Con la intención de desmitificar la idea de que los derechos humanos pertenecen al pasado y la memoria es algo que debería quedar en el olvido, el ciclo “Los derechos humanos son ahora” intenta indagar su vigencia en la realidad actual. Los casos de desaparición, tortura y muerte que persisten en democracia, sobre todo en los sectores vulnerables, seguido de las responsabilidades del propio Estado, cuestionan fundamentalmente la aplicación de estos derechos que parecerían no ser para todos.
Luciano Arruga quizás sea uno de los casos más emblemáticos de la desaparición en democracia y también uno de los tantos que permitieron visibilizar prácticas que perduran en el aparato represivo estatal. Vanesa Orieta, su hermana, simboliza la lucha de muchos familiares de víctimas de la violencia represiva del Estado y también la organización que surge de no encontrar respuestas de las instituciones que deberían darlas. “Los medios plantan esa semilla que hace que la sociedad justifique la desaparición o la muerte”, manifiesta Vanesa Orieta a La Primera Piedra. En este extenso diálogo, la situación actual de la causa judicial, sus perspectivas sobre la memoria frente a las violaciones a los derechos humanos y la importancia de organizarse frente a tanta impunidad. “Sin duda es aliviador, es triste, porque está muerto definitivamente pero no es vida buscar un desaparecido. Realmente no es vida”, revela.
— ¿Por qué es importante seguir luchando por los derechos humanos?
— Me parece lo más importante seguir luchando por los derechos humanos, sobre todo en democracia. Entiendo que la construcción de la memoria nos debe obligar a todos como conjunto social a ejercitarla como una cuestión dinámica bien activa pero a veces se observa que esa memoria no es tan dinámica ni activa, sino que se para desde un lugar bastante estático, recordando lo que fueron aquellos años dictatoriales donde se violaban sistemáticamente los derechos humanos, haciendo creer al conjunto de la sociedad que esas lógicas que provocan muertes ya no son implementadas en democracia. Ahí aparece un gran problema porque se tiende a ocultar y a invisibilizar a aquellos actores que sufren hoy la violencia institucional, que no es solamente policial, sino que es una violencia general y que empieza con la falta de alimentos, de vivienda, de acceso a una educación pública de calidad y la falta de acceso a la salud. Todos esos derechos que se van perdiendo, sobre todo en los lugares más humildes, son los que después dejan en una situación bastante compleja especialmente a los jóvenes pobres. Entonces, en la medida en que esa memoria no es dinámica, no es de todos los días, no podemos entender a dónde va direccionado el odio, la criminalización y la discriminación y qué pasa con esos actores sociales que sufren la tortura, las violaciones y las muertes de la misma forma en que la sufrían nuestros hermanos durante el genocidio. Esto habla de que hay una naturalización de la violencia que se ejerce sobre los sectores trabajadores.
Los grandes medios se han encargado de instalar el tema inseguridad presionando, en algún punto, a los actores políticos para generar políticas de control, de discriminación y de muerte. Por eso, cada vez tenemos más fuerzas de seguridad.
— ¿Por qué crees que esa forma de violencia sigue persistiendo en la actualidad?
— En la medida en que no tomemos conciencia de que las democracias van aggiornando también sus políticas de control, corremos el riesgo de darle a esas fuerzas -que nosotros consideramos de inseguridad- cada vez más y más poder. Esto se nota claramente en nuestro país, en donde los grandes medios se han encargado de instalar el tema de la inseguridad presionando en algún punto a los actores políticos para generar políticas de control, de discriminación y de muerte. Por eso, cada vez tenemos más fuerzas de seguridad. En La Matanza más específicamente, que es donde han desaparecido y han asesinado a Luciano, se han creado muchas fuerzas después de la maldita policía bonaerense. La policía bonaerense 2, la policía municipal, el comando de patrulla comunitaria; se enviaron varias tandas de gendarmería para controlar sobre todo los lugares que se consideran zonas peligrosas, discriminando al barrio y a la gente que vive dentro. A cada pedido de más seguridad, hay más policías, pero la violencia y los hechos de delito no disminuyen, todo lo contrario, cada vez aumentan más y se agrava más la violencia dentro y fuera de los barrios. Entonces, hablar de derechos humanos en democracia y, sobre todo de violación de derechos humanos en democracia es fundamental, porque sino no estamos viendo que por el costado está pasando un elefante represivo, controlador, que se está llevando la vida de un montón de personas. Si seguimos dejando que avance, la verdad es que no podremos ponerle un límite a la violencia.
— En más de 30 años de democracia la violencia institucional, específicamente del aparato represivo, se ha ido incrementando año tras año, ¿por qué pensás que la sociedad no reacciona frente a estos hechos?
— Vivimos en un contexto de un sistema capitalista perverso que genera en las personas un individualismo tremendo, egoísmo, el «sálvese quien pueda». Vayamos al centro y miremos cuánta gente hay en situación de calle, cuántos niños hay durmiendo en la calle, que pasan noches ahí librados a su suerte. Esta sociedad no se conmueve ante eso, no le importa. Pasamos por al lado de ese nene o nena y seguimos nuestro camino, si total, cada uno de los que puede vivir dentro de este sistema, llega a su casa, abre la heladera, come, se acuesta en una cama calentito. La realidad es que el sistema también ha demostrado que no quiere involucrar a todo el espectro social y que una parte bien grande de esta sociedad va a quedar afuera y quedar afuera significa esto: no acceder a los derechos. Al mismo tiempo, para que vos no exijas lo que este sistema no te va a dar, ahí está este sistema de control que actúa perfectamente bien, invisibilizando a los barrios, pero al mismo tiempo, a la voz de aquellos que vivimos en los lugares más humildes, en los lugares trabajadores y a los que todo nos cuesta el doble. Más que vivir, sobrevivimos. Me parece que tu pregunta tiene que ver claramente con un sistema que es perverso y que se nutre de la desigualdad, del hambre y de las muertes.
Me parece que también hay que hacer una fuerte autocrítica de cómo votaron los sectores humildes y qué hubiese sido beneficioso para estos que les permitiera distinguir entre un gobierno que podía profundizar sus políticas, pero realmente profundizarlas, y un gobierno de derecha que lo único que hace es enriquecer aún más a los que ya tienen un dinero abrumador.
— En este contexto, frente al actual gobierno de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal en la provincia de Buenos Aires, ¿ves alguna diferencia con el gobierno anterior?
— Esta pregunta me la hacen siempre y es bastante riesgosa para quien vive en un barrio y la tiene que responder o para quien tiene a su familia en un barrio humilde. Muchos te dirán que antes, por lo menos, la gente tenía un «Argentina Trabaja», algún plan con el que podían más o menos seguir adelante con sus proyectos de vida, si es que se le puede llamar proyecto de vida a lograr la supervivencia dentro de un contexto muy cruel. Las universidades públicas que se han creado en los últimos años han abierto sus espacios para que muchos de nuestros pibes puedan tener un sueldo, ingresen a estudiar una carrera de policía con una beca de $3000 desde el inicio y con la posibilidad de trabajo una vez que se reciben. Esto no pasa con otras carreras. No es que se motiva para estudiar otras cosas. Estos temas son los que no se discuten.
— ¿Eso lo crees parte también de lo que es la violencia institucional?
— Eso es violencia institucional. La violencia institucional la sufre el pequeño desde que nace y la mamá no puede garantizarle todo lo que necesita para que se desarrolle feliz. Algunos de nuestros pibes en los barrios son felices y otros sufren mucha violencia. Hoy, con el actual gobierno, es tremendo, pero me parece que también hay que hacer una fuerte autocrítica de cómo votaron los sectores humildes y qué hubiese sido beneficioso para que les permitieran distinguir entre un gobierno que podía profundizar sus políticas, pero realmente profundizarlas, y un gobierno de derecha que lo único que hace es enriquecer aún más a los que ya tienen un dinero abrumador. Igual, es difícil este punto. Uno también vive en un barrio y muchas veces te toca escuchar las opiniones de otros que viven una realidad totalmente diferente.
— ¿Creés que esas situaciones de violencia, discriminación y criminalización se van a profundizar en este gobierno?
— Está claro que el macrismo es la derecha recalcitrante y que no está apostando ni un poco a tratar de resolver o al menos disminuir la desigualdad. El otro gobierno quizás tenía un poco más de atención con relación a los sectores empobrecidos, pero el tema para los que vivimos en los barrios sigue siendo siempre el mismo: cuándo llegará el momento en que los pobres realmente podamos pensar en no vivir de un plan o de un sueldo mínimo que nos permita sobrevivir; cuándo va a ser el momento en que podamos tener nuestra casa digna, nuestras calles asfaltadas, tendidos de cloacas, una salud óptima, una educación para nuestros pibes, que les permita poder proyectarse, estudiar una carrera; cuándo las universidades van a estar llenas de la gente de nuestros barrios. La verdad es que los pobres también queremos tener una vida que nos permita ser feliz y proyectarnos. No queremos ser solamente la fuerza de control que le permita a la clase media o a las clases altas vivir tranquilos porque los negros no se acercan a sus barrios residenciales.
Cuando nos dimos cuenta que el poder de la policía, al mismo tiempo, estaba amparado por el poder judicial, el poder político y el poder de los grandes medios de comunicación, entendimos que se hacía necesario empezar a participar activamente y a organizarse.
— ¿Cómo fueron los primeros pasos de la lucha por la desaparición de tu hermano, Luciano Arruga?
— Uy, los primeros momentos fueron muy difíciles, porque la realidad es que cuando nosotros empezamos a denunciar la desaparición de Luciano teníamos el poder de los medios de comunicación en contra, que lo primero que hicieron fue instalar la teoría de que se había escapado y que eso podía estar vinculado a un asunto de drogas. Esto pasa en todas las causas, los medios lo que hacen es plantar esa semilla que hace que la sociedad justifique la desaparición o la muerte. Entonces, uno después tiene que ir atrás de eso a tratar de hacer visible la denuncia real y a aclarar lo que ese medio se está encargando de desvirtuar. Además, nosotros no tuvimos un apoyo por parte del Estado a través de sus instituciones. Cuestión que nos preocupaba y nos alarmaba bastante, porque era un gobierno que al mismo tiempo levantaba banderas en defensa de los derechos humanos, pero acá quiero volver a lo que tiene que ver con la memoria dinámica y la memoria estática, y ahí se refleja claramente. En los casos de violencia policial generados en democracia se nota totalmente que no hay políticas de Estado para poder atender la situación de las familias que denuncian este tipo de violencia. Nos costó mucho poder visibilizar esto, cuando nos dimos cuenta de que el poder de la policía, al mismo tiempo, estaba amparado por el poder judicial, el poder político y el poder de los grandes medios de comunicación, entendimos que se hacía necesario empezar a participar activamente y a organizarse.
— ¿Cómo comenzaron a organizarse para visibilizar la causa?
— Comenzamos a relacionarnos no sólo con un grupo que contiene a la familia, que es Familiares y Amigos de Luciano, sino también con otros familiares, porque cuando vos te vinculás con otros empezás a entender la metodología, la lógica perversa del sistema. El sistema, ¿no? Cambian los actores políticos pero el sistema sigue reproduciendo las muertes con su maquinaria perversa. Visibilizar la causa nos costó aproximadamente dos años, en los que hay de todo, sufrimiento, depresión, se pierden laburos y en el medio te amenaza la policía. Tampoco te abren las puertas de los lugares en donde te las deberían abrir. Ahí podes hacer dos cosas: llenarte de bronca, de rabia y que eso se te convierta en un cáncer que te termine matando como muchos familiares que mueren producto de la impunidad, o podés, de alguna forma, transformar esa energía en otro tipo de acción como, por ejemplo, la organización, la lucha y la visibilización no sólo de la causa de Luciano, sino de muchos otros pibes que mueren en nuestro país.
— También se relacionan con otros organismos como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) de La Matanza y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), ¿cómo es su vinculación?
— Sí, con la APDH de La Matanza empezamos a trabajar inmediatamente la causa porque somos del mismo lugar y ellos son un organismo de derechos humanos que viene laburando hace tiempo la cuestión represiva y la violencia institucional en su más amplia generalidad. Cuando nosotros nos empezamos a mover, Pablo Pimentel, que es el referente, me llama y ahí empezamos a laburar juntos. Con el CELS empezamos a trabajar la causa a partir de los dos años y medio. Además, tienen una estructura maravillosa que permiten que se pueda avanzar en procesos judiciales muy complejos como este. Hasta el día de hoy, seguimos trabajando esta causa en conjunto con ellos y el acompañamiento en la calle, esto de poner el cuerpo de parte de Familiares y Amigos y mantener viva la memoria de la causa, es una buena combinación que hace que podamos seguir adelante.
La violencia institucional y sobre todo la desaparición forzada tiene patas fundamentales que vos no podes borrar: la pata política, la pata judicial y la pata policial.
— En base a la falta de apoyo por parte de las instituciones del estado que mencionás, ¿qué opinas de la Campaña Contra la Violencia Institucional que se generó en los últimos años del gobierno kirchnerista?
— Tuve la oportunidad de tener diálogo con quienes organizaron y organizan la campaña. Por supuesto que durante el período kirchnerista no podíamos discutir mucho la cuestión que tenía que ver con las responsabilidades políticas, lo que a nosotros nos alejaba mucho, porque la violencia institucional y sobre todo la desaparición forzada tiene patas fundamentales que vos no podés borrar: la pata política, la pata judicial y la pata policial. Si vos te desentendés de una de esas patas, no podés analizar claramente la desaparición forzada o la muerte de un joven en manos de cualquier fuerza de seguridad. Entonces, eso plantea una diferencia. Ahora, en este contexto, me parece que las cosas pueden cambiar y que podemos empezar a discutir con un poquito más de claridad lo que tiene que ver con la violencia policial y quizás ahora sí nos permitamos hablar de las responsabilidades políticas. Pero hay que hacer un documento que establezca que esto no tenga que discutirse según los períodos políticos o quién esté en el poder. La violencia institucional y la policial tienen actores fundamentales y no los podemos borrar cuando nos gusta el candidato de turno. En todo caso tenemos que discutir con ese candidato para que nos permita desde las diferentes instituciones del Estado generar políticas de concientización y que al mismo tiempo nos sirvan de herramienta para poder condenar a los responsables de la muerte de nuestros pibes. En fin, poder avanzar y no generar tanta impunidad. De todos modos, me parece que todas las acciones que se emprendan desde cualquier lugar están bien. Respeto mucho a la gente que participa de la campaña y me parece que cada vez tenemos que empezar a tener más respeto por nuestros compañeros y compañeras. Así como se organizan ellos, está bien que se organice la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional) y está bien que nos organicemos los familiares y amigos desde el lado de la independencia. Ojalá que todas esas organizaciones presionen a los funcionarios que tienen responsabilidades para que las asuman y nos den respuestas más claras.
— Eso también implica que cada vez más actores intervengan en la visibilización de los casos.
— Por supuesto, y también desde el lugar que a cada uno le simpatice, porque, después de todo, estamos hablando de ideologías. Tampoco vamos a confluir todos en un lugar, porque a la hora de analizar los temas quizás se tienen algunas diferencias pero si, en lo posible, cada espacio puede tocar estos temas y su gente puede discutir esto que está pasando, es beneficioso para fortalecer la democracia, porque en el fondo lo que está en juego es eso. No se puede concebir una democracia con más de 5.000 casos de gatillo fácil, más de 200 desapariciones forzadas, a las que se les deben sumar las de nuestras mujeres desaparecidas por las redes de trata y las desapariciones de niños, que los vemos en cartelitos como perdidos, pero se deberían empezar a interpretar como desapariciones y ajustar todas las herramientas para que aparezcan.
En el fondo lo que está en juego es fortalecer la democracia. No se puede concebir una democracia con más de 5.000 casos de gatillo fácil y más de 200 desapariciones forzadas.
— El caso de Luciano, si bien comenzó como todos en esto de desprestigiarlo o de implantar mentiras sobre lo que había en realidad sucedido, se transformó en un símbolo y ayudó a visibilizar muchos de estos hechos. ¿Cómo lo pensás?
— Creo que también, en su momento, lo fue el caso de Miguel Bru en el que su mamá Rosa Bru se levantó tan firme en los ‘90, hablando de la maldita policía bonaerense, denunciando el rol de una de las comisarías de La Plata en lo que fue la desaparición de su hijo, avanzando fuertemente en una investigación que pudo comprobar que Miguel había pasado por una comisaría y que se habían adulterado los libros de guardia. Recuerdo, también, a la abuela de Walter Bulacio, tan luchadora que murió sin poder ver la justicia que se merecía Walter. En un caso estamos hablando de una desaparición forzada, en el otro, de una muerte en una situación de razzia. Pero me parece que cada uno de los actores que se levantaron en momentos totalmente complejos y difíciles para poder denunciar a la policía, que son fuerzas mafiosas, son los que permitieron que otros, tiempo después pudieran tomar esos ejemplos. Así como lo hicieron en la dictadura aquellas mujeres a las que les decían locas, todas ellas nos fueron dando un ejemplo bien claro de cómo proceder. Capaz que desde el caso de Luciano aportamos otros condimentos, el mensaje se presenta diferente, pero lo que más importa es la energía que le ponen los familiares para salir a luchar y la valentía por sobre todas las cosas. Todos estos ejemplos agarrados en un futuro permitirán que otros familiares se levanten, como ya lo han hecho. Muchos casos vinieron después de Luciano y seguramente no tienen tanta difusión porque acá todo pasa por la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia, pero en el resto de las provincias la gente también se levanta y en contextos, entiendo, un poco más hostiles.
— En mayo del año pasado condenaron al policía Diego Torales a 10 años de prisión por las torturas efectuadas a Luciano unos meses antes de su desaparición. ¿Qué otros avances hubo en las causas judiciales?
— Jurídicamente, ese fue el único avance con imputación. Ahí existe una condena con 10 años de prisión efectiva, porque la cámara de casación ya lo ha efectivizado, por torturas, físicas y psicológicas, recibidas por Luciano. En ese momento, mi hermano tenía 16 años, fue privado de su libertad, encerrado en la cocina de lo que era el destacamento policial de Lomas del Mirador. Aun estando su familia presente allí se decidió no dejar libre a ese joven y mantenerlo encerrado. La situación fue muy violenta y ese fue un caso que se sacó de lo que es la causa principal por desaparición forzada, que todavía sigue como desaparición forzada de persona, y que había arrojado muchos elementos, entre ellos esta detención. ¿Por qué? Porque nosotros decíamos que Luciano después de haberse negado a salir a robar para la policía había sufrido varias detenciones, entre ellas, la del 22 de septiembre del año 2008, previo a su desaparición el 31 de enero del año 2009. Afortunadamente, la justicia entendió que esa cuestión había que investigarla también y se ha condenado al policía Diego Torales por esa detención y eso, por supuesto, se debe volcar al proceso en el cual se investiga a la desaparición forzada de Luciano.
— ¿Cómo sigue la causa por su desaparición?
— Esa otra causa todavía está en una etapa de instrucción, lo que tenemos es un cuerpo aparecido, el 17 de octubre del año 2014. Ese cuerpo es efectivamente el de Luciano, porque se han hecho todos los peritajes correspondientes y actúo en ese trabajo el Equipo Argentino de Antropología Forense y después de ese hallazgo, vinieron nuevos testigos. Uno de ellos es el muchacho que atropella a Luciano y es bien claro al relatar que él corría desesperado, que mi hermano estaba escapando de algo o de alguien. El segundo testigo que aparece es el que tiene más posibilidad de ver el panorama completo, identifica a una patrulla de la bonaerense al costado de la Av. General Paz donde Luciano estaba tendido. Esa patrulla, a la cual este testigo le pide auxilio porque Luciano todavía estaba con vida, sigue camino. Hay muchas cosas que ya no se pueden remediar. Estuvo cuatro años la causa en la justicia provincial, una justicia que no investigó la causa, y sí a la familia. Se nos investigó y se intervino sobre nuestros teléfonos durante un año y seis meses, violando totalmente los derechos de la víctima y esto también es responsabilidad política. Por eso, es muy grave lo que ha pasado con esta causa. Aparte, se investigó a la familia de una forma cruel para ver a donde se podía ensuciarnos y ver donde se podía deslegitimar a la víctima. Eso es lo espantoso de todo esto. Así que todos los daños que se provocaron durante esos cuatro años que estuvo la causa en la justicia provincial ya no se reparan. Las pruebas perdidas están perdidas. También, las patrullas deben tener un geolocalizador o radar, que nos permite saber cuál es su recorrido y cuando son investigadas permiten que ese proceso sea más fácil, pero de todas las patrullas que había en la zona que Luciano había desaparecido, muy pocas tenían eso activado. Para nosotros, todos estos datos, más que ir en contra, aumentan nuestra teoría de que la policía no solamente es responsable sino que tiene todas las herramientas para poder ocultar un hecho tan grave como es una desaparición forzada.
— ¿Ustedes toman como ejemplo el caso de Ezequiel Demonty?
— Sí, porque fue obligado a tirarse al riachuelo por efectivos de la federal. Nosotros trasladamos la misma escena a la colectora con una patrulla y con un Luciano escapando de efectivos policiales y entendemos que esa cuestión es la que debe investigar la justicia.
Me parece que no era un simple accidente de tránsito, ni tampoco una cuestión de desidia sino que es claramente una lógica que sabe utilizar la policía sabiendo que puede existir algún tipo de desidia dentro de las instituciones del Estado que les permiten poder esconder situaciones delictivas tremendas que tienen que ver con la violación a los derechos humanos.
— Cuando apareció el cuerpo de Luciano, desde los medios de comunicación se salió a desmentir u ocultar lo que ustedes manifestaban de la responsabilidad de la policía bonaerense
— Más que desmentir, lo que decían es: «Al final, Luciano muere producto de un accidente de tránsito», pero eso no lo dicen solamente los medios de comunicación..
— Lo dijeron desde el gobierno provincial
— Sí, el vocero del gobernador Daniel Scioli, Telerman, salió inmediatamente a decir: «Al final, responsabilizaban al gobierno por una cuestión de violencia policial y terminó siendo una cuestión hospitalaria».
— ¿Es difícil creer eso después de todo lo que hizo la policía con ustedes?
— Los testigos son bastante claros y después los pocos datos que arrojó el proceso de investigación, también deja serías sospechas sobre el rol policial. Después hay una circunstancia que la vivimos nosotros, a mí me seguían desde que salía de mi casa y me iba a mi trabajo. Nos llamaban por teléfono. A mi mamá la han amenazado, a mis hermanos los han perseguido y los siguen persiguiendo, entonces si no tienen nada que ver, están haciendo un gran esfuerzo para que nosotros no sigamos denunciándolos. La verdad que también, si no tenían nada que ver, inmediatamente se hubiese encontrado el cuerpo de Luciano. Me parece que no era un simple accidente de tránsito, ni tampoco una cuestión de desidia sino que es claramente una lógica que sabe utilizar la policía sabiendo que puede existir algún tipo de desidia dentro de las instituciones del Estado que les permiten poder esconder situaciones delictivas tremendas que tienen que ver con la violación a los derechos humanos.
— ¿Qué actividades realizan con el grupo de Familiares y Amigos de Luciano?
— Hemos logrado cerrar el destacamento de Lomas del Mirador, en el que mi hermano estuvo detenido, y expropiarlo a nuestro favor. Ahí estamos todavía reconstruyendo porque cuando se fue la policía, después estuvo la gendarmería y cuando se fueron eso quedó todo destruido. Por eso todavía seguimos trabajando y se está haciendo con mucho esfuerzo del grupo. La intención es que se empiecen a hacer actividades para los jóvenes de los barrios humildes, que sea nuestro espacio de memoria social y cultural, y que lleve el nombre de un pibe que fue desaparecido en democracia. Eso es importante. Queremos que esto se convierta en una reparación simbólica, porque a veces no sólo necesitamos la reparación monetaria, y que ese lugar sea respetado como un lugar de independencia en donde los familiares y amigos estamos haciendo un camino.
— También tienen un programa de radio, ¿cómo viven esa forma de comunicación?
— Sí, los chicos de Familiares, un grupo más reducido, lleva adelante el programa de radio, que empezó llamándose «Desde afuera» porque lo hacíamos desde afuera del destacamento cuando todavía estaba ocupado por la gendarmería. Cuando logramos expropiar el espacio, «Desde afuera» se empezó a hacer desde La Retaguardia que gentilmente nos presta el espacio radial. Los chicos se han perfeccionado en lo que tiene que ver con la radio y la comunicación, y tratando de, al mismo tiempo, darle la voz a otros familiares que se organizan y que difunden los casos de violencia en otros lugares. La verdad que es maravilloso lo que se ha creado desde ese espacio. Consideramos la comunicación como un derecho, y entendemos, que los grandes medios de comunicación, los monopólicos, nos privan de ese derecho de poder participar activamente en esos espacios para poder comunicar, también, masivamente. Ante eso, lo que queda, es conformar nuestros espacios de comunicación para que sean solidarios con quienes lo necesitan y que se pueda difundir esa información que no pasa por los grandes medios.
Es bastante aliviador dejar de buscar un desaparecido.
— ¿Cómo cambió tu vida desde la desaparición de Luciano, y cuando encontraron su cuerpo?
— Desde el momento en que desapareció mi hermano sabía que estaba muerto, entonces cuando Luciano aparece el 17 de octubre, si bien es muy impactante la noticia, es bastante aliviador dejar de buscar un desaparecido. Cuando uno termina de confirmar que esos restos son de él llega el momento de descansar un poco. No soy una persona creyente pero entiendo que el cuerpo de mi hermano también se merecía y tenía el derecho de estar en el lugar que la familia quería y de descansar como considerábamos que tenía que ser, en paz. Para nosotros, sin duda es aliviador, es triste, porque está muerto definitivamente pero no es vida buscar un desaparecido, realmente no es vida. Y cambia en la vida de uno, todo, por lo menos en la mía cambió todo. Ya no se piensa tanto en huevadas, o uno no está atrás de eso. Ya no me interesan cosas que por ahí antes me podían movilizar un poco. Priorizo la vida, amo la vida, disfruto todo lo que puedo los momentos. Trato de construir respetuosamente con otros y hasta cuando no coincido, igualmente intento ser respetuosa en la construcción porque entiendo que son compañeras y compañeros que están tratando al igual que yo de modificar algunas cuestiones terribles que nos toca vivir. Pero sí, cambia radicalmente la vida y seguramente las cuestiones materiales son las primeras que dejan de tener importancia.
— ¿Qué recordás de Luciano?
— Recuerdo cosas muy lindas porque él era un pibe bastante alegre, también era alegre en un contexto bastante cruel, porque a mis hermanos les tocó pasar situaciones muy dolorosas, entonces eso es lo que me hacía admirar aún más la figura de Luciano, que no perdiera la alegría y la posibilidad de creer que podía él también realizarse. Fue un chico que sufrió mucho la discriminación esa que cuando el pibe pasa caminando por la vereda, la señora se agarra la cartera. El sufrió mucho esas situaciones y se hacía muchas preguntas en torno eso, en torno a la discriminación. Analizaba mucho esas cuestiones. Seguramente si Luciano hubiese tenido la posibilidad al igual que muchos otros jóvenes de otras clases sociales, hubiese sido un ser humano brillante dentro de nuestra sociedad, como muchos de los pibes a los cuales no se les permite brillar. Tengo recuerdos muy buenos de mi hermano y todos están ligados a la alegría y a la sonrisa. No tengo recuerdos tristes de él y los que puedo tener, son más bien los que uno guarda y generan por ahí un poco de tristeza. Pero inmediatamente se vienen más las pavadas y las risas, y las cosas que se charlaron. Era un pibe como cualquier otro, no digo que sean iguales, pero a los 16 años… Él desaparece a los 16 años. A esa edad sos un adolescente, vas, venís, a veces tenés buena onda, a veces no, o a veces te cagas a puteadas. Era un chiquilín.