El Museo del Humor organiza hasta el 31 de octubre una novedosa exposición en homenaje a los sesenta años de la primera publicación de Joaquín Lavado, mejor conocido como Quino, el humorista gráfico argentino creador de Mafalda, que cumple además medio siglo desde su primera aparición.
Pequeña, de tan solo seis años de edad, con su voluminoso cabello negro decorado por un moño, vestido abotonado, soquetes blancos y zapatos “Guillermina”, Mafalda cobró vida entre las hojas del semanario Primera Plana un 29 de septiembre de 1964, sin saber quizás que daría mucho de qué hablar. Amante de Los Beatles, enemiga de la sopa, cuestionadora de la guerra y defensora de la paz mundial, el personaje irrumpió en un momento histórico particular tanto nacional como mundial. En la Argentina, el golpe de estado al presidente Arturo Illia estaba en ciernes y desembocaría en la dictadura de Juan Carlos Onganía dos años después.
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En el otro hemisferio, las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética habían dado lugar a la Guerra Fría, el conflicto armado en Vietnam ya contaba con cinco años en su haber y los movimientos pacifistas estallaban frente a la violencia y la crueldad de una guerra sin sentido, exhibida en una cobertura televisiva de gran magnitud que dejó al descubierto numerosas violaciones contra los Derechos Humanos. La juventud apareció en el escenario público e hizo oír sus voces y sus ideales políticos en un ámbito donde la mujer también empezaba a jugar un rol diferenciado. Era un momento de nuevas libertades, sensibilidades, del impulso de valores que contrastaban en un entorno convulsionado.
En este contexto, surge Mafalda la pequeña que mezcla la inocencia y ternura típicas de todo niño con una fuerte dosis de conciencia social, que interpela a los adultos movida por una curiosidad sin límites y que les cuesta a sus padres más de un frasco de “Nervocalm”. De fuerte carácter, rebelde, precoz quizás para su edad, Mafalda plasma a través de las viñetas inquietudes que no tiene cualquier chico, pero que sin embargo no le quitan su ingenuidad y dulzura infantiles. Cuestiona la pobreza, la injusticia, la desigualdad social y el (des)orden mundial con planteos cargados de una esperanza utópica teñida de la amargura de lo cotidiano, opacada por las voces que le llegan del otro lado de su radio portátil y que la llevan a preocuparse constantemente por una crisis mundial que parecería no tener nunca fin. Pero Mafalda no está sola.
La acompañan Manolito, el pequeño comerciante a ultranza, el soñador y fanático del Llanero Solitario, Felipe y la tradicional Susanita, antítesis de Mafalda, que lejos de los planes y expectativas que la protagonista de la tira tiene para su propio futuro, se pasea por las calles soñando con un matrimonio e hijos perfectos y un status social acomodado. Y más tarde llegan el amante del jazz Miguelito, el simpático Guille y la revolucionaria Libertad.
Mafalda tuvo un éxito sin precedentes. Antes de su aparición oficial, la idea había surgido como una campaña publicitaria fallida para una empresa de electrodomésticos, pero se transformó en mucho más. Se convirtió en la tira cómica más leída en Latinoamérica, fue traducida a veintiséis idiomas y recorrió el planeta. De Primera Plana, el personaje se mudó a El Mundo y se despidió finalmente el 25 de junio de 1973 desde las páginas de Siete Días, casi diez años después de su nacimiento, cuando Quino comprendió que la serie ya estaba agotada y que lo mejor era dejar ir a los personajes para no repetirse. Sin embargo, Mafalda estuvo muy lejos de desaparecer. Tuvo un profundo impacto durante al menos tres generaciones de lectores encantados por el humor, pero también por la capacidad de tratar temáticas de gran relevancia social que se han tornado atemporales. La caricatura ha sido utilizada incluso para múltiples campañas de concientización de UNICEF, la Cruz Roja Española y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina.
Y es que Mafalda resiste el tiempo y el espacio, es un personaje que llegó a despegarse de la pluma de su autor para ser prácticamente independiente, una creación que existe más allá de los papeles de cualquier diario o revista, que tiene incluso su propio rincón en la calle Chile, esquina Defensa, en el barrio porteño de San Telmo. Posee esa mirada fresca de la juventud que lleva a los adultos a cuestionarse a sí mismos sobre su vida, sus principios y la cotidianeidad acostumbrada, que muchas veces suele caer en lo absurdo y en lo ridículo, enterrada bajo las hipocresías de la burocracia, las instituciones y el orden establecido al que pareceríamos encontrarnos atados.
Pero Quino posee una obra que se extiende más allá del planeta Mafalda, comprendida en más de veinte títulos publicados y que no debe dejarse de lado. Hijo de inmigrantes españoles, el dibujante creció en una familia politizada, marcada por la Guerra Civil Española y el avance del fascismo en Europa. Así, las ideas sobre la represión, la censura, la discriminación y las relaciones de poder se ilustran en las ironías de sus caricaturas, con un humor algo cínico, por momentos ácido e incisivo, que cuestiona y hasta ridiculiza el sentido común. Su trabajo permite reflexionar sobre temáticas que funcionan como los fundamentos mismos de la sociedad y es, en definitiva, un pequeño aporte, “un grano de arena”, como mencionó alguna vez, para cambiar las cosas.
Quino por Mafalda, la muestra inaugurada en el Museo del Humor el pasado mes de junio recorre el trabajo del autor a lo largo de toda su carrera como dibujante y recrea su trayectoria articulando historietas, publicaciones originales, fotografías, libros y otros objetos alrededor de los ejes temáticos que inspiraron su obra: el mundo, la paz, la política, la religión, la sexualidad, la libertad, el poder y la muerte. Además, cuenta con un microcine en el que se proyectan una serie de tiras animadas de Mafalda y Quinoscopios, cortos animados dirigidos por Juan Padrón y basados en dibujos de Quino. Durante la exhibición se ofrece también un reportaje exclusivo al dibujante, que se complementa con los testimonios de los humoristas Juan Acosta, Sendra y Maicas y que es una producción original de la Dirección General de Museos-Equipo Audiovisual.
Museo del Humor
Dirección:Av. De los Italianos 851. Puerto Madero.
Horario: Lunes a viernes de 11 a 18 hs. Sábados y domingos de 10 a 20 hs. Feriados de 12 a 20 hs.
Entrada libre y gratuita.