La Asociación Responde nació como producto de un análisis académico sobre la migración de la población en los pueblos de nuestro país a fines del año 1999. Su objetivo es lograr el bienestar y crecimiento de las comunidades rurales, habiendo trabajado hasta la actualidad en conjunto con más de 100 pueblos. “La importancia no radica específicamente en cambiar una realidad, sino en poder visibilizar esos lugares e identidades”, expresa Agustín Bastanchuri, Director Ejecutivo de la Asociación, y mediante el cual pudimos conocer un poco más sobre el trabajo de la organización.
— ¿Cómo se formó Asociación Responde?
— La asociación comenzó su trabajo a partir de las investigaciones que realizó la Dra. Marcela Benítez, fundadora de Responde, para entender cuáles son las causas de la migración, por qué se pierden poblaciones y pueblos. A partir de esto, la organización se planteó generar las oportunidades necesarias para revertir dicha situación. En ese momento, nos propusimos trabajar con 800 pueblos que eran los que empezaron perdiendo población entre el censo de 1991 y el del 2001. Pero desde hace unos años, nuestro foco y universo dejaron de ser exclusivamente los que perdían habitantes para ser todos los pueblos rurales de la Argentina con menos de dos mil habitantes, los cuales son el 70% de los puntos habitados del país, con características, necesidades y problemas bastante parecidos.
— ¿Cuál fue la recepción que tuvieron las iniciativas que realizaron en los diferentes pueblos?
— La recepción en general es muy buena, en general porque nosotros esperamos que los pueblos nos convoquen, no vamos a imponer nada. Al principio, intentamos investigar con un grupo de antropólogos y sociólogos, armamos una metodología y sacamos una «foto» de cada pueblo a través de un trabajo de campo muy profundo con encuestas y entrevistas, buscando conocer cuáles son las características culturales y sociales que tiene cada lugar. Teniendo en cuenta que es un país enorme, con corrientes migratorias y formaciones de pueblos muy distintas unas de otras y en épocas diversas, lo que tenemos que determinar de cada lugar es cuál es su realidad actual, de donde vienen, para donde van y cuáles son sus potencialidades. A partir de este análisis, se determina cuál es el perfil que le daría más oportunidades para generar sus propios recursos y seguir creciendo. Nosotros tenemos determinados proyectos que pueden trabajar con determinadas necesidades, pero según el pueblo, la idea y las ganas que tengan podemos ofrecer una u otra solución.
— ¿En qué se basan los proyectos que realizan?
— Nuestros proyectos se enfocan en diferentes ejes: uno de ellos pretende crear un centro cultural mediante la reparación de un patrimonio histórico en conjunto con el pueblo; otro trabaja específicamente en la producción de alimentos para mejorar no sólo la parte productiva sino también los niveles de nutrición en esos lugares; también se busca generar capacidades en oficio dependiendo las necesidades de cada pueblo; y, además, se trabaja en fomentar el turismo de lugares que tienen perfiles muy particulares y son muy lindos.
— A futuro, ¿tienen pensado algún otro tipo de proyectos? ¿Cuál es su objetivo a largo plazo?
— Nosotros tenemos un equipo de trabajo que le gusta pensar a futuro por dónde van las generaciones de oportunidades. Justamente en el área de desarrollo estamos pensando cómo hacer para acercar oportunidades a los pequeños pueblos a través de la tecnología. Las ventajas que puede traer internet, la posibilidad de acceder a la conexión y a un montón de conocimientos, debido a que uno de los principales inconvenientes que viven los pueblos es estar aislados, entonces tratamos de ver la forma de lograr un mayor acercamiento.
— El slogan que usan es «Trabajamos por un futuro posible en los pequeños pueblos del país», y pensándolo en un costado más emocional, ¿por qué se llegan a interesar en hacer esto?
— En realidad, Responde existe porque hay personas que quieren mantener vivos a los pueblos rurales de la Argentina. Cada vez que viajamos, nos emocionamos con las realidades que vemos. Y, sobre todo, creemos que en esos lugares tan chiquitos existen valores muy importantes, fundamentales para nosotros como país y seres humanos. La relación que las personas de ese pueblo (cualquiera sea) tiene con su tierra, su río, su viento, su montaña, su lluvia, sus animales, sus plantas es única. Entonces si ese pueblo y esa gente desaparecen también se va con ellos esa manera de entender el mundo. Nosotros trabajamos por eso, por mantener esto, por tratar de cuidar esas formas de ver el mundo y comprenderlo.
— ¿Por qué defender la identidad de un pueblo, la entienden como un derecho humano?
— A las personas que viven en estos lugares, que tienen una identidad tan distinta, que tienen antepasados que vienen de lugares tan diferentes, que están ahí desde hace tanto tiempo, a ellos no les tenemos que hablar de derechos humanos, tienen el derecho de estar ahí, son y piensan de esa manera, y nosotros como compatriotas y sobre todo como seres humanos tenemos el deber de cuidarlos.
— Imagino que se encuentran con diversas expresiones culturales, ¿piensan, en algún punto, que se pueden llegar a unir todas estas diferencias en una denominación común de lo que es la Argentina?
— Cuando volvemos de los viajes, de implementar algún proyecto o simplemente de tener conversaciones con las personas de cada lugar, siempre confirmamos que aprendemos un montón de cosas, volvemos más sabios. No hablo necesariamente de las cosas formales, que también las aprendemos, sino de conocimientos que tienen más relación con la vida, con la capacidad de entender otros tiempos, otras visiones, otras simplezas. Esto existe, hay una sabiduría ahí muy grande que es clarísima para nosotros, y por eso es que lo hacemos. Ahora, cuan igualables u homogeneizables son todos estos conocimientos no estoy muy seguro, pero la verdad es que tampoco me importa demasiado. Tengo la sensación de que justamente la riqueza está ahí. Si hablamos de hasta dónde nos identifica o hasta dónde podemos decir que hay una identidad nacional, diría que justamente en esa heterogeneidad es que hay una identidad. Es una de las características que tiene nuestro país, por cómo desarrolló su historia, por lo enorme que es, por los distintos momentos en los que hemos recibido corrientes migratorias, por las personas que estaban viviendo acá antes de la conquista, y eso hoy nos da elementos únicos que no se pueden encontrar en otro lugar del mundo. Entonces, por estas razones, nos identificamos en esas diferencias.
— En conjunto a lo que venimos hablando, ¿trabajan el tema de la desaparición de las vías ferroviarias? ¿Viven esa relación con el tren, con su abandono, de alguna forma en particular?
— Gran parte de los pueblos en los que trabajamos tienen en su historia este problema o bisagra para empezar a perder población y oportunidades. Es casi una regla que sucede en muchos lugares, debido a lo que ha sido el desmantelamiento del tren. Hasta lo hemos trabajado con otras organizaciones que se dedican a conservar vías y cuidar estaciones de tren, y de hecho, muchos de los centros culturales que hemos generado con los pueblos han sido en viejas estaciones de trenes. Sin dudas, el hecho de que estos pueblos sintieran que de alguna manera quedaban aislados con el freno del funcionamiento de la red ferroviaria, es una constante y una característica muy profunda y dolorosa.
— Uno de sus puntos de inserción en el terreno fue el problema de emigración de las personas de los pueblos hacia las ciudades, pero desde el comienzo de su trabajo hasta la actualidad, ¿han notado algún cambio en este punto, ha mejorado, se ha modificado algo?
— Es una pregunta muy difícil de responder. Si bien existen algunos datos censales, una cosa es poder entender nosotros cómo están los pueblos en los que trabajamos, pero otra cosa son las variables que juegan a la hora que un pueblo pierda o gane población que nos son absolutamente inmanejables. Para nosotros es fundamental poder mostrar estas realidades y generar conciencia sobre el valor que cada una de estas tiene, pero sin dudas este trabajo es necesariamente una política que necesita ser llevada adelante por el Estado. Sí hemos encontrado en el último tiempo la percepción de que en muchos pueblos, debido a los extremos a los que la vida moderna ha llevado, se ha reactivado la necesidad de ciertas tranquilidades, seguridades y relaciones con la naturaleza, lo que ha permitido que algunos hayan ganado gente. Varios han tenido un aumento en la cantidad de construcción de viviendas. Si bien estos elementos no se pueden medir con precisión, por ahí hay algo seguro.
— En su sitio web dan a conocer a los distintos pueblos mediante crónicas e información, pero además de esto, ¿trabajan de alguna otra forma para visibilizar estas distintas realidades?
— Sí, generamos informes con los datos que recolectamos y los dirigimos a distintas personas, por ejemplo a gobiernos tanto municipales como provinciales, a las ciudades cercanas del pueblo, pero lo que más impacto ha tenido es que también compartimos esta información con ONGs que trabajan temas específicos en los que nosotros no, y que ya han empezado a trabajar a partir de los datos que generamos y las necesidades que pudimos relevar.
— ¿Qué reflexión les gustaría lograr con su trabajo?
— Todo nuestro objetivo está movilizado por eso que nos empuja. Creemos profundamente que en los pueblos rurales de nuestro país hay mucho de nosotros con lo que tenemos que conectarnos, conocer, aprender, pero en relación a su historia, porque están ahí, cuáles son sus problemas. Hay una sabiduría en cómo se relacionan con su entorno, por qué lo cuidan de la manera que lo cuidan, por qué el río tiene la importancia que tiene para ellos, mientras que cuando uno vuelve a un entorno urbano, te das cuenta que la ciudad en la que estás viviendo le da la espalda al río y que podría perfectamente no existir. Entonces, ahí hay sabiduría, es ahí donde tenemos que ir a buscar cosas que nos empujen, que nos hagan entender un poco más que hacemos acá, por qué estamos donde estamos, y por qué en definitiva es tan importante el otro, su manera de ver y de sentir, y como ese otro es algo más de mí que cada uno tiene que descubrir.
Foto de portada: Pirovano, Buenos Aires.
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