El 8 de marzo fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Día Internacional de la Mujer, una jornada en la que se conmemoran las luchas por la resignificación del rol de las mujeres en la sociedad y por los derechos conquistados a lo largo de la historia. En este contexto, en lugar de hundirse en los estereotipos femeninos que el consumo quiere imponer, la fecha permite reclamar una vez más por el camino que aún falta recorrer para la equidad de géneros y reflexionar sobre el rol de la sociedad y los medios ante los crecientes casos de violencia de género. Marina Menegazzo y María José Coni, las turistas mendocinas asesinadas en Ecuador, son el más reciente y triste ejemplo.
Desde 1975, el 8 de marzo es considerado un día conmemorativo que tuvo su origen en la muerte de 146 trabajadoras en una fábrica textil de Nueva York en 1908, mientras protestaban por sus condiciones laborales. Si bien, más de cien años después, las mujeres han conquistado derechos que antes hubieran sido inimaginables, la igualdad de género sigue siendo un tema que requiere de debate y reflexión para alcanzar una consciencia que permita conquistar logros materiales en la sociedad.
En los últimos años, se han logrado en la Argentina una gran cantidad de avances a nivel legislativo como la Ley de Protección Integral a las Mujeres, La Ley de Identidad de Género, la Ley de Prevención y Sanción contra la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas y la Ley de Parto Humanizado. También los femicidios han cobrado mayor visibilidad mediática y se han convertido en centro de discusiones que llegaron a convocar marchas multitudinarias, tal como sucedió en junio de 2015 con #NiUnaMenos.
En los últimos años, se han logrado en la Argentina una gran cantidad de avances a nivel legislativo como la Ley de Protección Integral a las Mujeres, La Ley de Identidad de Género, la Ley de Prevención y Sanción contra la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas y la Ley de Parto Humanizado.
Sin embargo, las cifras recolectadas por asociaciones civiles -a falta de estadísticas oficiales- siguen siendo alarmantes. Según el último informe elaborado por La Casa del Encuentro, cada 30 horas muere una mujer en el país como víctima de la violencia de género. En este contexto, diversas organizaciones reclaman la declaración de emergencia a nivel nacional para lograr la centralidad de la problemática en la agenda gubernamental.
¿Por qué tan solas?
Los femicidios de Marina Menegazzo y María José Coni, las dos mendocinas encontradas sin vida en un balneario en Montañita, Ecuador, el pasado 28 de febrero, son quizás los casos de violencia de género más recientes que adquirieron una gran relevancia mediática, no sólo por la atrocidad de los crímenes, sino por la repercusión causada a raíz de las declaraciones y comentarios en redes sociales y portales de noticias. Como suele suceder, los tonos y comentarios acusatorios no se hicieron esperar.
De acuerdo a Hugo Marietan, médico psiquiatra consultado por el sitio web argentino Bing Bang News, Marina y María José eran “víctimas propiciatorias”, mujeres que asumen «un alto riesgo y de alguna manera forman parte de lo que moviliza el crimen”. “Jugaron con fuego y tenían altas probabilidades de que les pase algo por las condiciones del lugar”, sostiene el entrevistado, quien afirma además que “seguirán muriendo mujeres si no se toman precauciones”.
El discurso de Marietan evidencia una vez más la reproducción de preconceptos que legitiman la violencia al no replantear las condiciones estructurales que originan la desigualdad de oportunidades y la cosificación que se ejerce sobre la mujer aún en el siglo XXI. Ante el horror inexplicable de que las mujeres sean reducidas a objetos descartables, parecería querer buscarse una causa desencadenante en todos los lugares incorrectos, suscitando preguntas inútiles alrededor de todo aquello que represente una desviación de patrones de comportamientos anacrónicos, que no contemplan la posibilidad de una mujer independiente y dueña de sus decisiones.
Ante el horror inexplicable de que las mujeres sean reducidas a objetos descartables, parecería querer buscarse una causa desencadenante en todos los lugares incorrectos, suscitando preguntas inútiles alrededor de todo aquello que represente una desviación de patrones de comportamientos anacrónicos, que no contemplan la posibilidad de una mujer independiente y dueña de sus decisiones.
Decir que Marina y María José «jugaron con fuego», que viajaban solas por no estar acompañadas del género masculino, es distribuir culpas, es naturalizar un sistema en el que el machismo permanece sobre la base de las precauciones que engrosan una lista de lo que la mujer no debe hacer, vestir, hablar para no provocar su propio crimen. Es perpetuar una desigualdad que restringe los espacios de libertad y recluye la acción, como si resguardarse fuera en realidad posible cuando la violencia comienza en los lugares más cercanos.
Quizás, este Día Internacional de la Mujer, sea el mejor momento para que toda la sociedad en su conjunto pueda empezar a preguntarse: ¿Por qué acompañadas?