La semana pasada, el elenco de Separados (todos somos uno) festejó sus 50 funciones con bombos y platillos, junto a amigos y periodistas. La comedia se incorporó a la cartelera porteña el 7 de enero de este año en el Teatro CPM Multiescena, y su marquesina es una de las tantas que decora el cielo de la calle Corrientes.
Separados (todos somos uno) es una comedia de situaciones protagonizada por Esteban Prol, María Fernanda Callejón, Rodrigo Noya y Candela Vetrano, escrita y dirigida por Martín Mariani. Estos cuatro actores encarnan a distintos personajes y recrean situaciones de lo más diversas, que tienen como eje central las crisis de pareja y como escenario común un salón de fiestas infantiles.
Por allí pasa toda clase de personas y transcurre todo tipo de situaciones: parejas felices en sus primeros años de amor, padres primerizos llenos de esperanzas, parejas en crisis a causa de la aparición de los hijos y el desplazamiento de roles, parejas a punto de resquebrajarse en mil pedazos, parejas deterioradas que han sufrido el desgaste de los años y la rutina, parejas indiferentes, seres esperanzados, seres engañados, seres desilusionados.
La recepcionista del salón (Candela Vetrano), suele ocuparse de las reservas y la atención a los clientes, pero se ve completamente desbordada a partir del momento en que la madre de Ezequiel (María Fernanda Callejón) —el niño agasajado—, decide huir del salón para no toparse con su ex esposo y padre de Eze (Esteban Prol). Al mismo tiempo, irrumpe en el salón el novio de la recepcionista (Rodrigo Noya), quien parece estar empecinado en hacerle toda clase de confesiones y declaraciones amorosas, con propuesta de matrimonio incluida. Pero ella está demasiado ocupada en sus labores y, además… ¡no cree en el matrimonio! Inspirada en las escenas que observa a diario en su lugar de trabajo, intenta utilizar esas experiencias para cerrar la conclusión de su tesis, con el propósito de obtener el anhelado título de socióloga que le permita zafarse de una vez por todas de las arduas tareas en la recepción. Así, el novio será inhibido en cada uno de los intentos por expresarle su amor. Mientras tanto, entran y salen de escena numerosos personajes que encarnan las distintas fases que suele atravesar cualquier pareja en el áspero sendero del amor, un camino que más de una vez se hace cuesta arriba. Los personajes de Prol y Callejón son aquellos que representan el deterioro de la pareja a lo largo del desarrollo de su pequeño hijo Ezequiel, quien cumple sus 5 años de vida.
Se trata de una comedia de situación propiamente dicha, por momentos al mejor estilo de las comedias francesas: dinámica, con el funcionamiento de un mecanismo de relojería donde todo pie es seguido de su justo remate, teñida por un tono humorístico bien porteño y una estructura que le evita aburrimiento al espectador porque todo el tiempo ocurre algo en escena, aquí o allá, en algún rincón del CPM. Además, Separados cuenta con buenas actuaciones, una puesta en escena correcta, vestuario acorde a las diferentes situaciones que van sucediéndose en la obra y una escenografía adecuadamente diseñada con múltiples puertas de acceso que facilitan la entrada/salida de los personajes. Con humor picaresco, dinámico, que rápidamente establece empatía con el espectador por la vía de la identificación, esta pieza no es pretenciosa —y allí reside su mayor logro— pero se atreve a reflexionar sin profundidad metafísica aunque con gran tino humorístico sobre unas cuantas cuestiones que resultan comunes a cualquier par de individuos que conviva o permanezca en una relación amorosa: el fuego del primer enamoramiento, el amor desenfrenado, la pasión descontrolada, el idilio atontado, la ira, el odio despiadado, los celos, las mentiras, los engaños, la risa, las decepciones, los ideales contrariados, los imposibles, las falsas expectativas, los deseos incumplidos, la falta de deseo o el exceso, las tristezas, los llantos, no poder vivir con el otro, no poder vivir sin el otro. En fin, es una lista en la cual podríamos seguir agregando ítems y cada cual asentiría con la cabeza en alguno de estos tópicos, porque finalmente el mayor hallazgo de este tipo de comedias es el recurso de la identificación. El famoso “¿a quién no le ha pasado alguna vez?”.
Con humor picaresco, dinámico, que rápidamente establece empatía con el espectador por la vía de la identificación, esta pieza no es pretenciosa —y allí reside su mayor logro— pero se atreve a reflexionar sin profundidad metafísica aunque con gran tino humorístico sobre unas cuantas cuestiones que resultan comunes a cualquier par de individuos que conviva o permanezca en una relación amorosa.
Las actuaciones son parejas y ninguno de los actores que conforman este cuarteto desentona; cabe destacar la ductilidad y flexibilidad de todos en la composición de sus personajes (una paleta de personalidades y características bien diversas para alcanzar el mayor rango de representatividad posible). Prol y Callejón resultan muy eficaces en este género, y Noya y Vetrano no sólo acompañan a los más experimentados sino que le aportan a esta pieza frescura y talento propio. La obra abre un momento de interacción con los espectadores en la sala, y allí Esteban Prol se destaca por su gran carisma: con una pequeña linterna y unas cuantas preguntas personalizadas, logra arrancar varias carcajadas entre el público femenino y genera un feedback muy efectivo para distender cualquier recelo.
Cada uno de los actores tiene su momento de lucimiento y logra desatar varias risotadas en el público. Sólo por eso, porque es divertida y porque es capaz de hacernos reflexionar sin ampulosidad sobre cuestiones de la vida cotidiana, es una obra que puede recomendarse para quienes estén deseosos de degustar algo del humor de la cartelera porteña en una temporada que —tal como lo expresaron los actores al final de esta función especial— fue bastante difícil para todos y, aún con sus vaivenes, pudo ser remontada. Porque como suele decirse, el show debe continuar.