Hoy se cumplen 37 años del día en el que la última dictadura cívico-militar ordenó quemar un millón y medio de libros del Centro Editor de América Latina (CEAL) en un terreno baldío en la localidad de Sarandí, partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires. El hecho representó el atentado más grande registrado contra la cultura nacional y la culminación de un ataque sistemático a una de las editoriales más prestigiosas que existió en el país y en el continente. En esta nota, recordamos los orígenes del CEAL y las razones para mantener viva su memoria, más allá de las llamas.
Libros peligrosos
“Material subversivo y peligroso”. Así calificó el juez Héctor Gustavo de la Serna a un millón y medio de libros incautados del Centro Editor de América Latina (CEAL), la prestigiosa editorial que marcó una época para la literatura en Argentina y el resto del continente. Tres meses después, el 26 de junio de 1980, 24 toneladas de libros fueron trasladadas desde un depósito en la calles O’Higgins y Agüero, hoy Crisólogo Larralde, hasta un baldío en la calle Ferré, localidad de Sarandí, Avellaneda. Un oficial dio la orden y la obra del CEAL ardió en lo que con el tiempo se llegó a considerar una de las quemas de libros más grandes de la historia.
“Material subversivo y peligroso”. Así calificó el juez Héctor Gustavo de la Serna a un millón y medio de libros incautados del Centro Editor de América Latina (CEAL), prestigiosa editorial que marcó una época para la literatura en Argentina y el resto del continente.
La hoguera fue la máxima expresión de un historial de persecuciones que el Centro Editor sufrió a lo largo de la década del ’70. Los trabajadores eran intimidados mediante amenazas físicas, grupos comando que colocaban bombas en las instalaciones de la editorial y rígidos controles que intentaban obstaculizar sus actividades. Aquellos que trabajaban en el depósito donde se encontraban los libros fueron detenidos y liberados gracias a la intervención del fundador de la editorial, Boris Spivacow, que fue obligado a presenciar la destrucción del material.
Cabe destacar que el CEAL no fue el único blanco de ataques. La última dictadura cívico-militar instauró un plan sistemático de censura de los circuitos culturales y una persecución de autores y editores, que se realizó con el trabajo conjunto de quienes en ese entonces desempeñaban los cargos de ministros de cultura y educación. Con una oficina encargada de examinar libros y publicaciones y un equipo de inspectores que recorría librerías, se denunciaban y prohibían aquellos títulos considerados “cuestionables”. Hubo quienes, para salvarlos del olvido, los enterraron, escondieron o incluso modificaron sus portadas para que no fueran reconocidos por los censores.
«Más libros para más”: los orígenes de un legado
El CEAL fue fundado en 1966 por José Boris Spivacow, bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía. El proyecto nació luego de que Spivacow, hasta ese momento gerente general de Eudeba, se viera obligado a abandonar la editorial y la Universidad junto a cientos de profesionales e investigadores, después de la brutal represión del 29 de julio de 1966, que pasaría a la historia argentina como “La noche de los bastones largos”. Con escasos capitales aportados por amigos y conocidos, y un departamento prestado, se lanzó Serie del Encuentro, la primera colección de las 77 que agruparían los casi 5 mil títulos que el CEAL publicó hasta que cerró sus puertas en 1995, durante el gobierno de Carlos Saúl Menem.
Spivacow aplicó los mismos principios que habían transformado a Eudeaba en la editorial universitaria más importante de lengua española: ofrecer libros a precios accesibles a través de circuitos de distribución poco tradicionales que excedían las librerías y llegaban hasta los quioscos barriales.
Spivacow aplicó los mismos principios que habían transformado a Eudeaba en la editorial universitaria más importante de lengua española: ofrecer libros a precios accesibles a través de circuitos de distribución poco tradicionales que excedían las librerías y llegaban hasta los quioscos barriales. Bajo el lema “más libros para más”, el CEAL creó colecciones de gran calidad que perduraron por generaciones, de la mano de un equipo de reconocidos diseñadores, intelectuales y escritores argentinos como Oscar Díaz, Beatriz Sarlo, Aníbal Ford, Horacio Achával, Graciela Montes, Susana Zanetti y Jorge Lafforgue, entre muchos otros.
En sus casi tres décadas de vida, el CEAL constituyó una política social y cultural que representó un ámbito democrático de resistencia frente a la censura dictatorial. Con una impronta creativa y original, sus producciones formaron parte de una experiencia editora independiente que no perseguía el lucro, sino la multiplicación de los lectores de todas las edades, en los circuitos populares de Argentina y el resto de Latinoamérica. Los libros del Centro Editor marcaron una época y es por eso que, a 36 años de la quema de Sarandí, siguen presentes en la memoria de algo más de un millón y medio de lectores.
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Foto de portada: Muestra fotográfica «Memoria en llamas». Proyecto Memorias Encarnadas (2014-2015) del Área Memorias y de DDHH de la Secretaría de Extensión de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Entre Ríos.