Colectivo Solidario es una cooperativa de trabajo que desde hace cinco años busca promover un consumo alternativo al hegemónico. A través de las palabras de Monserrat Miño, responsable de las relaciones institucionales y políticas de la organización, podemos reflexionar sobre los avances y desafíos del paradigma en el que están inscriptos: la Economía Social y Solidaria. El sábado 30 de mayo, en el Mercado de Economía Solidaria Bonpland, van a estar realizando un encuentro con el fin de contribuir a la formación de una masa crítica de consumidores.
— ¿Cómo fueron los comienzos de Colectivo Solidario?
— La cooperativa surge en el año 2010, a partir del trabajo que un grupo de personas veníamos realizando en relación a experiencias de fábricas recuperadas, es decir, fábricas que entran en proceso de quiebra y que sus medios de producción son tomados por los trabajadores que la conforman y que comienzan a gestionarlas de manera asociada. Nosotros nos habíamos acercado a algunas de estas fábricas en Buenos Aires, sobre todo interesados por la problemática y por la situación que atravesaban, y en estos primeros encuentros empezamos a visibilizar las dificultades que tenían. El principal problema estaba en cómo hacían para vender la mercadería que generaban, porque sus características no se adecuaban a las restricciones establecidas por los que concentran las formas de comercialización económica. Por otro lado, el conflicto estaba relacionado al último eslabón de la cadena de la producción: quiénes compran estos productos, cómo llegan a los consumidores, cómo éstos se interesan por consumir productos del mercado alternativo. Así es como Colectivo Solidario se conformó como una cooperativa de trabajo.
— ¿Qué objetivos se plantearon en ese momento?
— Nos conformamos con dos objetivos principales: por un lado, generar todos los mecanismos logísticos y operativos que permitan comercializar a partir de principios diferentes a los que hacen regir los grandes distribuidores concentrados que posibiliten la llegada de estos productos del productor al consumidor y, por otro lado, ayudar a la conformación de una masa crítica de consumidores movilizados que busquen un modelo alternativo de consumo. Ahí se agrupan el otro conjunto de actividades que realizamos que buscan la sensibilización de la población poniendo en tela de juicio los valores y los principios que direccionan el modelo de consumo dominante: el consumismo.
— ¿Por qué se definen como una empresa social?
— Nosotros adoptamos una de las características que tienen las empresas sociales que es la vinculación con el entorno social en el que están insertas. Es decir, que no están desvinculadas de la comunidad sino que son parte de la misma, entendiendo el proceso de ser parte de ese entorno como forma circular, donde recibimos y devolvemos. Por esa razón, hicimos una propuesta de formación de grupos de consumo (personas que se juntan para comprar), que a través de la asociación generan un ahorro colectivo con sus compras y cada año, Colectivo Solidario reintegra a estos grupos el 9% del total de sus compras realizadas. Dicho monto es dado a los grupos a fin de reinvertirlos en la comunidad. El objetivo de esta propuesta es fortalecer las redes sociales del sector.
— Pensando en el panorama en el que están ubicados, ¿cómo definirían a la Economía Social y Solidaria? ¿Cuál es su importancia y cuáles son los desafíos a enfrentar?
— La Economía Social y Solidaria es básicamente un modelo económico alternativo a la economía basada en el lucro y en la acumulación como horizonte y como único objetivo. Este tipo de economía pone en el centro de la escena a las personas. Si bien tiene un desarrollo cada vez más amplio y recupera la trayectoria de lucha del movimiento obrero, la tradición de la resistencia y formas alternativas de organizar el trabajo y la vida como tal, todavía tiene muchos desafíos. Dentro de éstos podemos delinear dos líneas puntuales: generar vinculaciones entre las distintas experiencias que denominamos como parte de la otra economía, la alternativa a la del capital, y ampliar los márgenes de la población a los cuales este tipo de modelo de consumo interpela.
La Economía Social y Solidaria es un modelo alternativo a la economía basada en el lucro y en la acumulación como único objetivo.
— ¿Cuál es el rol de Colectivo Solidario dentro de este paradigma?
— Nuestro trabajo viene a contribuir en estas líneas que mencionaba. Por eso, buscamos que el gran cuello de botella que tiene la Economía Social y Solidaria que es a quién vende lo que produce, pueda saldarse a partir de formas alternativas de comercialización, es decir, que los productores de esta economía no estén obligados a vender en el mercado concentrado que impone sus pautas, sino que tengan herramientas propias. Pero falta todavía una estrategia de trabajo a la gran pregunta sobre: cómo comercializa la Economía Social y Solidaria. Se han dado algunos pasos, viene habiendo políticas que la fomentan pero todavía consideramos que falta avanzar más. Se mejoró mucho en aspectos vinculados al trabajo, a la producción pero a la comercialización todavía no y nosotros venimos a trabajar justamente ese aspecto.
— ¿Cómo creen que se desarrollará este tipo de economía en un futuro, tanto en Argentina pensando en las elecciones nacionales como en América Latina en general?
— Desde nuestro rol trabajamos de forma militante en pos de que la Economía Social y Solidaria se convierta en una real alternativa de trabajo. En este sentido, hay cada vez más encuentros de esta forma de organización a nivel nacional y se han dado pasos muy sólidos en toda América Latina. Por eso, nuestras perspectivas para el largo plazo son de crecimiento. En estos últimos años se ha avanzado de forma importante en términos de políticas de Estado, de políticas públicas, que permitan solucionar varios problemas. Si bien éstas deben incrementarse, debemos reconocer que el Estado Nacional da cuenta de la existencia de este tipo de alternativas, no obstante, después podemos pedir más y seguir trabajando para consolidar esta formación económica. Si se quiere armar una cooperativa, es necesario contar con un capital económico que es el ABC de la economía capitalista para crear un emprendimiento productivo y muchas veces, un grupo de personas tiene una idea, una iniciativa y no tiene los recursos para llevarla adelante o no tiene la formación necesaria en aspectos comerciales. Entonces, un Estado presente que pueda contener estas demandas es sumamente importante.
— ¿A qué se refieren con su lema «Hacé justicia por compra propia, animate a un consumo diferente»?
— Fundamentalmente lo que nosotros proponemos es entender al consumo como una cuestión política. Porque a la hora de comprar un bien o adquirir un servicio nosotros podemos elegir entre volcar nuestros recursos económicos para un sistema productivo concentrado y hegemónico o usar estos mismos recursos en un sistema alternativo de producción y de consumo. Consideramos que si sucede esto último, se puede tener una verdadera incidencia en el grupo de productores que elabora este producto alternativo y entre quienes lo distribuyen. Por eso, buscamos que el consumidor adquiera una conciencia crítica respecto a que con su compra está “siendo cómplice” de un sistema, de un modo de producción, con ciertas características o con otras. Debemos eliminar la visión frívola sobre el consumo como algo sobre lo que no reflexionamos, pensar en qué es lo que paso antes de que el producto nos llegue a las manos, qué actores intervinieron en los procesos previos, a qué cuestiones tuvieron que enfrentarse. Entonces, lo fundamental es politizar el consumo.
Fundamentalmente lo que nosotros proponemos es entender al consumo como una cuestión política.
— Desde que arrancaron con la cooperativa hasta el día de hoy, ¿notaron algún cambio en los consumidores o una toma de conciencia por parte de estos?
— Los consumidores que adhieren a un tipo de consumo alternativo lo hacen siempre de forma positiva y propositiva, es decir, que buscan incorporarse o sumar a algún productor. Por otro lado, también satisfacen sus necesidades alimenticias a través de productos de la Economía Social y Solidaria, y las devoluciones no dejan de ser más que satisfactorias. Sin embargo, el gran desafío es el tema cultural de los valores arraigados en todos nosotros. Por lo tanto, la lucha es una batalla cultural. Si bien cada vez más personas se acercan y el número de consumidores “responsables” sigue aumentado, todavía el nivel de incidencia que podemos llegar a tener es mínimo. Por eso, nuestro trabajo también se basa en la divulgación del proyecto, el acercamiento de propuestas, la investigación, la organización de charlas y encuentros. Pensando también que a medida que las herramientas “del lado opuesto” crecen, se agigantan y aumentan las ofertas de consumo y tenemos más publicidad encima de nuestras cabezas, en paralelo nosotros también tenemos que ir redoblando las herramientas que utilizamos.
—Para finalizar, ¿cuál es la reflexión que buscan incentivar con el trabajo que realizan?
— Nuestra batalla es cultural, principalmente, con dos grupos opositores: por un lado, los medios concentrados de comunicación y su aparato con el que estimulan el consumo desmedido y despreocupado de los impactos sociales y ambientales que acarrea, con la publicidad como principal herramienta. No criticamos el consumo como tal porque creemos que lo necesitamos para satisfacer las necesidades, pero sí criticamos el consumismo: el abuso a esta práctica atado a todos los valores capitalistas. Por otro lado, las cadenas de comercialización concentradas, porque dominan y establecen las reglas del mercado a nivel internacional. Creemos que estos dos grupos concentrados te imponen una manera de consumir, atada íntimamente a una manera concreta y hegemónica de producir. Éstos son los grandes horizontes de trabajo, que implican una batalla cultural muy fuerte que tenemos que dar como sociedad.