El periodista Darío Aranda presenta Tierra Arrasada. Petróleo, soja, pasteras y megaminería. Radiografía de la Argentina del siglo XXI, como resultado de la continuidad y profundización del trabajo que viene realizando desde hace más de diez años. El libro publicado por Editorial Sudamericana se enfoca principalmente en el impacto del extractivismo en el ambiente, la resistencia de las comunidades y la represión que sufren por parte de las corporaciones, el dejar hacer de las políticas estatales y el silencio de los medios de comunicación. “No distingo de gobiernos que pueden ser de derecha o de izquierda, todos se venden a corporaciones que defienden al extractivismo por sobre la población local”, sentencia el autor.
— ¿Cuál es el objetivo de tu nuevo libro Tierra Arrasada. Petróleo, soja, pasteras y megaminería?
— La idea es poner en foco a través de la crónica, los testimonios y las entrevistas, la situación que se vive por el extractivismo en la Argentina, causado principalmente por el modelo agropecuario actual y el fracking (técnica de extracción de petróleo de yacimientos no convencionales), y como este modelo repercute en los campesinos, comunidades y pueblos originarios. El problema que se da siempre es ver estos temas de forma separada pero están directamente vinculados, y se relacionan a formas de pensar el desarrollo. En síntesis, se podría pensar al libro como un mapa del extractivismo a nivel nacional, pero también un mapa de las luchas y resistencias que se producen debido al mismo.
— Recorriste bastante el país, del norte al sur, para profundizar tu investigación. Por ejemplo, estuviste en el acampe de Malvinas Argentinas, Córdoba, contra la empresa Monsanto, ¿qué experiencia te dejó eso?
— Tuve la oportunidad de ir varias veces, pero la primera vez la presidente Cristina Fernández de Kirchner recién habían anunciado la fundación de una planta de la compañía en ese lugar, por eso fui a una de las primeras asambleas cuando se estaba comenzando a formar el acampe y enfrentar nada menos que a una empresa como Monsanto es algo que parecía imposible. De hecho hay colegas e investigadores extranjeros que vienen a conocer como es el caso de la pequeña comunidad que frenó a Monsanto. Y la verdad que en ese momento parecía difícil enfrentar a un monstruo, una corporación de semejante magnitud. Por eso el libro lo cerramos con este caso. Hace un año y medio la asamblea está frenando la instalación de la planta. Han logrado frenar al monstruo. Lo que intenta cada apartado del libro es dar cuenta de un estado de situación que demuestre estas historias de resistencias. El caso de la asamblea de Malvinas es una prueba de eso.
«El libro suma estas historias de resistencia porque demuestran que cuando una comunidad sigue y está en lucha puede producir cambios fundamentales.»
— Constantemente remarcas todos estos conflictos socioambientales que se producen con el extractivismo, pero también hablas de las resistencias que existen.
— Sí, por un lado, está la cuestión de ver el vaso medio vacío del estado de situación, el abandono, los desastres ocurridos, el avasallamiento de los recursos y la contaminación. Pero por otro lado, tenemos que remarcar que los triunfos que se han dado demuestran que se puede dar lucha. El libro suma estas historias que se dan por todo el territorio porque demuestran que cuando una comunidad sigue y está en lucha, aunque no sean victorias cerradas (en el caso de Malvinas Argentinas, Monsanto no se fue aún, pero tampoco pudo instalarse), producen cambios fundamentales.
— Es complejo el tema porque -más allá de que es cuestionable- de este modelo parecería depender actualmente la economía del país, por lo tanto es difícil luchar contra eso sin poner en cuestionamiento el desarrollo como lo haces vos en tu libro anterior Argentina Originaria. Genocidios, saqueos y resistencias.
— Bueno, ahí entran muchos debates pero la pregunta que hay que realizar es “¿progreso o desarrollo para quién?”. Obviamente si cuando hablamos del modelo agropecuario le preguntamos a los directivos de Monsanto o Gustavo Grobocopatel (de la compañía Los Grobo) sobre la soja van a contestar de determinada manera, pero ahora si le preguntamos a las comunidades o, por ejemplo, a Sofía Gatica -madre del barrio Ituzaingó, Córdoba, que perdió a su hija que nació con malformaciones de riñones-, seguramente no va a hablar de desarrollo y de progreso. En este sentido, se suele instalar un discurso hegemónico tanto en medios opositores como oficialistas donde el extractivismo se ve como la única salida económica. Cuando hablan del progreso o de que el fracking no va a contaminar no hace falta darse una vuelta por Vaca Muerta, ver las comunidades y recorrer, para darse cuenta de que no es que va a contaminar, sino que ya lo está haciendo. Hay empresas periodísticas, grandes medios que son socios activos de las corporaciones como Barrick Gold, Monsanto, Chevron, y hay otros que quizás no son socios de las empresas pero si afines al gobierno nacional. Entonces ahí pareciera haber un silencio absoluto de los dos lados.
— ¿Qué relación existe entre tus dos libros publicados? ¿Se puede pensar que hay una profundización de las problemáticas en Tierra Arrasada?
— Sí, yo creo que es en cierta medida una continuidad. El primer libro surgió en el 2010, en el momento del Bicentenario, porque los pueblos originarios fueron los grandes ausentes del evento. Ahí surgió la necesidad de condensar en un libro la continuidad entre las luchas, el genocidio y el saqueo del territorio en el pasado y el presente. Si bien los temas del extractivismo se tocaban más allá de los pueblos originarios, intentamos en el nuevo libro abrir un poco más el abanico y estudiar principalmente a los cuatro pilares del modelo: petróleo, soja, pasteras y megaminería. En este sentido, creo que ambos libros son complementarios.
— En el libro anterior tu crítica es más profunda hacia la sociedad, y en este me pareció que es mucho más agresivo hacia las políticas de estado, ¿vos cómo lo ves?
— No lo había pensado así, la verdad que no fue la intención. De hecho tuve bastante cuidado en no poner el acento en la última década. Si bien este gobierno ha profundizado el extractivismo no es el único responsable. Las políticas extractivas existen desde la década del ‘90 y van a continuar en el próximo gobierno, no importa quien gane, no importa si es Randazzo, Scioli o Massa, por nombrar sólo algunos, estas políticas de estado van a continuar. Pensando en el tema de la crítica social, en la introducción del libro en la parte de la hipótesis soy muy crítico con todos los centros urbanos, sobre todo con la clase media urbana, debido a que muchas veces se siente ajena a estas problemáticas. Por eso siempre utilizo como ejemplo cuando explotó el container con pesticidas en el puerto de Buenos Aires en diciembre de 2012 para ironizar “qué bueno que los porteños por un día se sintieron fumigados». Pongo el acento en esto porque parecería que hay una doble vara en plantear el desarrollo, es decir, en qué zonas explotar y en cuáles no, me pregunto qué pasaría si Vaca Muerta estuviera en Recoleta.
— Entiendo que es un modelo extractivo que se da en toda América Latina, ¿conocés lo que sucede en los otros países?
— Sí, el modelo sojero es idéntico en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y Uruguay. El avance del extractivismo se da de la misma forma en todos estos países. Y también las represiones al campo popular suceden de manera similar. En ese sentido, no distingo de gobiernos que pueden ser de derecha o de izquierda, todos se venden a corporaciones que defienden al extractivismo por sobre la población local.
— ¿Cuál sería tu hipótesis sobre la hipocresía en los discursos tanto de los gobernantes y de muchos militantes?
— Yo creo que los gobiernos, todos los gobiernos, lo que suelen ver y priorizan es la caja. Es decir, tienen una mirada cortoplacista de las regalías que pueden obtener y si le hacen mal a una comunidad lo ven como daños colaterales de ello. Obviamente eso no lo comparto. Igualmente, lo que más me llama la atención es el silencio de muchos militantes de izquierda, me sorprende que no vean que esto es una nueva etapa de lo que Eduardo Galeano hablaba en Las Venas Abiertas de América Latina. En ese sentido, no lo entiendo o no me entra en la cabeza como no están con el campo popular.
— En este sentido, ¿existe la necesidad de contar lo que en otros medios se silencia o se oculta? ¿Cómo asumís ese rol de comunicador?
— Con el tema particular de los medios de comunicación, en los últimos años se ha debatido mucho sobre su rol, y creo que ya sabemos lo que son y cómo trabajan los grandes medios. Está bueno seguir repitiéndolo, pero creo que se ha avanzado bastante con ese tema. Ahora, en lo que hay que avanzar es en el rol de los análisis y ya no sólo pensar si Clarín o Página/12 son “malos” sino que hay que apuntar a la sensibilidad de cada uno. Yo soy parte de los medios, trabajo en Página/12 desde el año 2003 y creo que cada uno tiene que hacerse cargo de lo que escribe. Nadie, ningún medio, te obliga a escribir algo que no querés. Hay periodistas que se ríen o se mofan porque las comunidades son fumigadas, y deberían hacerse cargo de esa posición, y hay colegas que en otros medios no hacen nada para poder visibilizar el tema. Creo que debemos ser honestos intelectualmente y contar lo que pasa.
«Muchos compañeros toman como referencia a Rodolfo Walsh, y creo que es algo bastante contradictorio porque si un medio importante dice que no a una nota, muchos bajan la cabeza y no escriben nada. Rodolfo Walsh escribió la Carta a las Juntas Militares que nadie se la iba a publicar, pero la hizo igual y se jugó la vida por eso.»
— Más allá de Página/12, ¿cómo es tu relación con los otros medios en los que trabajas cómo: la cooperativa de comunicación La Vaca, las radios comunitarias FM Kalewche (de Esquel) y FM La Tribu, el sitio Comunicación Ambiental, entre otros?
— Trabajo en bastantes lugares como colaborador, y en todos lo hago con el mismo profesionalismo. Es decir, me preparo de la misma forma para una nota en Página/12 como para la radio de Esquel. Mi relación con todos esos medios es bastante buena, en el sentido que lo más importante es que me permitan poder publicar. No obstante, me siento cómodo de estar tanto en Página/12 como en los otros sitios, a pesar de que muchos vean mal que siga trabajando en un medio comercial, yo creo todo lo contrario, que lo mejor es estar en ambos lados. Los grandes medios son justamente medios grandes para poder comunicar. Muchos compañeros toman como referencia a Rodolfo Walsh, y creo que es algo bastante contradictorio porque si un medio importante dice que no a una nota, muchos bajan la cabeza y no escriben nada. Rodolfo Walsh escribió la Carta a las Juntas Militares que nadie se la iba a publicar, pero la hizo igual y se jugó la vida por eso. Por eso creo que no hay que quedarse con los brazos cruzados y hay que buscar en todos lados. En este punto, más allá de los gobiernos, van a seguir avanzando todas las empresas extractivas y es importante que seamos más los colegas que abordemos estos temas y entendamos que la realidad es mucho más allá de la Avenida General Paz.
— En algún punto, lo siento como un mensaje a las nuevas generaciones de comunicadores y periodistas.
— Es importante saber que en ningún medio comercial vas a poder contar todo lo que querés, por eso hay que buscar alguna alternativa. Es una de las grandes carencias que hay en las facultades y academias de periodismo, porque nos tratan de formar para ser mano de obra barata de los medios comerciales. La función que deberíamos asumir es tratar de generar o encontrar las grietas para contar lo que está pasando. Uno tiene que insistir en seguir publicando lo que cree es una noticia y que es necesario contar.
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