a las nuevas camadas que llegan a tu espacio?
— A mi escuela llega gente con cierta referencia de lo que hago, pero acá hay de todo: gente con mucho o poco reconocimiento. Pero claramente no vienen a aprender cómo pararse en un casting, sino cómo pararse en un escenario, o bien a reencontrar el significado de pararse arriba de un escenario, que es el espacio donde nació el actor. Acá venimos a encontrarnos con la tradición teatral, con el oficio del actor; esto es algo que necesita ser cuidado, porque en estos tiempos algunos empezaron a confundirlo con “ser famosos”, y esto poco tiene que ver con el oficio del actor.
— ¿Cómo ves la escena teatral porteña?
— Me parece que hay muy buen teatro en Buenos Aires. Creo que la dificultad está más en quienes marcan la agenda del teatro que en el teatro mismo, quienes dicen cuáles son las obras que hay que ver o los lugares a los que hay que ir; esos son los que dañan la posibilidad de que se conozca todo el teatro que hay en Buenos Aires.
Creo que en un momento donde se tiende a lo individual, hay que apostar a lo colectivo, porque es la única salvación.
— ¿Cómo se vive esto en el campo del teatro independiente?
— Bueno, todo cuesta más. Una mala crítica para nuestro teatro tiene un costo altísimo porque quizás es la única difusión que tenemos. Muchas veces quien critica comete un acto irresponsable al no poder ver el trabajo que hay detrás del teatro alternativo. El espectáculo puede ser malo o bueno, Van Gogh se murió pensando que era malo… Es claro que el arte nunca estuvo en buenas manos. Creo que en un momento donde se tiende a lo individual, hay que apostar a lo colectivo, porque es la única salvación. Todos formamos parte del engranaje teatral: el que tiene una sala de teatro, el que da una clase, los actores, los directores, la crítica. Eso nos invita a hacernos cargo.
— ¿Cómo pensás al teatro inserto en lo social? ¿Qué implica ir a ver teatro y hacer teatro hoy?
— Yo creo que el teatro no se puede ir de la sociedad; el teatro reacciona a su contexto. Y frente a lo que está pasando hoy, el teatro no puede hacer oídos sordos, porque le pertenece a la sociedad. Tenemos la posibilidad de iluminar un poco aquello que se quiere callar, tratar de poner en palabras lo que se quiere ocultar. Y eso es fiesta dionisíaca, no apolínea.
— Si tuvieses que decirle a alguien por qué tiene que ver estas obras, ¿qué le dirías?
— Porque no va a ver nada igual. En sincro y Ahora pertenecen a una búsqueda auténtica.
FUNCIONES
EN SINCRO: Sábados a las 00.30 hs. en El Picadero (Psje. Enrique Santos Discépolo 943)
AHORA: Domingos a las 20.30 hs. en La Carpintería (Jean Jaures 858)
FICHA TÉCNICA DE AHORA
Concepto e idea: Marcelo Savignone y Alfredo Iriarte
Dirección: Marcelo Savignone
Elenco: Marcelo Savignone + Víctor Malagrino
Asistencia y colaboración artística: Sergio Berón/Entrenamiento de máscaras: Jorge Costa/Escultor de máscaras: Alfredo Iriarte/Sombreros y accesorios: Gabriela Guastavino/Realización de títeres: Alfredo Iriarte y Gabriela Guastavino/Vestuario: Mercedes COlombo/Iluminación: Ignacio Riveros/Escenografía: Mirella Hoijman/Gráfica: ED/Community Management y video: Belén Robaina/Prensa: Marisol Cambre/Fotografía: Cristian Holzmann/Realizaciones: Ariel Vaccaro/Producción ejecutiva: Sebastián Romero/Producción general: Producciones Belisarias
FICHA TÉCNICA DE EN SINCRO
Dirección: Marcelo Savignone
Actuación: Marcelo Savignone
Músicos en vivo: Pablo Bronzini, Víctor Malagrino y Andy Menutti
Vestuario: Mercedes Colombo/Iluminación: Luciano Cohen/Asistencia de dirección: Sergio Berón/Fotografía: Cristian Holzmann/Diseño: ED/Prensa: Marisol Cambre/Community Management: Belén Robaina/Producción ejecutiva: Sebastián Romero/Producción general: Producciones Belisarias