Una de las buenas opciones que ofrece la cartelera teatral porteña en este crudo invierno es la versión de la obra Casi un feliz encuentro de Griselda Gambaro, dirigida por Alejandro Vizzotti y protagonizada por Sonia Novello y Claudia Mac Auliffe, en El Kafka Espacio Teatral (Lambaré 866). Ofrecemos aquí una pequeña degustación para que puedan ir armando el menú cultural en estos días de frío.
Dos hermanas; un encuentro. Así podría resumirse —muy escuetamente, claro está— la obra de Griselda Gambaro, que adquiere todo su peso dramático en las metamorfosis casi imperceptibles de sus personajes. Tona (Claudia Mac Auliffe) y Laura (Sonia Novello) son dos hermanas que se reencuentran después de mucho tiempo, tras la muerte de sus padres. Tona ha vivido siempre en Argentina y ha dedicado su vida entera al cuidado de sus padres, haciéndose cargo de ellos y brindándoles protección hasta el fin de sus días. Laura, en cambio, ha vivido buena parte de ese tiempo en Francia (“París, el Sena y los bulevares”, tal como achaca su hermana cada vez que se le presenta la oportunidad), y en los peores momentos ha estado completamente ausente de la casa familiar.
Ahora que sus progenitores han fallecido y ya no queda nadie por cuidar, sus lazos parecen volverse más débiles y difusos aún. Tona se ha mudado a un departamento más pequeño y Laura ha regresado de su larga estadía en Francia. Pero, ¿por qué justo ahora? ¿Qué busca Laura? ¿Qué espera Tona? En esos dilemas se juega gran parte del conflicto que plantea Gambaro, pero, como en toda buena dramaturgia, es en esos conflictos de superficie donde se ocultan las tramas más profundas. En ese regreso mora parte del enigma de esta obra, y el camino que guía a los espectadores hacia ese descubrimiento está plagado de tensiones, aunque sin perder de vista el tono humorístico. Un humor inquietante, oscuro, en algún sentido ácido por su misma profundidad. Y es que estos personajes, por momentos, ostentan una ridiculez que oscila entre lo trágico y lo grotesco. Hay aquí una solemnidad desgarrada, un recato perdido, una risa nerviosa. ¿Por qué reímos con la ironía de Tona? ¿Por qué nos compadecemos de Laura? ¿Qué tipo de identificación despiertan estos personajes? En la compleja relación de estas dos hermanas hay algo de nuestros propios lazos familiares y sociales.
Dos hermanas; un encuentro. Así podría resumirse —muy escuetamente, claro está— la obra de Griselda Gambaro, que adquiere todo su peso dramático en las metamorfosis casi imperceptibles de sus personajes
Con una escenografía modesta, escasos (aunque suficientes) elementos en escena, un buen trabajo de iluminación y acertados detalles musicales, las interpretaciones de las actrices logran el mayor relieve en esta puesta. Mac Auliffe logra darle a Tona el tono justo (valga la redundancia); este personaje parece debatirse constantemente entre una resignación inofensiva y una malevolencia minuciosamente calculada. Novello, por su parte, compone su Laura en esa brecha que divide cierto aire de extranjería de los adorados recuerdos de infancia. Se trata de una historia densa, de esas con duros pases de factura y trapitos al sol; pero en el subsuelo late lo único que puede unir a estos personajes tan disimiles entre sí: la sangre.
Con una escenografía modesta, escasos (aunque suficientes) elementos en escena, un buen trabajo de iluminación y acertados detalles musicales, las interpretaciones de las actrices logran el mayor relieve en esta puesta.
Hablamos con Sonia Novello acerca del proyecto y esto es lo que nos contó:
— ¿Qué los motivó como compañía teatral a encarar este proyecto?
— Nos gusta el teatro de texto, trabajar con textos de autores clásicos, por así decirlo. Es un desafío respetar el texto tal cual, meterse un poco en el mundo del autor para entender la obra.
— ¿Cómo fue el trabajo de composición de tu personaje?
— Bueno, siempre agarrándome del texto, confiando plenamente en lo que dice y cómo es eso en mi cuerpo, cómo me resuena a mí, con lo que yo tengo/traigo… que es un poco inevitable. Pero siempre el texto «es la partitura», como dice nuestro director Alejandro Vizzotti. Ahí está todo, cuando aparece la duda, siempre ir al texto.
— ¿Qué desafíos te presentó?
— Fue / es un desafío en cada función, se va renovando… Trabajar un rol tan dual, tan opuesto al otro, en ese contrapunto, no me resultó fácil.
— ¿Cómo describirías a Tona y a Laura?
— Tona es un tren que no para. Es abrumadora, voraz, un poco neurótica del mundo que se construyó, a la vez con mucha capacidad de dar, de brindarse, aunque lo hace contando las moneditas… y no podía estar mejor presentada que con el histrionismo tan característico y tan personal de la actriz, Claudia Mac Auliffe. Laura es coqueta, es bastante introspectiva, no obstante muy sociable; de ahí que no tuvo pruritos en intentar hacer su vida en otro país, con una lengua que no conocía y relacionándose con diferentes personas, siempre tratando de echar raíces en ese otro lugar. Pero el pueblo francés le resultó bastante hostil, por eso terminó acercándose a otros inmigrantes —marroquíes— que estaban tan solos como ella. Laura y Tona tienen caracteres muy diferentes y se jactan de que así sea aunque, sin querer, al reencontrarse, notan que se peinan igual pese a que lucen muy diferentes en la vestimenta. Tona es más recatada en su vestir, mientras que Laura —la mayor— al lado de Tona se siente más moderna, más contaminada por el glam parisino, aunque vivía en un suburbio y gozaba poco de lo mejor de París, los bulevares… Además está enferma, y volver a encontrar a su hermana en esa condición la pone en un lugar de debilidad. Pero al ver que Tona no se puede quebrar y sigue aferrada a «lo que le tocó» —que, sabemos, hizo de eso su lugar en el mundo, ¡fue un programón!—, Laura siente que tampoco allí será su lugar de pertenencia.
— ¿Cuál es la recepción que percibís en el público respecto de la obra en general y de tu personaje en particular?
— El público, bueno, hay de todo, por suerte; rescatan diferentes cosas. La mayoría coincide en lo rico del vínculo construido entre estas dos hermanas, en el que más de uno se siente identificado, o conoce «a alguien que»… Gusta mucho la puesta, la distancia creada a partir de esa suerte de ring de boxeo que se juega en la alfombra —una composición creada por el director y el escenógrafo que nos ayudó a componer a nosotras desde ahí también— y, si bien hay quien va con la expectativa de encontrarse con la Gambaro de la primera época y no la encuentra en este texto, hay quienes rescatan que el mundo de estas dos hermanas está escrito por » una cazadora vieja y sabia» y lo valoran mucho. El mío es un personaje que no encontró su lugar en el mundo, es extranjera en el extranjero y también en su propio país, junto a su hermana. De ahí el encuentro que no se produce. Algunos sienten empatía con eso también.
Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera. Pero a veces la sangre y la ley no bastan para unir aquello que lucha por mantenerse separado. Una muy buena propuesta de Vizzotti a partir de la legendaria dramaturgia de Gambaro, de la mano de dos actrices que logran recrear con eficacia esas dinámicas entre hermanas donde todo parece estar dicho y, al mismo tiempo, por decir. La esencia de estos personajes habita en sus diálogos, en aquello que parece dicho al pasar. El espectador disfrutará de estas sólidas interpretaciones, reirá con la sorna de Tona y se preguntará por qué ha vuelto Laura. Para responder el interrogante, pueden acercarse a El Kafka.