3 CORAZONES: La fatalidad de perder el tren

A veces una simple decisión lo cambia todo, un detalle mínimo revierte el curso de la historia. En esta célebre y aterradora premisa se basa el último film de Benoît Jacquot: al fin de cuentas son nuestras decisiones las que determinan eso que algunos llaman destino.

3 corazones es la historia de un triángulo amoroso conformado por un hombre y dos mujeres. Marc (Benoît Poelvoorde), Sylvie (Charlotte Gainsbourg) y Sophie (Chiara Mastroianni) van tejiendo esa trama durante años, algunos de ellos sin siquiera sospecharlo.

El azar es el que reúne a Marc y Sylvie por primera vez, pero es también el que los aleja para siempre. Una noche Marc pierde su tren y queda varado en las periferias de París, donde en la barra de una cantina conoce a Sylvie y, obnubilado con ella, decide seguirla por la calle. La increpa, le pide fuego y pasan toda esa noche juntos, vagando por los callejones y hablando de la vida, pero nunca de la propia. Antes de despedirse prometen volver a verse en el Jardín de las Tullerías para intercambiar teléfonos. Pero el viernes acordado para el encuentro será el punto de inflexión en esta trama: ilusionada con la posibilidad de dar un golpe de timón en la vida rutinaria que lleva junto a Christophe, Sylvie asiste a la cita con grandes expectativas; Marc tiene la intención de ir, pero en el camino sufre un ataque cardíaco que le impide continuar la historia iniciada aquella noche en las afueras de París. Por supuesto, Sylvie queda destrozada y decide seguir los planes que tenía con su pareja; así, ambos se mudan a los Estados Unidos para emprender una nueva vida. Ese viaje marcará tanto a la madre de Sylvie (Catherine Deneuve) como a su hermana Sophie, con quien mantenía una estrecha relación.

Frente a la huida de su hermana, Sophie se ve desbordada por la situación: no sólo padece la soledad sino también el acoso del fisco por una serie de irregularidades financieras que es incapaz de resolver por sí misma. Aquí entra en acción un generoso agente fiscal que la ayudará a lidiar con los números. Casualmente se trata del mismo hombre que su hermana conoció aquella noche y que le rompió el corazón con su ausencia: Marc. Él no tiene la más mínima sospecha del asunto e inicia un serio proyecto de vida junto a Sophie. Pero cierto día oye la voz de Sylvie desde la webcam de su hermana, y reconoce en ella a la enigmática mujer del bar que ni siquiera se atrevió a darle su nombre. A partir de ese momento, Marc (el único de los tres que cuenta con el dato clave) se enfrentará a un dilema ético: por un lado adora a Sophie y, por el otro, no puede olvidar la fuerte atracción que sintió por Sylvie aquella noche. ¿Qué hará? ¿Hasta cuándo podrá sostener esa omisión? ¿En qué punto esa simple omisión pasa a ser una mentira? A lo largo del relato, otros personajes van enterándose del secreto de Marc y esa difusión lo coloca en una verdadera encrucijada. La narración se sustenta en las decisiones que los personajes van tomando a lo largo de su recorrido, en las elecciones conscientes más que en los azares e imprevistos.

El nudo narrativo es uno de los más recurrentes en la historia del cine romántico: el proverbial triángulo amoroso. Sin embargo, el tratamiento del tema, la mirada que propone el director, los diferentes puntos de vista de los personajes, las buenas actuaciones y exquisitos primeros planos hacen de este film una pieza más que interesante. El relato se construye con gran solidez, y Jacquot demuestra una mirada clara sobre el tema, sin establecer ninguna clase de prejuicios o sentencias éticas. Presenta con gran destreza a sus personajes, y los tres protagonistas los encarnan con una gran verosimilitud. El guión es bueno y la fotografía, exquisita. Los planos del Jardín de las Tullerías son de un gran impacto visual y quedarán en sus retinas por bastante tiempo. Vale la pena ver esta película si gustan del cine francés con sus eternos dilemas acerca del gran tema universal: el amour.