“Callate y pujá”: violencia obstétrica

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La semana pasada se realizó en el Museo Nacional del Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires el lanzamiento oficial del primer Observatorio de Violencia Obstétrica en la Argentina, impulsado por la agrupación Las Casildas y llevado adelante con el apoyo del Consejo Nacional de Mujeres. La iniciativa comenzó a funcionar casi al mismo tiempo que se reglamentó la Ley 25.929 de Parto Humanizado, a principios de este mes.


“Me ponían cosas en el suero y no sabía qué eran”. “Se llevaron a mi bebé sin decirme nada”. “No me dieron opción”. La violencia obstétrica es sólo una clase entre las tantas agresiones que sufren las mujeres, pero quizás una de las más naturalizadas debido al poder de la institución médica, legitimada por un saber académico del que muchas veces se abusa. Si bien la violencia obstétrica ya ha sido contemplada por otras instancias técnicas como el Observatorio de Violencia contra las Mujeres, la iniciativa lanzada el pasado 6 de octubre será la primera especialmente dedicada a la violencia sobre las embarazadas y los recién nacidos.

La violencia obstétrica es sólo una clase entre las tantas agresiones que sufren las mujeres, pero quizás una de las más naturalizadas debido al poder de la institución médica, legitimada por un saber académico del que muchas veces se abusa.

Según describe en la página oficial de Las Casildas, Julieta Saulo, fundadora de la agrupación, el objetivo del Observatorio de Violencia Obstétrica es contar con una red nacional que permita recolectar y sistematizar datos y estadísticas; realizar el seguimiento de denuncias; monitorear políticas públicas, proyectos de ley y cumplimientos de leyes; elaborar recomendaciones a organismos e instituciones involucrados; crear espacios de difusión y debate; promover estudios y proyectos de investigación; apoyar acciones de múltiples organizaciones y articular el trabajo con otros observatorios nacionales e internacionales. Los primeros pasos que se están comenzando a implementar son la búsqueda de representantes en diversos puntos del país y una encuesta sobre la atención recibida durante el parto, elaborada gracias al producto de un trabajo interdisciplinario realizado junto a varios profesionales.


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Foto: elpartoesnuestro.es


“Si sabés tanto, atendete sola”

De acuerdo a la ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los Ámbitos en que se Desarrollen sus Relaciones Interpersonales, sancionada en 2009, la violencia obstétrica es “aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales”. Las humillaciones, la infantilización de la madre, los chistes y la manipulación constituyen otra forma de violencia de género que convierten una vez más a la mujer en un objeto sin capacidad de decisión, en una historia clínica que reduce la identidad a un conjunto de papeles.

Las humillaciones, la infantilización de la madre, los chistes y la manipulación constituyen otra forma de violencia de género que convierten una vez más a la mujer en un objeto sin capacidad de decisión, en una historia clínica que reduce la identidad a un conjunto de papeles.

La violencia obstétrica implica que el parto y la maternidad sean concebidos como una enfermedad, una obligación e incluso un castigo. Múltiples testimonios registrados en un informe elaborado por el Observatorio de Salud, Género y Derechos Humanos de la ciudad de Rosario, Santa Fe, ponen al descubierto los prejuicios de una sociedad patriarcal que se reproducen en los maltratos del personal médico hacia las embarazadas. “Si te gustó lo dulce, aguantate lo amargo”. El dolor del parto no sólo es subestimado, sino que además es considerado, en estos casos, como una merecida condena que la mujer debe pagar por el placer sexual.



Además de la discriminación y los maltratos, otras de las formas bajo las que se presenta la violencia obstétrica son las decisiones arbitrarias que desestiman los deseos de las mujeres y las prácticas y tratamientos invasivos, que abarcan desde el abuso de medicamentos que puedan alterar el curso natural del parto, hasta cesáreas innecesarias. Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, en Argentina, este último procedimiento quirúrgico alcanza un el 30% en los hospitales públicos y un 80% en el sector privado. Se estima además que se realizan al año alrededor de 75 mil cesáreas evitables, muchas de ellas llevadas a cabo por decisión – y a veces imposición – médica, ya sea para evitar la atención que requeriría un parto natural, para ahorrar tiempos, asegurar mayor cantidad de honorarios o bien funcionar a modo de “prácticas” para residentes que buscan aprender de esta clase de cirugías.


Parto Humanizado

La Ley 25.929 sobre el Parto Humanizado, sancionada y promulgada en 2004, fue finalmente reglamentada luego de once años, el pasado 2 de octubre. Esta norma representa un avance considerable al permitir el pleno funcionamiento de un respaldo legal con alcance nacional, al cual se puede recurrir para evitar la defensa de los intereses corporativos ante un caso de violencia obstétrica.

La Ley sobre el Parto Humanizado es una norma de alcance nacional que busca evitar la defensa de los intereses corporativos ante un caso de violencia obstétrica.

La ley establece tanto los derechos de la madre como del núcleo familiar a la información sobre todos los aspectos de su embarazo y las posibles intervenciones que pudieran tener lugar durante su embarazo, parto y posparto, de modo que la mujer tenga la posibilidad de optar libremente en caso de que existiesen diversas alternativas. Asegura también la posibilidad de que la madre pueda disponer de un acompañante durante el parto, lo que significa que no se le puede negar la entrada a nadie si la embarazada así lo requiere y si la identidad está acreditada con anterioridad.

Por otra parte se hace énfasis en la necesidad de respetar  los tiempos naturales y evitar las prácticas invasivas que puedan afectar a la madre o al bebé, a menos que sean impostergables, en cuyo caso debe minimizarse el dolor, siempre que sea posible. Se garantiza además el trato amable, digno y respetuoso de la embarazada, lo cual implica no impedir la libertad de movimiento y permitir todas las condiciones necesarias para favorecer un vínculo entre la madre y el bebé.


Video: Canal Encuentro

Tanto el observatorio como la ley representan dos medidas que buscan avanzar en el camino hacia la desnaturalización de la violencia obstétrica, para reconocer a los padres como protagonistas y participantes activos, distinguir las individualidades y terminar con el miedo que para muchas mujeres hizo del parto una experiencia traumática, un trámite industrializado que cosifica y discrimina.

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