En los primeros días de abril, la asamblea de trabajadores del diario Tiempo Argentino votó, por unanimidad, constituirse en cooperativa. Desde el mes de diciembre no cobraban su sueldo, al igual que el resto de los medios pertenecientes al Grupo 23 del que Matías Garfunkel y Sergio Szpolski eran sus principales accionistas. Sin embargo, los trabajadores siguieron en sus funciones hasta que la imprenta dijo basta. Ante la incansable defensa de su trabajo y al agotar los 35.000 ejemplares en la edición especial que vendieron en la marcha por el 24 de marzo, se plantearon la posibilidad de conformarse legalmente como cooperativa.
“Un poco con ese empuje nos dimos cuenta de que lo que nosotros veníamos haciendo era una autogestión”, comenta a La Primera Piedra, Javier Borelli, presidente de la cooperativa Por Más Tiempo y Jefe de Redacción en la sección Sociedad del diario. En la siguiente entrevista, las perspectivas, la autogestión y las expectativas de conformar una cooperativa de medios en el contexto argentino. «Estamos en el camino para poder disputar con esas cabeceras de medios tan grandes, aún desde nuestra posición”, sentencia.
— ¿Cómo fue el proceso desde que dejaron de cobrar y cuáles fueron las instancias de negociación con el Grupo 23?
— El último sueldo que cobramos fue el 5 de diciembre. Después, unos días más tarde, correspondía el pago del aguinaldo que no cumplieron. Ya en ese momento comenzamos a reclamar estos pagos porque sabíamos que había compañeros dentro del Grupo 23 que habían dejado de cobrar en noviembre. Empezamos a debatir en asambleas, solicitudes de reuniones entre los delegados y la empresa, qué en ese momento sí los recibían. Comenzaron las promesas de la patronal de pagar a la semana siguiente, en 15 días y así. Nosotros seguíamos trabajando normalmente, con algunos pequeños paros de dos horas. Cuando tampoco cobramos enero, comenzamos una serie de actividades más grandes como marchas y movilizaciones. En ese contexto, el 31 de enero hicimos un gran festival en el Parque Centenario en el que logramos convocar a 25.000 personas. Fue realmente un evento masivo, pero la situación no se modificó. El 5 de febrero nos enteramos que la imprenta ya no iba a imprimir más el diario porque también desde el grupo tenían una deuda millonaria con ellos, creo que era alrededor de 10 millones, entonces el diario dejó de salir a la calle.
El 5 de febrero nos enteramos que la imprenta ya no iba a imprimir más el diario porque también desde el grupo tenían una deuda millonaria con ellos, creo que era alrededor de 10 millones, entonces el diario dejó de salir a la calle.
— Frente a tanta incertidumbre, ¿qué pensaron hacer?
— En ese momento, decidimos preservar las herramientas de trabajo con la expectativa de que hubiera alguna solución y mantenernos en una permanencia pacífica en la redacción, así que desde entonces venimos durmiendo también en el diario (risas). Tratamos de fomentar el fondo de lucha, participamos de distintas plazas reaccionarias al ajuste del gobierno, en las que había mucha gente que se solidarizaba con nosotros. Logramos que el Ministerio de Trabajo abriera una instancia de negociación que en realidad fue de un lado solo, porque estábamos nosotros, mientras que la patronal no venía o mandaba a veces un abogado, pero siempre con estrategias elusivas.
Salió la idea de hacer una edición especial para vender en la marcha del 24 de marzo. En seis horas, agotamos los 35.000 ejemplares que habíamos hecho y tuvimos un contacto con la gente que también fue muy lindo. Querían que volviéramos, querían saber si íbamos a seguir, nos daban más plata del precio que nosotros le habíamos puesto al ejemplar. Un poco con ese empuje nos dimos cuenta de que lo que nosotros veníamos haciendo, sin darnos cuenta, era una autogestión
— ¿Cómo fue la decisión de volver a salir a la calle el 24 de marzo y luego de formarse como cooperativa?
— Mientras seguíamos discutiendo en el Ministerio de Trabajo y buscando formas para poder sostenernos, salió la idea de hacer una edición especial para vender en la marcha del 24 de marzo. En seis horas, agotamos los 35.000 ejemplares que habíamos hecho y tuvimos un contacto con la gente que también fue muy lindo. Querían que volviéramos, querían saber si íbamos a seguir, nos daban más plata del precio que nosotros le habíamos puesto al ejemplar. Un poco con ese empuje nos dimos cuenta de que lo que nosotros veníamos haciendo, sin darnos cuenta, era una autogestión y que eso tenía una forma legal, así que decidimos hacernos cooperativa. Con el dinero que habíamos logrado reunir, además de repartirnos unos pesos para sostenernos en este tiempo, decidimos sacar el diario a la calle y eso fue lo que hicimos un mes después. El 24 de abril volvimos a salir y con una respuesta que no nos sorprendió, pero sí nos alegró mucho.
— ¿Cómo fueron estas semanas de trabajo?
— Estamos trabajando un montón, muchísimo más de lo que hacíamos antes y no porque antes no trabajáramos, sino porque ahora además de escribir nuestras notas, tenemos que dedicarnos a la venta de publicidad, a la distribución, a la circulación, a limpiar los baños, a un montón de cosas que antes no estaban. A la vez, en este momento, todavía no podemos ver ingresos. Hasta que cobremos va a pasar un tiempo, por lo menos un mes o dos y seguramente al principio, esos beneficios van a ser más chicos. A medida que esto funcione y se estabilice, podremos estar más tranquilos, pero este principio es muy demandante.
Tiempo Argentino siempre fue un diario que apuntaba a la clase media y a los sectores populares. Ese es un perfil al que no quiere renunciar. En la línea editorial anterior había una bajada que tenía que ver con la patronal que establecía los límites de lo que se podía decir o qué cosas había que publicar.
— Luego de estas primeras tiradas de 30.000 ejemplares (24 de abril) y 45.000 (30 de abril), ¿qué expectativas tienen de cara a los próximos meses?
— Nuestra expectativa es muy favorable. En los primeros cuatro días de suscripción, haciendo nosotros mismos todos los llamados a cada interesado y ajustando todavía muchas cosas, logramos 600 suscriptores, muchos de los cuales tienen la categoría de socios. Incluso nos están pagando un poco más que lo que sale el diario a cambio de algunos beneficios que ofrecemos, como contenidos exclusivos, adelantos de notas, descuentos y promociones que estamos arreglando puntualmente. La verdad es que todo esto es muy satisfactorio. Pero también sabemos que es muy difícil, por lo que implica la estructura de un diario. La venta de ejemplares no sostiene toda la estructura sino que, con suerte, permite que se sigan imprimiendo los diarios. Nuestro objetivo es que el papel se pueda sostener y que la estructura para obtener los ingresos publicitarios, las suscripciones y los socios, puedan empujar a que esta empresa siga. Creemos que las perspectivas son favorables, pero también sabemos que es difícil, que somos 125 trabajadores y que ese es un número grande. La respuesta que tuvimos nos entusiasma y nos hace creer que es posible.
— Además de las ediciones de los domingos, ¿se va actualizar el contenido en la versión digital?
— A partir de la segunda semana de mayo vamos a estar actualizando todos los días la página web, es decir, de lunes a domingos. Ahí también la gente puede asociarse a Tiempo Argentino y apoyar para que el proyecto siga.
Nosotros lo que tenemos ahora es una libertad mucho mayor, porque no hay nadie que nos diga por dónde viene la mano, somos nosotros discutiendo las notas y los enfoques. Hay cierto acuerdo en relación a la perspectiva, que tiene que ver con un rechazo de las políticas neoliberales.
— En su momento tenían una línea editorial muy marcada, si bien entiendo que los temas que siguen tocando son los mismos, ¿cómo pensaron la línea editorial a partir de formarse como cooperativa?
— Tiempo Argentino siempre fue un diario que apuntaba a la clase media y a los sectores populares. Ese es un perfil al que no quiere renunciar. En la línea editorial anterior había una bajada que tenía que ver con la pata empresarial del diario, con la patronal que establecía los límites de lo que se podía decir o, a veces, qué cosas había que publicar. Obviamente, esa exigencia existe en todos los medios comerciales. En Tiempo había un matiz hacia cierto lado, en Clarín y La Nación hacia otro, en Página/12 a veces era muy parecido al nuestro, pero eso es una cuestión lógica y comprensible de todos los medios de prensa. Nosotros lo que tenemos ahora es una libertad mucho mayor, porque no hay nadie que nos diga por dónde viene la mano, somos nosotros discutiendo las notas y los enfoques. Si bien hay una dirección periodística, hay cierto acuerdo en relación a la perspectiva, que tiene que ver con un rechazo de las políticas neoliberales, porque todos entendemos que el método es el de la inclusión, el del trabajo, el del esfuerzo y no el que beneficia a los grupos empresarios por sobre el resto de la población. Nosotros acordamos esa línea y luego, dentro de la redacción, tenemos compañeros de todos los colores políticos y de todos los pensamientos. Eso hace que se generen ahora más discusiones, pero también creo que va a enriquecer la línea del diario. Los ejemplares que ya salieron tienen una mirada más amplia y a medida que pase el tiempo se va a ir encontrando cada vez más ese perfil que pueda definirnos. Hoy por hoy, quizás es más fácil agruparnos por todo aquello con lo que estamos en desacuerdo, que con las cuestiones que apoyamos puntualmente o políticamente, pero el diario se va construyendo y vamos aprendiendo en el camino.
Tiempo Argentino al ser editado en Capital y por el alcance nacional que tuvo en un principio, tiene una visibilidad muy grande. Eso ya nos facilitó entrar dentro del mercado, pisando de otra forma.
— ¿Qué sentís al posicionarse como una cooperativa de medios con lo que implica eso frente a la situación de concentración mediática que se vive en Argentina?
— Tenemos una cosa a favor y algo en contra. Creo que un diario cooperativo del alcance de Tiempo no existe. Hay diarios cooperativos que tienen mucha historia, no somos los primeros, incluso los hay muy exitosos en La Rioja y en Córdoba, pero Tiempo Argentino al ser editado en Capital y por el alcance nacional que tuvo en un principio, tiene una visibilidad muy grande. Eso ya nos facilitó entrar dentro del mercado, pisando de otra forma. A la vez, tenemos que cambiar un poco la imagen, porque lo que se piensa del diario desde muchos sectores está asociado a la idea de la dependencia de la pauta oficial y a una línea, quizás en la parte política, ultra kirchnerista, aunque, si se veía el interior, había otras cosas muy valiosas. El que leía el diario sabía eso. En este contexto, sabemos que es muy difícil, pero creo que es factible y me parece que estamos en el camino para poder disputar con esas cabeceras de medios tan grandes, aún desde nuestra posición humilde.
Jugar un poco con esto de ser dueños de nuestras palabras, también enrostrándoselo a aquellos que eran dueños del medio y nos vaciaron, menospreciando la capacidad del equipo periodístico que había. Creo que ahora estamos demostrando que podemos ir mucho más allá de lo que ellos pensaban de nosotros.
— ¿Qué implica denominarse “Dueños de nuestras palabras”?
— Ese slogan es un juego con esto, ahora somos nosotros, nosotros somos los trabajadores y, a la vez, los dueños de lo que hacemos. Como cooperativistas, somos responsables de todo lo que sale en el diario, lo discutimos y, en última instancia, no hay nadie que nos pueda cerrar, sacar una página, o levantar una nota. Lo definimos nosotros. Por eso, jugar un poco con esto de ser dueños de nuestras palabras, también enrostrándoselo a aquellos que eran dueños del medio y nos vaciaron, menospreciando la capacidad del equipo periodístico que había. Creo que ahora estamos demostrando que podemos ir mucho más allá de lo que ellos pensaban de nosotros.