Si hay algo que distingue a la cartelera teatral porteña es la inmensa variedad y amplitud en su oferta, sobre todo si ponemos el foco en las producciones del teatro independiente: tragedia, comedia, suspenso, humor, drama, grotesco, teatro físico, teatro ciego, teatro clásico, surrealismo, musicales, clowns, títeres, stand-up. En esta oportunidad, reseñamos dos opciones bien distintas que comparten la elevada calidad y una búsqueda por contar desde otro lugar.
En la piel se trata de una propuesta integral, que combina una dramaturgia sólida, una narración atractiva, una puesta fresca, grandes recursos humorísticos, algunos toques musicales y personajes inolvidables que oscilan permanentemente entre la ternura y el grotesco. Esta pieza de comedia escrita por Martín Bontempo y dirigida por Tadeo Pettinari, reúne muchos de los condimentos necesarios para desatar la carcajada y hacernos salir del teatro con una sonrisa dibujada en el rostro.
Aquí el autor retoma algunos elementos del tradicional cuento de La Cenicienta para mezclarlos con tópicos tan actuales como universales: los estrechos lazos de familia, el reencuentro entre parientes perdidos, la explotación de los trabajadores, la disputa femenina por el macho alfa y el anhelo de alcanzar la fama a través de presuntos talentos innatos. Pero todas esas líneas temáticas —algunas más profundas, otras más triviales— están teñidas por una forma que prioriza lo grotesco.
En esta obra los personajes son en sí mismos exacerbados, sus rasgos característicos están exaltados, los nudos argumentales en los que se ven envueltos son llevados al extremo y todo, absolutamente todo, está sobrecargado: la escenografía, el vestuario, los giros dramáticos, los modos de actuación. Y es justamente en esa exaltación donde reside la potencia de esta obra: aquí no hay vestigios de naturalismo, y la sola idea provoca risa.
La decadencia de tres viejas que ya no pueden valerse por sí mismas aunque alguna vez supieron luchar por amor, la necesidad de cuidar y ser cuidado, la oportunidad de estas damas pretendidamente aristocráticas de aventajar y explotar a su propio servicio doméstico, la ingenuidad de una jovencita provinciana y el reencuentro familiar, son la excusa perfecta para hablar de lo grotesco en todas sus formas porque, tal como lanza uno de los personajes arrastrándose por el suelo: “¡La puta vida! ¡Eso es el grotesco!”.
Alejandra Carpineti, Karina Hernández, Pablo Kusnetzoff, Luciano Ledesma, Mercedes Moreno, Camila Peralta y Sol Tester son los grandes artífices de esta gran propuesta que se enaltece con sus criaturas. Una comedia inteligente que lleva en sí misma la impronta de lo mejor del teatro independiente, que adquiere dimensión en sus personajes tan grotescos como entrañables y que no desperdicia la gran oportunidad de erigirse como crítica social desde ese lugar privilegiado que constituye el humor irreverente.
En la piel es una comedia inteligente que lleva en sí misma la impronta de lo mejor del teatro independiente, que adquiere dimensión en sus personajes tan grotescos como entrañables y que no desperdicia la gran oportunidad de erigirse como crítica social desde ese lugar privilegiado que constituye el humor irreverente.
Dos de desamor comprende dos obras cortas de Héctor Oliboni, quien nos propone una interesante mirada acerca de lo femenino, del amor, del desamor, del odio, del resentimiento y la desesperanza. En la primera —El color del día— se nos presentan dos amigas atravesadas por un amor y las secuelas de un accidente: en sus diálogos elusivos, distantes, áridos, subyace toda la carga dramática. El peso está, sobre todo, en lo no dicho. Al principio no sabemos quiénes son ni qué es lo que hacen allí, en medio de un patio, hablando de plantas y del color del día; no sabemos por qué se han separado por tanto tiempo ni por qué han vuelto a reunirse. Es en esa distancia imprudente y en la actitud recelosa de ambas donde mora el gran nudo dramático, que irá desmadejándose con el correr de los minutos.
Las piezas de Oliboni presentan una interesante propuesta dramatúrgica, actuaciones muy bien logradas, una idea clara de lo que se intenta contar y de cómo se pretende narrar
En la segunda pieza —La otra Dora— veremos la metamorfosis de un personaje que pretende referenciar a aquella primera histérica en la historia del psicoanálisis: una mujer que intenta tratar a sus pacientes y, al mismo tiempo, hace su propia catarsis frente a un cuadro de Sigmund Freud (el «maestro»). En un monólogo bien logrado que condensa sus traumas de infancia y los obstáculos de la vida adulta, Dora irá abriendo su psiquis y transformándose en otra versión de sí misma, eludiendo los mandatos paternos y el ego que esos preceptos le han ordenado construir. Aquí lo más interesante quizás sea la ambigüedad en la que se ve envuelto este personaje, la cuerda floja sobre la que intenta hacer equilibrio para no caer en la neurosis, la débil línea divisoria entre sus pacientes/clientes, el llamado desesperado a la proverbial figura del pater.
Las piezas de Oliboni presentan una interesante propuesta dramatúrgica, actuaciones muy bien logradas por Melody Llarens y Mariela Pizzo, una idea clara de lo que se intenta contar y de cómo se pretende narrar, un clima escénico que por brevísimos momentos declina pero que aún así no logra quebrar la organicidad de la puesta y, sobre todo, el rasgo de la sutileza, tan pertinente a la hora de hablar acerca de la femineidad.
En la piel puede verse los viernes a las 22.45 hs. en el Teatro La Carpintería (Jean Jaures 858). Dos de desamor puede verse en el Teatro del Pueblo (Av. Roque Sánez Peña 943) los sábados a las 21 hs. Dos opciones bien distintas de la cartelera teatral (una por el sendero de la comedia, la otra por las vías del drama); en ambas pueden observarse nuevas búsquedas y un camino de experimentación, decisiones sumamente valiosas por estos días.