Rocío Iturralde, Mariana Michi y Rocío Katz son las integrantes de Miau Trío, una banda joven que nació en 2014 y que hoy recorre los escenarios porteños cautivando al público con su ensamble de voces. Inspirada en las Boswell Sisters, pero lejos de ser una banda tributo de ellas, las integrantes de Miau Trío retoman los estilos de las orquestas -sobre todo femeninas- de los años ’20, ’30 y ’40, y les agregan su propia impronta junto a un componente lúdico que caracteriza sus puestas en escena.
En noviembre de 2015 presentaron MIAU, su disco debut en el que incluyeron una canción propia, Canzone Silenziosa, y hoy se encuentran trabajando en nuevas composiciones:
«Lo más importante es que lo tomamos como música popular y no como música lejana a la gente. No estamos en pose. El jazz, para nosotras, no es solo una música de virtuosos y para los virtuosos».
─¿Cómo se formó Miau Trío?
─Al principio fue más una cuestión de ocio y diversión. Las dos Rocíos nos copamos con las Boswell Sisters. Nos pusimos a buscar partituras, nos gustó una canción, y como no llegábamos a fin de mes, salíamos a tocar en los colectivos. Pero un buen día dijimos “muy divertido todo, muy bizarro, pero podemos hacer algo más pulenta”. Cuando pensamos en hacer algo más grande, apareció Michi en un curso de Audioperceptiva de María del Carmen Aguilar, donde conoció a Ro Katz. Justo estábamos buscando una contralto, y empezamos a ver videos de Michi, que ya tenía otros proyectos musicales, y nos manijeamos con que fuera ella. Además, nosotras ya nos llamábamos Miau, y que justo se sumara Michi nos pareció muy gracioso. Y que tocara en un trío con Katz, también. Por un tema de juego y de diversión, entonces, empezamos a laburar juntas. Michi se aprendió los temas en un día. Iba a todas partes escuchando las canciones, en el tren, en la calle. Y se volvió la locomotora de la banda, porque tiene un arranque, una fuerza y una pulenta, que fue el propulsor que nos sacó del bondi.
─Tienen una estética lúdica muy propia que acompaña sus producciones audiovisuales y también sus vivos. ¿De qué va toda esta estética de los gatos?
─Fue algo que se fue instalando sólo. Empezamos con el video de los gatitos dibujados en las peras, que fue una idea que surgió de Ro Katz para ponernos a jugar. Empezamos dibujando ojitos, después orejas. Era como un juego obvio y empezó a hacerse cada vez más grande. Pero, la verdad detrás de todo esto, es que las tres somos alérgicas a los gatos. Hay como un te amo-te odio importante con ellos. Tenemos mucho respeto a la actitud del gato como animal, a esa presencia que dice “acá estoy, pero yo me voy a acercar si tengo ganas, vos no te vas a acercar hacia mí al menos que yo te lo permita”. Es un animal con una actitud bastante importante que siempre nos llamó la atención a pesar de ser alérgicas y no poder acercarnos, prácticamente, a ninguno. Nos divierte como especie.
─¿Primero surgió la estética y después el nombre, o fue al revés?
─Primero vino el nombre. El trío surgió cuando se sumó Michi. En realidad, el nombre lo eligió Iturralde, la fan loca de los gatos. Katz tiene un perro, y yo (Mariana Michi) tengo una tortuga, que la amo. Pero el nombre surgió por Ro Iturralde que no deja de hablar maravillas de los gatos aunque abrace uno y se brote. Ella cantaba todo el tiempo tarareando las canciones diciendo “miau miau miau”, y leíamos las partituras así.
─¿Qué representa, para ustedes, la música de los ‘30 y por qué esta vuelta a ese escenario?
─Nos copamos con las Boswell Sisters. Reinterpretamos sus temas, que nos parecen increíbles, y a partir de ahí, trabajamos sobre otros temas que están en el estilo. No somos una banda tributo, que quede claro, no está en la búsqueda instalarnos como una banda de jazz. Nosotras empezamos a jugar, Rocío (Katz) tocaba la guitarra, Michi dijo “tengo el cuatro venezolano”, y Ro (Iturralde) tocaba las castañuelas, así que se armó un híbrido que es parte de lo que somos. Todas mamamos muchos estilos musicales distintos, nos identificamos con muchas cosas del jazz, pero también nos encanta poner lo nuestro. La Boswell Sisters fue la excusa para encontrarnos nosotras. Nos divertimos mucho, nos hacemos reír entre nosotras, y eso es lo que queremos generar en el público. En ningún momento nos ponemos en personaje. No hay pose. En vivo puede pasar cualquier cosa y parece parte del show. Mil veces nos tentamos en escenario, y la gente se termina riendo con nosotras, cortando el tema tres veces, y eso genera una re complicidad con el público que nos permite ser nosotras mismas todo el tiempo.
─¿Cómo creen que funciona ese “fuera de tiempo” de las canciones en el presente?
─Creemos que en ese momento ellas también lo tomaban con ironía. Hay canciones que dicen, a grandes rasgos, “te voy a hacer el café a la mañana y voy a hacer todo para vos porque sos la persona más importante de mi vida” y todo esta dicho en un nivel que, si no es irónico, es terrible. Es tan exagerado, y las caras con las que cantan son tan intencionadas, que te das cuenta de que es un juego. En el tema Why don’t you practice what you preach?, que es el de los carteles, te das cuenta de que no son ningunas boludas, hay mucha picardía. La música de los ’30 era bastante popular. Siempre va de la mano lo que pasa en el arte con lo que pasa en lo social. Están en relación directa.
Las Boswell Sisters fueron la excusa para encontrarnos nosotras. Nos divertimos mucho, nos hacemos reír entre nosotras, y eso es lo que queremos generar en el público. En ningún momento nos ponemos en personaje. No hay pose. En vivo puede pasar cualquier cosa y parece parte del show. Mil veces nos tentamos en escenario, y la gente se termina riendo con nosotras, cortando el tema tres veces, y eso genera una re complicidad con el público que nos permite ser nosotras mismas todo el tiempo.
─Ustedes retoman el juego con los carteles del que hablaban recién, ¿cómo sienten que es su feedback con el público?
─Lo más importante es que lo tomamos como música popular y no como música lejana a la gente. No estamos en pose. El jazz, para nosotras, no es solo una música de virtuosos y para los virtuosos, y eso hace que se genere más empatía. Hace poco tocamos y una chica nos dijo “no entendí un carajo, pero qué picante que estuvieron, eh”. Ahí hubo algo que se leyó, transmitimos nuestros mensajes, porque estamos en otro siglo. En ese sentido, el feedback se siente muy fuerte.
─¿Alguna anécdota en escenario?
─Llevamos a Ricardo Darín a todas las fechas y hay una canción que le dedicamos siempre. Lo ponemos en distintos lugares. Todo lo de Darín arrancó porque, en esa canción, Gee, But I’d like to make you happy (miau miau miau), siempre nos tentábamos mucho. Cada vez que la cantábamos pasaba algo cómico y alguna hacía un sonido, una mirada de más, una respiración rara, que era suficiente para que nos tentáramos. En una fecha particular, Iturralde cantó “Darudaridara” y Michi escuchó “Darín”, y empezó a pensar en Darín. Habíamos hecho un pacto de no reírnos más, y se apareció Darín, que nada que ver con nada, en Café Vinilo, y no nos lo podía explicar. Se empezó a reír, y todas nos empezamos a reír, porque era lo que ocurría, y dijimos “que venga Darín”. Empezamos a exorcizar todo, a hacer coreos al respecto, y siempre ponemos el póster de Darín, que hace que nos quedemos serias. Una vez intentamos contactar a Darín, pero no creyó que era para él, pensó que era para su hijo, y le respondimos que era para él. Nos tiró una onda. Darín, es para vos.
Cuando hay una crisis, o cuando se implementan políticas que intentan desplazar a la cultura, es cuando emerge con más fuerza. Es el momento de juntarnos todos, hacer colectivos de artistas.
─En noviembre del año pasado presentaron su primer disco, MIAU, que se ve que ezs resultado de un trabajo muy personal…
─Lo hicimos nosotras. La pre-producción duró dos meses. Hubo mucho ensayo, pero después no lo usamos. Todo lo grabamos en vivo, a la vieja usanza, sin metrónomo. Lo grabamos en el estudio de Feco Escofet, Mawi Road, en dos días. Nos quedamos a dormir en el lugar, fue en vivo, y estuvimos desde la mañana hasta las 4 am del día siguiente. Tuvimos músicos invitados. Los chicos de Julio y Agosto, Javier Casalla, Adrián Capresi, de La Familia de Ukeleles. Además, mientras tanto, estábamos con todo lo de Idea.me y cada vez que cerrábamos los ojos para dormir, veíamos esa cuenta regresiva todo el tiempo. Faltan 10 días, faltan 10 mil pesos. No habíamos llegado a la guita y ya nos estábamos endeudando. Empezamos a flashear pedir un crédito. Y cuando tuvimos el disco en las manos, no lo pudimos escuchar por una semana, no lo queríamos ni ver. Pero después pasó, y lo amamos, y sabemos que dimos a luz a un bebé hermoso.
─¿Cómo fue esa experiencia?
─Lo presentamos en Santos 4040, lo que fue increíble. El disco surgió porque grabamos un primer video y nos empezaron a escribir para que tocáramos en vivo. Nos invitaron a una fecha para tocar una hora, y empezamos a reversionar y a componer para eso. La idea era hacer un EP con un par de temas, hasta que nos escribieron de Idea.me para que contáramos con ellos para hacer el disco. Y todo se fue de tema. Empezó feliz, y se fue volviendo tétrico. Teníamos que grabar el disco, el arte lo hicimos nosotras, es decir, Ro Katz hizo las Ilustraciones. Es como nuestro bebé. Juntamos la plata gracias a la gente. Al final estábamos con un nivel de estrés que volvíamos de grabar y siempre alguna volvía llorando. Nos veíamos todos los días. Era como una convivencia. Ya somos como hermanas. Cualquier discusión que teníamos era como un amor-odio con una hermana, incondicional y con entendimiento. Pasamos la barrera de tomarnos las cosas personales. Esto demuestra que somos muy equilibradas (risas).
─¿Y cómo salió la presentación?
─El mismo día de la presentación, nos trajeron los discos mientras nos probábamos ropa. El vestuario no nos quedaba, y teníamos que resolverlo. En dos horas salíamos a escenario. Todo era un caos. Todas explotamos en algún momento. Terminamos de tocar, que fue de las mejores fechas que tuvimos hasta ahora, y cada una estaba en una punta hablando con distintas personas y no sabíamos cómo estaba la otra, y cuando nos juntamos, estábamos las tres muy raras. No estábamos felices, estábamos agotadas. Una onda “estoy contenta, pero no sé muy bien qué me pasa”.
Además, mientras tanto, estábamos con todo lo de Idea.me y cada vez que cerrábamos los ojos para dormir, veíamos esa cuenta regresiva todo el tiempo. Faltan 10 días, faltan 10 mil pesos. No habíamos llegado a la guita y ya nos estábamos endeudando. Empezamos a flashear pedir un crédito. Y cuando tuvimos el disco en las manos, no lo pudimos escuchar por una semana, no lo queríamos ni ver. Pero después pasó, y lo amamos, y sabemos que dimos a luz a un bebé hermoso.
─¿Están empezando a componer más temas propios, además de Canzone Silenziosa?
─Estamos haciendo arreglos de otros temas que no tienen que ver con el jazz y que tratamos de mezclarlos con el estilo que vamos creando nosotras. Estamos trabajando en un nuevo tema que compusimos, sí, y vamos a seguir haciendo videos youtubbers, que es nuestra esencia. Los videos los edita Mariana. Somos muy autogestivas.
─Como banda, ¿cuál fue su mayor desafío?
─“Nunca pudimos armar este cubo” (risas). Creemos que la mayor dificultad fue el disco. Y también nos cuesta mucho el tema del vestuario. Hemos puteado, pateado cosas, llorado, gritado, cantado en momentos de “odio lo que tengo puesto, quiero morirme”. Porque, al ser un show medio teatral, hay algo que te saca de escena si el vestuario no funciona cuando no muestra lo que estamos haciendo. Eso nos cuesta más que hacer música, que puede ser estresante, pero es lo que amamos y sabemos hacer. Pero no sabemos de moda. Por suerte, ahora empezamos a trabajar con las chicas de Abre Indumento, así que estamos contentas con poder liberarnos de la culpa y el quilombo de buscar en un armario a ver qué nos ponemos, inventando cosas que seguro no quedan bien. Algo que parece tan estúpido, como vestirse, nos resulta complicadísimo.
─¿Cómo ven el escenario para las bandas emergentes en Capital, hoy?
─Está muy complicado. Tenés que tener muchas ganas y una búsqueda y pila constantes. No podés colgar un segundo. Tenés que escribir a todos lados, mostrar lo que hacés. A nosotras nos funcionaron los videos en Youtube, cada banda tiene su forma. Pero, a la vez, es el mejor momento para hacer. Cuando hay una crisis, o cuando se implementan políticas que intentan desplazar a la cultura, es cuando emerge con más fuerza. Es el momento de juntarnos todos, hacer colectivos de artistas. Nosotras estamos en el colectivo El Monqui Albino y hay algo de la juntada con la gente que es importantísimo, el hecho de estar todos juntos y ayudarnos como se pueda. Armar un festival, tocar todos juntos para que todos puedan tener un empujón a partir de lo que cada uno puede brindar. Si se clausuran lugares, hay que darle para adelante, buscar la forma. A Café Vinilo los volvieron locos. Hay que apoyarlos, empujar entre todos, porque es un empuje constante.
Foto de portada: Vic Zeta