“Mommy” es el quinto largometraje del joven director franco-canadiense Xavier Dolan, quien con tan sólo 26 años de edad ya tiene en su haber un historial cinematográfico más que interesante. La lista de sus creaciones cuenta con películas para nada despreciables como “Yo maté a mi madre” (ópera prima enteramente autobiográfica no sólo dirigida sino también actuada por Dolan, que a sus 19 años consiguió alzar 3 premios en el Festival de Cannes), “Los amores imaginarios” (historia enfocada en un trío amistoso/amoroso también protagonizada por Dolan, que cada tanto se emite por I-Sat y que recomiendo enfáticamente), “Lawrence anyways” o “Tom de la granja”. Su quinto film no es el elemento disonante en esta serie; “Mommy” obtuvo el Premio del Jurado y una gran ovación en la última edición de Cannes.
Tal como aquella primera experiencia, este film parece coincidir con la etapa biográfica del autor, ya que revela un mayor grado de madurez en el proceso de concepción y construcción cinematográfica, aunque se mantiene dentro de la misma órbita temática en la que se ubica el resto de su producción. “Mommy” es la historia de una intensa relación madre-hijo, y es aquí donde Dolan decide profundizar en los universos marginales, colocando su lente una vez más sobre lo femenino y –especialmente– sobre la figura materna (elementos recurrentes en su filmografía).
En una Canadá distópica, existe una ley que permite a aquellos padres desesperados sin otra opción, abandonar a sus hijos problemáticos y dejarlos a disposición del Estado. En este marco futurista (tal vez un recurso narrativo innecesario), se encuadra la pequeña trama biográfica de Diane “Die” Després (Anne Dorval), viuda cincuentona y madre de Steve (Antoine-Olivier Pilon), un joven completamente antisocial que padece un extraño trastorno de personalidad por apego excesivo, hiperactividad e impulsos violentos incontenibles hacia su entorno. Debido a su mal comportamiento, el muchacho es expulsado de la institución escolar en la que se encuentra y Diane se ve forzada a una inesperada convivencia con su aturdido descendiente. Pese a su edad, esta mujer parece haber quedado varada en el País de Nunca Jamás, e intenta conservar su juventud valiéndose de prendas osadas y una actitud desenfadada ante quienes la juzgan. Pero en cuanto llega Steve, Diane se ve obligada a adoptar un rol materno al que jamás estuvo acostumbrada. A partir de este momento, Die y Steve intentarán comportarse como madre e hijo, aunque la esencia de cada uno atente contra sus expectativas.
Después de una intensa pelea en la que Steve intenta asfixiar a su madre y ésta le parte un vidrio en la cabeza para impedirlo (escena magníficamente lograda por ambos actores y, en mi opinión, uno de los puntos más álgidos de la película), se introduce en la trama un tercer elemento a modo de respiro narrativo. Se trata de Kyla (Suzanne Clément), la enigmática vecina que vive frente a los Després y observa con curiosidad cada uno de sus movimientos. Este personaje es quien socorre a Steve con su botiquín de emergencias, y a partir de allí no sólo sanará las heridas corporales sino también las heridas emocionales de ambos. Kyla es una profesora de secundario que está bajo licencia debido a un problema en el habla (suponemos que despertado por un episodio traumático en su pasado reciente); ella tiene un esposo y una hija pequeña pero parece abstraída de ese mundo familiar, y encuentra en los Després un refugio para desahogar sus propios pesares, un espacio donde puede ser ella misma. La incorporación de Kyla viene a poner paños fríos a la intensa relación entre Die y Steve (que resultaría exasperante desde los primeros minutos si sólo se mantuviera el dueto); esta misteriosa mujer se convierte en mentora del hijo y confidente de la madre. La dinámica interna del trío es magistralmente interpretada por los actores, que logran recrear momentos ásperos (como la pelea ya mencionada o el desborde de Kyla frente a los excesos de Steve) pero también momentos de gran calidez (como la danza en la cocina con Celine Dion de fondo).
Dolan consigue retratar esos momentos con altura, valiéndose de primeros planos que registran hasta la lágrima más imperceptible, o atinados ralentis que definen a los personajes mejor que cualquier parlamento (la performance de Steve con el carrito de supermercado en el estacionamiento es sumamente ilustrativa). El director utiliza también excelentes recursos para ambientar el relato, con vestuario noventoso y música pop que dan cuenta no sólo de un estilo de época, sino también de rasgos propios de cada uno de los personajes.
Lo único reprochable es, quizás, la duración excesiva de algunas escenas, demasiado extensas y sobreexplicativas. El resto está muy bien considerando el breve aunque prolífico recorrido de este canadiense apodado “l’enfant terrible”. Un film de actuaciones soberbias y de una intensidad avasallante, aunque no por ello menos cálido. Luego de salir de la sala, no podrán desprenderse tan fácilmente de estos personajes.
Concluyo este artículo con las palabras de Dolan: “La madre representa el lugar del que venimos, y el hijo, quienes somos, el ser en el que nos hemos convertido. Nunca abandonamos del todo esas preocupaciones freudianas, son parte indeleble de nosotros”.
FICHA TÉCNICA:
Título original: Mommy
País: Canadá
Género: Drama
Duración: 134 min
Reparto: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzanne Clemént, Patrick Huard
Director: Xavier Dolan
Guionista: Xavier Dolan
Productor: Xavier Dolan, Nancy Grant
Música: Noia
Fotografía: André Turpin
Montaje: Xavier Dolan