Brasil sin Dilma: «La democracia es siempre el lado correcto de la historia»

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El jueves pasado la Cámara de Senadores de Brasil votó a favor del juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff, separándola de su cargo por 180 días. Asumió en su lugar, Michel Temer, representante de la oposición brasileña con muy bajo apoyo popular. La decisión provocó masivas movilizaciones en contra de la medida.

«Es golpe». Esas dos palabras decidió utilizar la presidenta Dilma Rousseff en su cuenta oficial de Facebook minutos después de conocerse la noticia que todos veían venir: luego de meses de debate dentro y fuera del Congreso, se había aprobado finalmente el impeachment en su contra, el juicio político que la obliga a alejarse del poder por 180 días mientras la Justicia decide el destino de su gobierno. «Lo que está en juego en el proceso de impeachment no es sólo mi mandato, sino el respeto por las urnas, la voluntad del pueblo brasilero y la Constitución», declaró en un video publicado en la red social.



Dilma calificó el impeachment como «un verdadero golpe contra la democracia». Según la presidenta, la oposición había buscado descalificar su mandato desde el primer momento pidiendo un recuento de votos luego de las elecciones y exigiendo su anulación. Frente a la imposibilidad de detener su gobierno, apoyó abiertamente el proceso de impeachment y promovió la inestabilidad social y económica que dio el marco perfecto a la decisión final del Congreso. «Cuando un presidente es acusado por un crimen que no cometió, el nombre que se le da en el mundo democrático no es impeachment, es golpe».

A pesar del escándalo generado alrededor de la empresa Petrobras conocido como Petrolao o Lava Jato, el juicio político que Dilma enfrenta no se relaciona con la corrupción. Se la acusa de «crímenes de responsabilidad», específicamente por ampliar el presupuesto público sin pasar por el Congreso y por maniobras fiscales realizadas durante el año 2015. Según la oposición, se retrasó en pagar un programa de créditos sabiendo que el banco debía cubrirlo, lo que significaría en la práctica un préstamo por parte del banco, hecho que está prohibido por ley. El gobierno de Rousseff afirma que esto no fue una maniobra fraudulenta sino un atraso en el pago y que las modificaciones en el presupuesto no fueron de ampliación sino de distribución, lo cual no constituye un delito.

«Cuando un presidente es acusado por un crimen que no cometió, el nombre que se le da en el mundo democrático no es impeachment, es golpe».

Luego de la aprobación del impeachment por ambas cámaras del Congreso, la presidenta fue separada de su cargo por un máximo de 180 días, plazo otorgado a la Justicia para analizar el caso y tomar una decisión sobre la continuidad de su mandato. Durante este tiempo, el puesto será reemplazado por Michel Temer, quien era hasta la semana pasada el vicepresidente del país. Dilma y Temer provienen de partidos políticos diferentes (Partido de los Trabajadores y Partido del Movimiento Democrático Brasileño respectivamente) que trabajaron juntos para ganar poder en las urnas. A pesar de su alianza política, Rousseff denunció al actual presidente Temer de conspirar contra ella y contra la voluntad del pueblo.


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A pesar de que la imagen de Dilma se había deteriorado mucho durante los últimos meses, la asunción de Temer como presidente no fue bien recibida. Según la encuestadora Datafolha, sólo un 2% votaría por Temer y un 60% exige su renuncia, ya que lo consideran involucrado en los mismos delitos que Rousseff. La situación política es muy tensa en estos momentos: se cruzan en las calles quienes consideran que ha ocurrido un golpe de estado con quienes apoyan la destitución de Dilma pero no la elección de Temer. Una versión libre del famoso «que se vayan todos», en versión brasilera.



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Además de su falta de apoyo popular, el presidente Temer ha demostrado en muy pocos días que no le interesa quedar bien con el pueblo. Una de sus medidas más polémicas fue nombrar un gabinete compuesto sólo por hombres blancos, sin incluir ninguna mujer. Este es el primer gabinete sin mujeres desde la última dictadura en Brasil. Frente a las críticas, el presidente afirmó que quiere que su mujer, una ex-modelo 43 años menor que él, se encargue del área social, ya que «tiene mucha preocupación por las cuestiones sociales».

Las críticas al impeachment de Dilma no vienen sólo de sus seguidores en las calles. Noam Chomsky declaró que la presidenta fue enjuiciada por una «banda de ladrones» y que lo que se dio en el país fue un ejemplo de un golpe blando frente a la imposibilidad de las elites de llegar al poder a través de las elecciones democráticas. Ayer se conocieron las imágenes de artistas brasileros que durante el Festival de Cannes mostraron carteles frente a las cámaras reclamando por la democracia en Brasil. El conflicto sobrepasa las fronteras y busca instalarse en la agenda de los grandes medios internacionales.

«Manténganse movilizados, unidos y en paz», concluyó Dilma en su declaración en video, «la lucha por la democracia no tiene fecha de finalización, es una lucha permanente que exige nuestra dedicación constante». Antes de despedirse, dejó una frase repicando en los oídos de todos sus espectadores: «La democracia es siempre el lado correcto de la historia».

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