Objetividad en el periodismo: un debate lleno de trampas

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Doce años del gobierno kirchnerista cuyos últimos ocho se desarrollaron en el contexto de un enfrentamiento abierto contra el monopolio mediático más concentrado de la Argentina dieron lugar a un clima de fructíferas discusiones en las que casi siempre el eje central fue el tema de la objetividad en el periodismo. La posibilidad de ampliar este debate, de forma que trascienda sus propios términos, en el siguiente ensayo. 

En el ámbito de las Ciencias Sociales, la objetividad no representa otra cosa que una especie de mito inalcanzable, una utopía sin sentido heredada de viejas épocas. Incluso en el campo de las ciencias denominadas «duras» se ha planteado hace ya varios años la importancia de la centralidad del ojo del observador en el acceso a los hechos, a esa realidad inaccesible de manera directa. Sin embargo, en lo que a medios respecta, en la actualidad la objetividad sigue siendo un concepto atractivo en el terreno de un imaginario social dominado por el sentido común, utilizado por determinados sectores que, sin limitaciones éticas y con intereses en juego, perciben que un hecho vendido bajo la etiqueta de «objetivo» resulta muchas veces más verosímil e interesante para sus receptores y en la formación de opinión pública.

Las técnicas para tal fin son bien conocidas. Ya en 1985, Mario Benedetti las enumeraba impecablemente en una especie de decálogo de la trampa, en su artículo Maniobras y mecanismos de desinformación. Las estrategias para el engaño, además de plenamente vigentes y renovadas, son variadas y perfectamente combinables, pero tienen en común que todas persiguen el fin único de sostener y fortalecer el formato objetivo e imparcial, de noticia «pura».

Luna de miel y ruptura

En el año 2008 comenzó un enfrentamiento entre el entonces gobierno nacional y el multimedio más concentrado del país, el Grupo Clarín, prácticamente inaugurado durante el conflicto agropecuario suscitado por la Resolución 125, tema que mantuvo en vilo a la ciudadanía en general.

El gobierno encaró el proyecto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que reemplazó a la Ley de Radiodifusión producto de la última dictadura. La respuesta del multimedio fue oponerse inmediata y contundentemente.

Hasta ese momento, la relación se venía dando en buenos términos y de manera conveniente para ambos actores. Por un lado, el gobierno no recibía fuertes críticas, lo cual fue importante en lo que respectaba a la imagen de Cristina Fernández de Kirchner de cara a las elecciones presidenciales de 2007, de las que resultaría electa; y por otra parte, Clarín había sido beneficiado con la autorización oficial para la fusión de las empresas Cablevisión y Multicanal, y con la renovación automática de la licencia de Canal 13, sin espacio para otros oferentes; hechos fundamentales en el robustecimiento de un monopolio ya asentado.

Tras haber atravesado el conflicto del campo, el gobierno encaró el proyecto de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que reemplazó a la Ley de Radiodifusión producto de la última dictadura. La respuesta del multimedio fue oponerse inmediata y contundentemente, colocando en el centro del debate el supuesto peligro que corría la libertad de expresión ante los requerimientos de adecuación que la nueva normativa estableció para lograr una desconcentración en el mapa mediático y dar lugar a otras voces.

En ese contexto, tomó vuelo público un enriquecedor debate sobre el tema de la objetividad periodística, tópico casi siempre reservado a los ámbitos profesionales o académicos, del cual la opinión pública se hizo eco. En los más diversos ámbitos de consumo de medios, se comenzó a hablar de líneas editoriales, grupos económicos, concentración de medios, libertad de prensa/libertad de empresa, repetidoras y prórrogas de licencias, así como también se reforzó una práctica, especialmente visible en los medios televisivos: desempolvar viejos archivos que exponían las posturas muchas veces contradictorias de los diversos participantes de uno y otro lado.

Los medios y sus actores tomaron, en su mayoría, alguna de estas dos opciones: o se declararon honestamente militantes, de manera abierta (la mayoría de estos casos en favor del gobierno) o negaron su posicionamiento, auto-proclamándose dueños y perseguidores fieles de la mentada objetividad, que es lo mismo que declararse militante de manera tácita. Pero lo importante es que, a partir de entonces, para una gran parte de los consumidores de medios, el debate quedó abierto, dispuesto a desmenuzar los intereses de los discursos mediáticos, 

Un debate abierto

Este proceso fue -y es-, en términos generales, positivo. Sin embargo, gran parte de este debate se produjo entre dos polos poderosos sin que hayan tenido el mismo protagonismo otras voces portadoras de un punto de vista alternativo a los discursos del entonces gobierno nacional y del grupo Clarín.

De hecho, varios temas permanecieron fuera de agenda mediática por mucho tiempo y otros lo siguen estando, ya sea porque no presentan relevancia para los polos conformados o porque entran en conflicto con intereses de alguno de ellos. Las excepciones llegaron cuando la visibilización de un tema implicó algún costo político para el adversario o cuando los hechos tomaron un vuelo propio (casi siempre de la mano de medios alternativos) ya difícil de opacar.

Varios temas permanecieron fuera de agenda mediática por mucho tiempo y otros lo siguen estando, ya sea porque no presentan relevancia para los polos conformados o porque entran en conflicto con intereses de alguno de ellos. Las excepciones llegaron cuando la visibilización de un tema implicó algún costo político para el adversario.

Tal fue el caso de una emisión del programa de Jorge Lanata, Periodismo para todos, dedicada casi exclusivamente a la megaminería y al conflicto de Famatina, así como de otra que hacía foco en la persecución policial y la violencia sufrida por parte de la comunidad Qom en Formosa. Ambos eran temas de contenido totalmente extraños a la agenda cotidiana del multimedio, pero que se relacionaban directamente con las políticas ambientales, sociales y de derechos humanos de los dos caudillos peronistas alineados al kirchnerismo Luis Beder Herrera y Gildo Insfrán, respectivamente, y del propio gobierno nacional.

Otro ejemplo es el tema de la instalación de la planta de Monsanto en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas, que amerita un análisis que por las variables y actores implicados excede por completo el objetivo de esta nota. El caso es muy útil para ilustrar la polarización invisibilizada. Al ser resultado de la gestión del entonces gobierno nacional y al contar, por diferentes motivos, con el apoyo del gobierno provincial de José Manuel de la Sota y del municipal perteneciente al radicalismo, y tal vez por la gran cantidad de pauta publicitaria colocada tanto en medios públicos como en casi todos los del Grupo Clarín, sufrió más que cualquier otro tópico la indiferencia periodística, siendo noticia sólo cuando hubo hechos de represión o alguna novedad institucional de relevancia, como el rechazo del estudio de impacto ambiental. Muchas de las coberturas que el caso tuvo de ambos lados carecieron de profundidad de análisis y se manejaron casi siempre en el registro de la «problemática ambiental», despojando así al tema de sus connotaciones políticas.

Que el árbol no tape el bosque

Las discusiones sobre el rol de los medios, que el público consumidor conozca a quienes pertenecen y a qué intereses responden, los debates en torno a conceptos como objetividad, libertad de prensa, línea editorial, la diferenciación entre los dueños de los medios y los trabajadores del mismo,  fueron y son (hoy de manera renovada) síntomas sanos en una sociedad atravesada por los medios y por la información, que piensa y se piensa a sí misma. No obstante, no hay que dejar de ver el riesgo que implica que un debate se polarice de forma tal que acalle voces, problemáticas, miradas y realidades de pueblos, regiones, sectores, colectivos, organizaciones y otros medios marginados o disidentes de esta lógica, por momentos, sólo binaria.

En concreto, el riesgo se traduce en la persistencia sistemática de una agenda común, con opiniones opuestas, pero -salvo excepciones y matices que no podemos dejar de resaltar-, atravesada por los mismos temas centrales, excluyente de las infinitas terceras voces que no son «corpo» ni «opo», roles hoy invertidos, con otra carga simbólica y en un nuevo panorama que todavía no termina de acomodarse pero que tuvo como primera medida los decretos que modificaron la Ley de Medios  y actos de censura directa e indirecta en el marco de medios públicos tanto como privados.

La generación y el fortalecimiento de redes de medios alternativos es hoy la única opción que permite encarar y tratar de contar la realidad desde visiones que vayan por fuera de las agendas genéricas, de binarismos cegadores y de manos empresariales que saben acomodarse a cada nueva realidad.

Temas como la megaminería, fortalecida por el kirchnerismo y uno de los ejes fuertes del macrismo; el tema Monsanto, visto con buenos ojos por todos los sectores del establishment; los daños humanos de los agrotóxicos, producto de una política alimentaria y de rentas que privilegia la sojización a cualquier costo y que encuentra continuidad en la actualidad respecto a la anterior gestión; o los estragos que provoca el accionar de las diferentes fuerzas del aparato represivo a lo largo de todo el país; difícilmente puedan formar parte de las agendas y los seguimientos de los grandes medios, a excepción de situaciones críticas o difíciles de ocultar, como el derrame de 5 millones de litros de cianuro en Jáchal, o alguna violenta represión de la protesta social.

Por eso es necesario ampliar la mirada, hoy más que nunca, en virtud de una realidad endurecida y con historias para contar, en las voces de quienes la padecen, muy lejos de las ficticias empresas panameñas y de las bóvedas escondidas de Lázaro Báez, es necesario salir de lógicas que nos encierren en disyuntivas gastadas, en discusiones empobrecidas.


Foto de portada: Prensa Comunitaria

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