En los textos que forman parte de Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo (Triana, 2014), Sam Pink hace un uso puntual del sarcasmo para obtener como resultado una poesía más dura que lo cotidiano mismo. Fiel al estilo directo de la poesía norteamericana y tomando recursos propios de la Alt Lit como un sarcasmo sin anestesia, Pink no tiene ningún miedo a la hora de escribir y alterar al lector para comprobar una vieja hipótesis: la poesía no necesita de más efectos especiales que su propia crudeza.
Sobre el autor
Sam Pink nació en Estados Unidos en 1984. Actualmente vive en Chicago. Es uno de los autores más renombrados dentro de la corriente literaria de la Alt Lit y es conocido por novelas como La dieta de los no hola, así como por sus artículos y colaboraciones con numerosos medios digitales. Además, Pink forma parte del grupo musical Depressed Woman.
Sus libros están disponibles a través de la Lazy Fascist Press.
Una poesía más dura que la realidad
Que la poesía norteamericana, muchas veces no tenida en cuenta en el ámbito literario de Argentina, tiene mucho para ofrecer no es ninguna novedad. La flexibilidad que la caracteriza y su estilo directo y -aparentemente- desinteresado de toda forma y pretensión, la convierten en un puño cerrado capaz de derribar a cualquier lector indiferente. Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo (Triana, 2014) de Sam Pink es un ejemplo más que claro de eso.
Más si se tiene en cuenta que, además de la historia literaria norteamericana, Sam Pink suele ser considerado uno de los referentes dentro de la corriente Alt Lit, considerada por su rapidez y un desencanto controlado que hace parecer un desinterés por toda forma de la antigua literatura. Como resultado de eso, Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo pone de manifiesto una poesía que se alimenta de distintos recursos y géneros para golpear en la mandíbula a un lector que no lo esperaba.
A veces coqueteando con la narrativa, otras con el teatro y también con breves prosas poéticas, Sam Pink va desplegando la crudeza que puede cargar en su interior la poesía sin ningún tipo de miedo o reparo para mostrar, en última instancia, que lo más duro que tenemos para afrontar es la realidad y la poesía es un espejo que la refleja. Sin embargo, ahí es donde reside el talento del autor, ya que logra algo más: una poesía más dura que lo cotidiano.
Para eso, en Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo propone un juego constante: ver la relación entre el mundo interno y el exterior. Sam Pink parece recordarnos que antes de tratar con cualquier persona, también tenemos que tratar con nosotros mismos y eso puede ser un karma difícil de superar. Sobre todo si tenemos en cuenta que es algo de lo que nunca vamos a poder escaparnos.
Por ejemplo, se puede leer: «Si algún día decido pegarme un tiro en la cabeza me aseguraré de llenarme la boca de papel picado para que se vea lindo para nadie». Ese desencanto domesticado y hasta naturalizado, mezclados con un sarcasmo e ironía constantes, hacen del libro de Sam Pink una poesía que es necesario leer: pocas veces se puede asistir a un infierno de sentidos y sentimientos desde la tranquilidad de un libro.
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