Proyecto Squatters es una iniciativa de activismo contrapublicitario que nació en la Ciudad de Buenos Aires en el año 2008 con la intención de “construir una mirada crítica sobre la sociedad de consumo y, particularmente, sobre los efectos políticos, sociales y psicológicos que tiene el discurso publicitario”, sentencia Julián, el iniciador del proyecto. El próximo 25 de abril van a estar realizando la segunda edición del Festival Replika en el cuál invitan a participar, conocer y utilizar la herramienta de la intervención.
Domingo a las 17 hs. Un boceto ya preparado sobre la acción se empieza a repartir para que todos conozcan el trabajo a realizar. El cartel elegido tiene lugar en una esquina transitada del barrio de Devoto en la Ciudad de Buenos Aires. Distintas hojas empiezan a pegarse en la publicidad para comenzar a intervenirla. Intercambiando mates con palabras, los vecinos se acercan a consultar que está pasando. Stencil, tempera, pegamento y a poner el cuerpo en acción.
“Consideramos a la publicidad corporativa como una expresión pública del potencial económico de los centros de poder, el lenguaje que éstos utilizan para propagar una ideología, un sistema de valores y unos estilos de vida tendientes a reproducir y perpetuar el orden socio-económico, político y cultural imperante. En este contexto, este proyecto contrapublicitario nace como una herramienta de resistencia simbólica frente al discurso de las fuerzas de poder dominantes”. Así de ambicioso se presenta Proyecto Squatters. Entre risas, compañía y una agradable charla, Julián nos comenta las intenciones del proyecto, las próximas actividades y la importancia de replicar el activismo en la calle.
— ¿Cómo surgió el proyecto?
— En el 2006 y 2007, estuve viviendo en Europa y dando vueltas, buscando un poco la vida, conocí lo que se llaman squatters que es un movimiento de gente que ocupan casas, fábricas, o edificios que están abandonados, los reciclan, viven en comunidad y los apropian como espacios de expresión contracultural. Viví un tiempo en squats, que son los lugares donde habitan los squatters, y conocí movimientos de contrapublicidad. Me copo mucho esa movida. Cuando volví a Argentina busqué alguno en el que pueda meterme y no encontré nada. Entonces, arranqué con el blog, contando de qué trataba la iniciativa, compartiendo cosas que había visto y de pronto la gente se fue sumando a la idea, a la propuesta, y empezamos a salir, a hacer intervenciones y así nos fuimos conformando, aunque el grupo haya ido variando en el tiempo.
— Durante la actividad en la vía pública surgió la duda de si lo mejor era firmar o no el cartel intervenido, ¿cuál es tu posición al respecto?
— No firmamos las intervenciones en la calle porque me interesa el concepto de que nadie sabe quién lo hace, sino de que es algo que está emergiendo. Desde que se empezaron a publicar estas movidas aparecieron un montón de intervenciones en distintos lugares, en distintas provincias, y la idea no es apropiarse de esa estrategia que es la contrapublicidad, sino de que sea algo que surge, que aparece, que nadie sabe de dónde viene pero que está. Entonces para mí el concepto de poner la firma es como decir “bueno esto lo hacemos nosotros y vos no sos parte”. Son dos visiones distintas. Porque quizás hay chicos que son artistas urbanos, entonces le meten el gancho en todos lados para promocionar su arte, su expresión, y nuestra intención es divulgarlo más como una herramienta disponible para cualquiera que quiera utilizarla e intervenirla y no tanto como una forma de expresión de un grupo particular. Entonces, desde este concepto me parece mejor no poner firma.
— También eso depende de qué sea lo que se priorice. Si la iniciativa como Proyecto Squatters o en general como apropiación colectiva.
— Claro, como una herramienta que se divulga. Por eso, cuando subimos los álbumes a Facebook, mostramos un poco los pasos de como pintarlos, los materiales que usamos, que demuestran que son cosas que puede tener cualquier persona, no hace falta ser ni diseñador, ni artista, ni tener grandes presupuestos. Con lo que hay se puede intervenir.
— Bueno, antes hablábamos de que surgió en tu viaje a Europa, pero ¿qué fue lo que te hizo el clic para decir “hay algo acá que está mal, hay algo a lo que queremos apuntar”?
— Cuando terminé el secundario, yo estudié primero bellas artes, guión de cine, publicidad y después psicología –estas últimas dos, son las únicas carreras que terminé-, pero bueno el tránsito por distintas universidades te va conformando una mirada un poco más social, más comprometida, más política de la cuestión, y encontré en esta expresión de la contrapublicidad un lugar donde aplicar las distintas formaciones que tenía.
— Lo que me llamó la atención del proyecto era que se veían muchos conceptos aplicados, de publicidad, educación, comunicación, etc. y me interesaba saber cómo era ese cruce de disciplinas a la hora de la intervención.
— Sí, de hecho la educación es lo que más me interesa. En el 2010, hicimos un proyecto educativo que implementamos en escuelas. Ahora también estoy desarrollando talleres para trabajar con chicos en escuela media, sobre análisis crítico de los medios y la publicidad. Me parece que el ámbito educativo es un lugar privilegiado para la lucha política, ¿no? Lucha política en el sentido de poder construir una mirada crítica sobre toda esta catarata de mensajes que nos envuelven.
— ¿Todos los proyectos los armás vos o lo hacen en conjunto con el resto del grupo?
— La idea, en general, la produzco yo y después, de acuerdo a la propuesta que sea, se une gente que está interesada en la misma. Por ejemplo, el proyecto educativo, en su momento, lo hicimos con docentes. O para salir a la calle se juntan chicos que específicamente hacen stencil, que les interesa el activismo en la calle. Es decir, de acuerdo a la propuesta es que se conforma el grupo.
— ¿Cómo ves desde el 2008 hasta acá, la evolución que tuvo el proyecto y cómo esperas que siga? ¿Tenés algún objetivo concreto para el futuro?
— La evolución es que desde un blog, algo muy pequeño, muy marginal, se fue difundiendo, se fue enterando mucha gente de qué trataba la propuesta, se fue enganchando y fuimos pudiendo hacer distintos proyectos, llevándolos a cabo. Es decir que sí evolucionó: la página tiene como 23.000 seguidores, se consolidó un grupo de activismo contrapublicitario, específicamente de esta disciplina. Hacia el futuro no tengo muchos proyectos, lo que más me interesa es llevar los contenidos de la contrapublicidad a un formato pedagógico para poder introducirlo en el ámbito de la educación.
— ¿Cómo sentís que es la recepción en general del proyecto?
— En el momento de la intervención, la gente se para, mira, sigue, pregunta, se interesa. En ese sentido, la repercusión en la calle es muy buena. En internet, hay de todo y algunos aprovechan el anonimato que puede llegar a brindar. Cada uno está en su momento de entendimiento particular de las cosas, entonces opina según la mirada que tiene. Otros que apoyan la movida, enseguida se enganchan y se quieren sumar.
— También hay publicidades intervenidas de forma digital, ¿eso lo realizan ustedes o se las envían sus seguidores?
— Nosotros armamos y muchas veces también nos las mandan. Hay mucha gente que lo prefiere mandar en forma digital, porque quizás no quiere salir a la calle. Lo llamamos microactivismo, un activismo microfísico, hecho en casa, solo. Es una manera más fácil, más segura, más simple. Pero salir a la calle está bueno porque tiene esa adrenalina.
— ¿Cómo se organizan para trabajar o para salir a intervenir en la calle?
— Se va viendo cada semana. “¿Che, salimos?”, es eso. Algunos dicen: “Hay un cartel acá que está bueno”. Tenemos un grupo donde se suman todos los que participan, y de repente uno lleva una propuesta, le saca una foto a tal cartel y dice: “¿Qué les parece?”, se arma un boceto de cómo sería la idea, se enganchan algunos, se coordina y se realiza. También elegimos hacerlo de día para que nadie piense que estamos haciendo algo sospechoso. Si lo hacemos de noche, algunos vecinos llaman a la policía. Preferimos hacerlo de día, un domingo, donde la gente te pueda preguntar, se saca las dudas, nos ve tomando mates con amigos, tranquilos, lo charlamos, se muestra de otra forma. Es lo más conveniente. Si lo haces un domingo a la tarde se dan cuenta de que no estás haciendo nada malo.
— El 25 de abril van a hacer un nuevo Festival Replika. ¿El objetivo del mismo es dar a conocer el proyecto?
— Estamos organizando el segundo festival en el Club Cultural Matienzo, el anterior fue en el Mercado de Economía Solidaria Bonpland en diciembre del 2013. Estamos consiguiendo carteles, invitando artistas y armando talleres para que la gente pueda ir e involucrarse, por ejemplo, uno de activismo contrapublicitario, contar un poco de que se trata; otro taller que tenga que ver con todo el arte urbano, stencil, grafitería esas cosas; otro de creatividad; y así cuatro talleres para que los que van puedan participar. La intención, en principio, no es dar a conocer el proyecto nuestro, desde el inicio en el nombre no aparece squatters sino que es el Festival Replika. La idea de “réplica” es en sentido de poder responder al discurso del poder y de replicar esta forma de activismo. Sobre todo, convocar a la gente para que vea que lo puede hacer cualquiera, llamamos a artistas para que queden impresiones más copadas pero también va a haber mucha publicidad con materiales disponibles que se pueden intervenir. Es como un ensayo, para que vean que se puede hacer y después ir a sus respectivos barrios a juntarse con amigos y animarse a transformar las publicidades. Siempre es esa la intención, transmitir esta herramienta para que cualquiera la pueda tomar y usar.
— Había leído que el nombre de la página de Facebook Proyecto Squatters + VOS tenía un poco ese objetivo.
— Sí, en Proyecto Squatters + VOS se publican todas las intervenciones que hacen otras personas influenciadas por esta propuesta, lo cual está buenísimo. Lo más rico del proyecto es lo que hacen otros. Y hay intervenciones en un montón de provincias, en muchos países, que nos la mandan y las publicamos. Si se ha logrado algo desde este proyecto es eso, lograr que la gente tome la herramienta y lo haga en su propio lugar, o gente que tenía esta idea pero antes de conocer la movida capaz que no se animaba porque estaba sola y al ver que había un espacio donde podían hacer algo, publicarlo y compartir con gente que también lo hacía, se animaban. Eso me parece lo mejor, junto con el proyecto educativo, de esta propuesta. El propósito del espacio es difundir y promover el activismo contrapublicitario en general.
— ¿Qué buscan expresar con la frase «Una respuesta creativa al monologo de poder»?
— Cuando nos referimos a «monólogo de poder», lo decimos en el sentido de que la publicidad siempre va a existir y es una herramienta, una técnica disponible, pero está capturada, o hacen uso de ella solamente los centros de poder, económicos y políticos, que vehiculizan un discurso que tiene que ver con el consumo, con el paradigma del capitalismo, sus valores, sus estereotipos y van formando una caja dentro de la cual nos pensamos a nosotros mismos y pensamos a la realidad. En este sentido, la contrapublicidad es una estrategia para, interviniendo ese discurso, poder interrumpirlo, poder contradecirlo, poder modificarlo, y lograr que podamos pensar por fuera de ese paradigma. La herramienta fundamental que tenemos es el poder de nuestra creatividad y el pensamiento crítico. Y cuando decimos “una respuesta creativa” es porque la creatividad es fundamental para poder expresar nuestra propia subjetividad, por fuera de los lineamientos ideológicos del poder.
— Es poner todo el tiempo en discusión, en cuestionamiento, estos discursos.
— Sí. A veces aparecen mensajes muy drásticos contra los publicistas, y no es tanto nuestro objetivo, este no es un proyecto antipublicitario. Debemos entender que la publicidad es una herramienta. Es como decir “la televisión es una mierda”, el aparato no tiene nada que ver. El tema son los contenidos que se vehiculizan a través de ese aparato; con la publicidad y el marketing me parece que es lo mismo, se puede usar para fines buenos o para fines malos. El tema es cómo lo usamos, la idea es utilizar el recurso de la publicidad pero para generar conciencia social.