Entrevista a Ricardo Forster: «Uno de los principales efectos de las políticas neoliberales, con este ajuste, va a ser el daño a la educación pública»

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Extenso diálogo con el filósofo, académico y ex funcionario del gobierno de Cristina Kirchner sobre la actualidad del país. Define al gobierno de Macri como «una tragedia en términos de futuro» y denuncia sobre el panorama académico que «la inversión pública en ciencia está amenazada de muerte».  La creación de Carta Abierta, las críticas a su figura y la creación de la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional y algunas razones de la derrota del kirchnerismo, en la siguiente entrevista.

Ricardo Forster nació en la Ciudad de Buenos Aires el 26 de septiembre de 1957. Es un filósofo, académico y ensayista. Posee el título de Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y  es Profesor titular de Grado y Docente de Posgrado en numerosas universidades argentinas e internacionales.

En 2008 creó junto a otros intelectuales el espacio Carta Abierta y en 2014 asumió como Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, cartera dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación y que fue cerrada el 12 de diciembre de 2015 por Mauricio Macri.

El gobierno de Macri en Argentina y la «nueva derecha»

— ¿Cómo evaluás hasta ahora la gestión de Mauricio Macri?

— La respuesta no es lineal. Lo primero que se puede decir es que es una tragedia en términos de futuro, de realidad social y económica. Es un gran retroceso que constituye un fenómeno complejo de restauración, porque el macrismo no es una derecha tradicional. Es una derecha que ha innovado, que está más identificada con eso que podríamos llamar la «nueva derecha».

— ¿Qué sería la nueva derecha?

— La nueva derecha tiene una relación muy fuerte con la estetización de la política, con la apropiación de símbolos que vienen del universo progresista, pero que en términos estructurales supone un profundo giro neoliberal. No es la derecha tradicional, cavernícola, reaccionaria, ultramontana, más propia de otros períodos históricos de la Argentina. Me parece que está mucho más ligada a los fenómenos que han emergido en otros países de América Latina y que la ofrece como una derecha más cool, juvenil, adaptada a los ritmos de la época, portadora de una suerte de concepción políticamente correcta que no va en contra de los derechos civiles. Sin embargo, en términos de construcción de hegemonía representa un claro predominio de la financiarización.

La nueva derecha tiene una relación muy fuerte con la estetización de la política, con la apropiación de símbolos que vienen del universo progresista, pero que en términos  estructurales supone un profundo giro neoliberal

—¿Eso explicaría que la derecha llegue a través del voto popular en Argentina?

— Esa es una buena pregunta porque, como vos decís, es la primera vez que una derecha de estas características no necesita parasitar un movimiento de raíz más popular como peronismo o radicalismo. O utilizar la herramienta del golpe militar. Esto es una novedad: por primera vez alcanza una legitimidad electoral y lo hace utilizando recursos que vienen del marketing, la publicidad, la construcción de escenas propias de una ficcionalización de la realidad. Creo que logró tocar ciertas sensibilidades, trabajó con el lenguaje de los afectos. Construyó a partir de la palabra «Cambiemos» un dispositivo que cuajó bien en el imaginario de amplios sectores de la sociedad. Puedo, además, trabajar el desgaste de un ciclo de doce años en una sociedad contemporánea donde manda la reivindicación de lo nuevo, la presencia de lo fugaz, lo que está en cambio permanente se ha convertido en el sentido común. También supo trabajar lo que yo llamaría «la expropiación de la experiencia».

— ¿Qué sería eso?

— Los sujetos contemporáneos, telemáticos, cuyas conciencias están muy atravesadas por la industria de la cultura y los grandes medios de comunicación, no hacen experiencia propia de lo que acontece, sino que es mediatizada por los propios lenguajes de los medios. Y eso creo que también cuajó bien con el dispositivo del macrismo. Su capacidad de utilizar las redes sociales, el juego de establecer una relación crítica en lo que define a la política que ya no es pensada como un lugar de conflicto y de disputa, sino como un lugar de encuentro, de las formas amables. El macrismo supo descifrar cierto cansancio de la sociedad argentina de muchos años de estar a un nivel muy alto de disputa. Por ese lado logró interpelar a muchos actores sociales.

Creo que el macrismo es hijo de algo que ha sucedido en el continente, que es la movilidad social ascendente, el surgimiento de nuevas clases sociales. Eso no llevó a la conciencia de los derechos adquiridos como parte de un dispositivo político y económico, sino a una demanda de otras perspectivas que ya no se correspondían con la conciencia de origen de esos sectores.

— ¿Cómo ves al gobierno de Macri en relación al resto del continente, donde se puede ver un giro a la derecha?

— Creo que el macrismo es hijo de algo que ha sucedido en el continente, que es la movilidad social ascendente, el surgimiento de nuevas clases sociales. Eso no llevó a la conciencia de los derechos adquiridos como parte de un dispositivo político y económico, sino a una demanda de otras perspectivas que ya no se correspondían con la conciencia de origen de esos sectores. Eso contribuyó también a la identidad volátil e inestable que tiene el macrismo. No está definida en la calle, no le importa, ni tampoco tiene los recursos para esa movilización, por eso apuesta a la ficcionalización de la realidad y otro tipo de estrategias. Cruzando estos elementos junto a los cambios que se vienen operando en América del Sur hace unos años, donde los efectos cada vez más crecientes de la crisis económica mundial, que toca sobretodo a los productores de materia prima, lleva a un momento de giro con respecto a las experiencias neopopulistas, democrático-populares, de principio de siglo.

— Es decir, entonces, que el triunfo de Macri en Argentina tiene una fuerte relación con lo que viene ocurriendo en el resto del continente, ¿no?

— Sí, con sus especificidades claro. Argentina no es igual que Brasil, Venezuela o Bolivia. Argentina tiene una tradición política diferente, un rol de las clases medias más histórico que recién ahora aparece con más fuerza en otros países del continente. Ha tenido bajo la forma del primer peronismo un proceso de construcción de la ciudadanía que ahora se asoma en países como Bolivia, Venezuela o en el propio Brasil. Hay diferencias, pero, sin embargo, hay elementos comunes, como la aparición de esta nueva derecha muy ligada a los nuevos lenguajes del capitalismo, que no solo expresa la forma neoliberal, sino también la estetización del mundo, que va tocando las subjetividades contemporáneas.

zzzznacp2 NOTICIAS ARGENTINAS BAIRES, JUNIO 15: El ex presidente Néstor Kirchner encabeza esta tarde un acto junto al candidato porteño del oficialismo a diputado nacional por la Ciudad Carlos Heller, en un evento organizado por los intelectuales de Carta Abierta. Foto NAzzzz

Foto: NA


Las razones de la derrota del kirchnerismo

— Antes hacías referencia al nivel de disputa y debate que proponía el kirchnerismo, que podía haber generado cierto desgaste en la sociedad. ¿Qué otras variables ves para entender la derrota del kirchnerismo después de haber obtenido un 54% de los votos en el 2011?

— Primero que nada el 54% es una elección que hay que analizar en profundidad. No estaba dentro de la capacidad de interpelación del kirchnerismo esa cifra. Tiene que ver más con un año extraordinariamente complejo de la vida política en Argentina como había sido el 2010. La incipiente recuperación económica luego de la crisis del 2008 y 2009, incluida la derrota electoral de ese año. Tiene que ver, también, con el impacto emocional de la muerte de Néstor Kirchner, con la emergencia de esa multitud en los días del bicentenario, con la propia figura de Cristina en el momento de atravesar esa tragedia personal. Todo eso atraviesa la vida social, como la crisis de la oposición, que sale de su triunfo del 2009 y el famoso «Grupo A», que no logra construir de cara a la sociedad una política de unidad y construcción que apareciese disputando con claridad. Eso hace que el kirchnerismo saque 10 puntos por arriba de lo que hubiera sido lo natural.

— Claro, sin embargo en el 2015 obtuvo un 36%. ¿Dónde podrías ver alguna de las causas?

— Creo que se puede ver sobre todo a partir del 2013, con algunas decisiones que tocan a la clase media. La problemática de lo que iba a ser el control cambiario rápidamente denominado como «cepo», la problemática del impuesto a las ganancias que toca a los trabajadores de cuellos duros o con salarios altos. El papel descomunal, como nunca antes lo había visto en la historia de Argentina, de una campaña mediática de horadación profundamente corrosiva, que daña a ojos de la clase media e incluso de sectores populares la imagen del gobierno. También está la tragedia de Once, que colocó allí para la sociedad una relación que hasta ese momento los grandes medios de comunicación no habían podido terminar de establecer: «la corrupción mata». Ahí ya aparece ligado a políticas de transporte que aparecen en la opinión pública como responsables de la muerte de más de 50 personas, ¿no? El efecto de la crítica constante sobre la figura de Amado Boudou también creo que impacta. El 54%, a su vez, también generó una actitud «gardeliana» del gobierno.

(Una de las causas de la derrota fue) el papel descomunal, como nunca antes lo había visto en la historia de Argentina, de una campaña mediática de horadación profundamente corrosiva, que daña a ojos de la clase media e incluso de sectores populares la imagen del gobierno.

— ¿En qué sentido?

— Creer que se había alcanzado la cúspide y que se podía mirar desde arriba al conjunto de la sociedad sin tener que negociar en ningún plano ni abrir más los acuerdos, sino más bien llevar adelante políticas más duras, mayor encriptamiento y cerramiento sobre un pequeño grupo, lo cual lesionó en parte alianzas que habian sido significativas en otros tiempos del kirchnerismo. A eso se le suma una enajenación de la clase media que ya se venía dando desde el 2008 con mucha potencia. Muchos sectores fugaron su voto más tradicional a otros lados como Massa y Cambiemos. Hay que leer también la crisis de otros países como Venezuela y fundamentalmente Brasil. El fracaso de la reforma de la justicia, con una Corte que en los últimos años ha jugado un papel ampliamente, entre comillas, «opositor». En América del Sur, el poder judicial es el reaseguro de los poderes conservadores. El caso brasilero es arquetípico.

— Hubo también una apuesta por la juventud en los últimos meses de Cristina Kirchner, ¿no?

— Sí, creo que ahí hubo un fracaso de la transición generacional. Creo que ese es un punto no menor. Es decir, Cristina en un momento decide que el futuro inmediato tiene que estar en las manos de las nuevas generaciones y que debe producirse un empoderamiento de los jóvenes que se da en cargos más importantes en la administración estatal y en el despliegue de una organización como La Cámpora, que, dentro de una política como Unidos y Organizados, termina teniendo el rol de una política hegémonica, sin que el resto de las fuerzas políticas termine de sentirse a gusto con esa conducción. Ahí también hay un punto complicado, con una dirigencia juvenil que capaz todavía no estaba capacitada para enfrentar un desafío de nuevo tipo como es dirigir toda una fuerza política muy compleja en cuanto a su composición. Todos son distintos rasgos para pensar que la elección en verdad también se pierde por grandes errores del kirchnerismo.

— La candidatura de Scioli, ¿cómo la calificarías?

— No creo que la candidatura de Scioli en sí misma haya sido un factor determinante, porque eso es discutible en todo caso. Pero sí la falta de decisión de apoyar firmemente a esa candidatura. De la misma manera que no se resolvió bien la problemática de la interna del peronismo en la provincia de Buenos Aires. Para mí hay dos escenas que hacen a la derrota electoral.

No creo que la candidatura de Scioli en sí misma haya sido un factor determinante, porque eso es discutible en todo caso. Pero sí la falta de decisión de apoyar firmemente a esa candidatura. De la misma manera que no se resolvió bien la problemática de la interna del peronismo en la Provincia de Buenos Aires

— ¿Cuáles serían?

— Una es la contraposición de Aníbal Fernández y María Eugenia Vidal. Mientras Vidal era Heidi, una joven de barrio, de sonrisa permanente, a la que no se le conocía otra cosa que su manera etérea de recorrer los barrios y que expresaba una mezcla de ingenuidad, honestidad y vocación de trabajo. A Aníbal Fernández se lo mostraba como un opuesto. Era la política mas ligada a las triquiñuelas, a las astucia, al discurso jauretchiano. A la vez, era un discurso muy identificado por ser el Jefe de Gabinete. Hubo una campaña casi inexistente, se pensó que se ganaba por la prepotencia de que el peronismo siempre triunfaba en ese distrito. Ahí hubo una lectora errónea, más el papel no menor de la tremenda denuncia que hizo Jorge Lanata en su programa. La segunda sería la imagen del cierre de campaña en la segunda vuelta, donde Macri cerró en Jujuy bajo el sol del norte, con la mezcla de pueblos originarios, gente de clase media y la vieja y rancia aristocracia. Él vestido de jean, con camisa, sin corbata, en una pose juvenil, hablando de futuro, de la alegría, planteando un escenario de colores en pastel. Por otro lado estaba Scioli cerrando en un gimnasio en La Matanza, todos transpirados, más duros, vinculado a una vieja performance de la política.

— ¿Qué te pareció la campaña de Scioli?

— En primera vuelta fue muy mala, una campaña de helicóptero, absolutamente ligada a los medios de comunicación, sin relación con la gente, diseñada por quienes no entendieron los nuevos modos de la publicidad – que sí los entendieron quienes trabajaban con Macri, como Durán Barba-, ni tampoco las antiguas formas de campaña: el candidato presente en el barrio, en los territorios. Además, también estaba la clara imagen pública de una distancia de Cristina Kirchner y el kirchnerismo más duro con el propio Scioli. Todo eso se revirtió en la segunda vuelta gracias a la emergencia de lo que llamo «kirchnerismo silvestre».

— ¿Qué sería el «kirchnerismo silvestre»?

— Es una vocación espontánea de miles de personas de ponerse la campaña al hombro y salir a la calle. A la vez, Scioli lee que tiene que cambiar o que está perdido y hace una campaña importante, significativa. Estuvo al borde de ganar, si no fuera por ese resultado tremendo en Córdoba, donde Macri sacó un 72%. Es un voto «formoseño», porque supuestamente esos centros urbanos como Córdoba, Rosario, la Ciudad de Buenos Aires no son «republiquetas bananeras» que votan a caudillos al 70% u 80%, sin embargo eso pasó. De todas formas, sería absurdo reducir la derrota de Scioli en una provincia.

Yo estaba convencido que una vez que ganó, iban a ir a una rapidez muy grande, porque tenían que aprovechar el efecto de irradiación exitista que genera un triunfo de esa naturaleza. Incluso, uno podría decir que algunos de los referentes económicos de Macri ya habían anunciado lo que iban a hacer. La verdad de lo que iba a hacer el macrismo estaba a la vista de todos, pero nadie lo veía por distintos motivos.

— Se suele decir que Macri terminó tomando ciertas medidas mucho más rápido de lo que se pensaba. ¿A vos qué te parece?

— Yo estaba convencido de que una vez que ganó, iban a ir a una rapidez muy grande, porque tenían que aprovechar el efecto de irradiación exitista que genera un triunfo de esa naturaleza. Incluso, uno podría decir que algunos de los referentes económicos de Macri ya habían anunciado lo que iban a hacer. La verdad de lo que iba a hacer el macrismo estaba a la vista de todos, pero nadie lo veía por distintos motivos. Lo que era el ABC de las políticas neoliberales no fue reconocido por la población como una alerta. Salvo por una gran parte del electorado que votó a Scioli, no hay que perder de vista que la diferencia fueron 350.000 votos. La sociedad está dividida.

Forster Parodi


El surgimiento de Carta Abierta y la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional

— ¿Cómo fue el surgimiento del grupo Carta Abierta? 

— Carta Abierta surgió en el 2008 al comienzo del conflicto entre el gobierno y las organizaciones patronales del campo, con la famosa ley 125 y las retenciones móviles. Surgió como una inquietud de un pequeño grupo de amigos que a su vez expresaron lo que estaba pensando un sector de la vida cultural e intelectual argentina, que sentía que ese conflicto era mucho más que algo económico. Tenía que ver mucho más con la legitimidad de un gobierno en democracia que tomaba una decisión por motus propio y que no fuera impuesta por grupos económicos. En la primera carta, que creo que fue la que tuvo mayor impacto, hubo una frase que definió en gran medida aquello que estaba ocurriendo que era «el clima destituyente».

— ¿Por que se utilizó la palabra «destituyente» y no «golpista»?

— Porque la palabra golpe remitía más a la década del 70, a una instancia distinta. En cambio la palabra «destituyente» hacía alusión más a la incapacidad de los gobiernos democráticos de sostener sus posiciones ante la ofensiva o los chantajes de los grandes grupos económicos. La lectura que hicimos en ese momento fue que estábamos frente a un escenario de destitución, debilitamiento y condicionamiento del gobierno de Cristina Kirchner. Eso lo toma inmediatamente Néstor Kirchner, quien retoma la palabra «destituyente» y muestra que el conflicto es de orden político. Allí la sociedad entra en una etapa de politización que no había vivido en los periodos anteriores.

La especificidad de Carta Abierta era que por primera vez un conjunto importante de hombres y mujeres que provenían del mundo de las ideas expresaban el apoyo a un gobierno definido como populista. Eso aparecía como algo raro porque en general la elites culturales, salvando excepciones, no acompañaron, los procesos de gobierno democráticos en América Latina.

— ¿Cómo ves la relación entre intelectuales y política?

— Yo creo que es y que ha sido muy importante el involucramiento de los intelectuales, de la gente de la cultura en la escena política, como en este caso, donde se defiende a un gobierno o a sus principales medidas, o jugando como constructores de una visión crítica al gobierno de Macri. La especificidad de Carta Abierta era que por primera vez un conjunto importante de hombres y mujeres que provenían del mundo de las ideas expresaban el apoyo a un gobierno definido como populista. Eso aparecía como algo raro porque en general la elites culturales, salvando excepciones, no acompañaron los procesos de gobierno democráticos en América Latina. La primer carta fue firmada por 1500 personas entre los que estaban Juan Gelman, David Viñas, León Rozitchner, Nicolás Casullo, Horacio González; un mundo muy amplio. Carta Abierta de alguna manera fue desarrollándose como un espacio de discusión política y de ideas. Yo no veo incompatibilidad en sostener una mirada crítica de la realidad con defender los ejes centrales de una política gubernamental que en lo personal revindico como la más importante en los últimos 50 años de la Argentina. Es más, en Argentina se recuperó la voz del intelectual, algo que se había perdido a fines de los 80’s y 90’s.

— Se lo ha demonizado mucho a Carta Abierta, sobretodo desde algunos medios concentrados, ¿cómo repercutió en el interior del espacio eso?

— Sí, fue una cosa interesante, porque en realidad nuestros mejores lectores, entre comillas, fueron ciertos exponentes de la derecha mediática, como algunas firmas del diario La Nación en particular. Lamentablemente, lo que no hay es un espacio para un debate honesto, sin golpes bajos, sin injurias. Creo que ha habido un nivel de injurias  gigantesco en Argentina, sobretodo cuando se creó la Secretaría.

— En ese sentido, ¿cómo vivías las críticas a la Secretaria de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional y a tu figura?

— Allí yo hice mi primera y única experiencia como Secretario dentro del Ministerio de Cultura y construimos mucho en un año y medio dentro un nivel de descalificaciones e injurias tremendo. Solo por el nombre además. Cualquiera que hubiera tecleado mi nombre en Google y hubiera visto a qué me dediqué en los últimos 30 años, no podría haber hecho esas asociaciones entre mi figura y la secretaría con los totalitarismos, Hitler, Stalin, Franco y demás. Eso hace imposible un debate interesante y serio. Sin embargo, lo intentamos, y creo que la experiencia de la Secretaría fue muy rica. Desde los «Foros hacia una nueva independencia», que recorrieron el país con una mirada genuinamente integradora y federal, hasta el «Foro Emancipación e Igualdad», donde convocamos a las principales figuras del mundo intelectual y político de los movimientos emancipatorios del mundo. También las publicaciones que hicimos, que fueron muy importantes.

Cualquiera que hubiera tecleado mi nombre en Google y hubiera visto a qué me dediqué en los últimos 30 años, no podrían haber hecho esas asociaciones entre mi figura y la secretaría con los totalitarismos, Hitler, Stalin, Franco y demás. Eso hace imposible un debate interesante y serio. Sin embargo, lo intentamos, y creo que la experiencia de la Secretaría fue muy rica.

— Ninguna de esas cosas tuvo mucha repercusión en los grandes medios, ¿no?

— Ha habido una máquina de invisibilización extraordinaria. Yo creo que el «Foro Emancipación e Igualdad» fue un acontecimiento tremendo. No tengo memoria de que se haya hecho algo así previamente en la Argentina. El primer día, me sorprendió que la cola para ingresar abarcara más de cinco cuadras con gente de todas las edades y clases sociales. Allí se generó un material riquísimo. Todo eso es como si no hubiera existido, ni ahora ni en ese momento. Hoy es casi totalitaria.

— En esa dirección, ¿cómo ves la libertad de expresión en Argentina?

— Es una situación grave, yo no escucho a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que siempre estaba tan enojada por la supuesta coerción a la libertad de expresión en Argentina, decir algo contra una hegemonía que solamente bajo la forma de una dictadura se pudo dar en nuestro país. Hoy tenemos un esquema comunicacional, donde salvando algunas pequeñas excepciones insignificantes en términos económicos y de herramientas, todas las cadenas privadas y públicas están en mano del gobierno. Eso es algo muy impresionante que implica silencios, invisibilidad, que en los gobiernos de Cristina Kirchner generaron los efectos de la Cadena Nacional para responder al blindaje mediático, que en definitiva terminó generando una saturación. También hubo una estrategia muy astuta de poner a la crispación y a la violencia solo del lado del kirchnerismo, cuando claramente estuvo en los medios de comunicación corporativismos y en el sentido común del antikirchnerismo.

Hoy tenemos un esquema comunicacional, donde salvando algunas pequeñas excepciones, insignificantes en términos económicos y de herramientas,  todas las cadenas privadas y públicas están en mano del gobierno. Eso es algo muy impresionante que implica silencios, invisibilidad

— ¿Cómo tomaste que una de las primeras medidas de Macri sea justamente cerrar la Secretaria de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional?

— Lo esperaba, me parece que era lógico. Me dio un poco de gracia, para decirlo de alguna manera, que, en los días previos a la asunción de Macri, tuve una reunión con las futuras autoridades del ministerio y tuvieron el discurso del macrismo. Me dijeron: «Ricardo, lo que ustedes hicieron el Secretaría fue un trabajo espléndido, nos gustaría que formes parte de un consejo consultor». Eran chicos muy jóvenes, con un look muy Palermo Soho, con una mezcla de ingenuidad y cinismo. Ahí hay una construcción muy interesante. Hay una mentira de decir que son plurales, cuando el discurso de Macri el 1 de marzo en el Congreso fue muy insultante con los últimos 12 años, la vuelta a la construcción de «Achicar el Estado es agrandar la Nación». Ni en el Chile de Piñera pasó que los principales CEOs de las empresas multinacionales estuvieran en los cargos del Estado como pasa aquí.

La inversión pública en ciencia está amenazada de muerte. Además este es un gobierno de las universidades privadas, el presidente es recibido de allí y el grueso de sus colaboradores también. No tengo nada contra las privadas en general, pero eso marca una ideología y una inclinación. Van a ser tiempos duros para la educación en el país. Se vuelven a escuchar cosas que se pensaban que no se iban a volver a escuchar.

— Por último, teniendo en cuenta tu experiencia en el mundo académico y universitario, ¿cómo ves el futuro de las universidades públicas con el gobierno de Macri?

— Yo creo que uno de los principales efectos de las políticas neoliberales con esta política de ajuste que se va a desarrollar y que ya se está desarrollando, va a ser el daño que se va a ejercer en la educación pública en todos sus niveles. La que más va a sufrir va a ser la universitaria y, sobre todo, lo que ha sido la expansión de las universidades públicas en muchos lugares del país. Además, el cese de algo muy original e importante en Argentina, yo diría que desde «La Noche de los Bastones Largos» hasta ahora, que fue la recomposición fuerte del aparato de investigación científica y la repatriación de miles de científicos. La inversión pública en ciencia está amenazada de muerte. Además, este es un gobierno de las universidades privadas, el presidente es recibido de allí y el grueso de sus colaboradores también. No tengo nada en contra de las privadas en general, pero eso marca una ideología y una inclinación. Van a ser tiempos duros para la educación en el país. Se vuelven a escuchar cosas que se pensaban que no se iban a volver a escuchar.


Forster Foro emancipación



Foto portada: Charly Díaz Azcué (Infobae)

Entrevista también publicada en El Ciudadano (Chile)


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