En el libro No es la muerte de nadie (Wu Wei, 2015) de Gustavo Grazioli, se reúnen poemas como si fuera una antología de poetas jóvenes desencantados por los tiempos que corren y las promesas incumplidas. Sin embargo, son todos del mismo autor, el cual salta de distintos registros para tratar de hacer frente a una desilusión que las nuevas tecnologías no logran tapar. Con un estilo de disco de rock, Grazioli invita a un tour por los problemas y angustias que una generación todavía busca como sobrellevar.
Sobre el autor
Gustavo Grazioli nació en 1987 en La matanza, provincia de Buenos Aires. Comenzó y dejó la carrera de Comunicación Social para dedicarse solamente a la escritura empujado por la desesperación existencial. Motivado por esta decisión ha publicado cuentos en varias antologías y colaborar en publicaciones como NaN, Matavilela, Sudestada y Paco. Ha entrevistado a escritores de la talla de Enrique Symms, Alberto Laiseca, Gabriela Cabezón Cámara, Julián López R, Félix Bruzzone, Gonzalo Garcé, Mariana Enriquez y Walter Lezcano. Asistió a los talleres de Pedro Mairal y Pablo Ramos.
El desencanto generacional y la poesía
Dame algo tuyo, espontáneo. Ese verso de Gustavo Grazioli es quizás el resumen perfecto de No es la muerte de nadie (Wu Wei, 2015), el libro de poemas y breves prosas poéticas que ensaya el desencanto generacional hacia una época que aún no hizo lo que prometió ni resolvió los viejos problemas que nos aquejaban.
En ese sentido, Grazioli arma en su libro una suerte de falsa antología de poetas jóvenes, ya que se nutre de distintos registros y estilos para hablar de un mismo tema, deteniendo a veces la lupa más tiempo sobre el amor, el barrio, la madurez o una crítica sociedad que esconde el sabor amargo de un optimismo que no tuvo nunca un respaldo mayor.
A veces con ritmo frenético de lo contemporáneo, otras veces con un pie en el freno, Grazioli busca entender en qué momento algo salió mal. La esquina del barrio es el mejor lugar para entenderlo todo, sobre todo si la realidad es como dice el propio autor: la tragedia no es solo griega/ hace rato se hizo mundial.
Todos sentimos, alguna vez, que fuimos ese rock de las esquinas y que la pendiente no era tan alta, hasta que no se puedo esquivar más la realidad. Grazioli hace de su desencanto un manifiesto, de su enojo poesía y de su optimismo trunco el motor para seguir creyendo en que algo puede cambiar. Para eso, Grazioli se para dos pasos -solo dos pasos- atrás del runrún cotidiano para poder velo con la distancia necesaria para ver algo más.
No es la muerte de nadie esconde en su propio título la liviandad con que se afrontan a veces las cosas dentro del mundo actual y a las que el autor denuncia con un arma blanca: la poesía.
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