Desde hace algunas semanas los medios se vienen llenando de personas famosas que se tiran encima baldazos de agua fría. El fenómeno del “Ice Bucket Challenge”, que causa furor alrededor del mundo y hace poco llegó a la Argentina es, como nos informa Wikipedia, «una campaña publicitaria solidaria que busca más que nada generar un tipo de conciencia poniéndose en el lugar de las personas que padecen una enfermedad muy extraña llamada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA, o ALS por sus siglas en inglés), enfermedad degenerativa progresiva que ataca las neuronas motoras, haciendo que el cuerpo se sienta como si le tiraran una cubeta de agua fría”. Gracias Wiki.
El desafío del baldazo de agua fría hace tiempo que viene llenando minutos de televisión y espacio en las páginas de Internet, ya que resultó ser una idea exitosa. Empezaron copándose algunos famosos en Estados Unidos y la cosa se fue expandiendo. Es que resulta entretenido: ver gente famosa tirándose agua fría en la cabeza es algo más o menos gracioso (tampoco es para tanto, igual).
A esto hay que sumarle algo no menor, que es el tema de los desafíos. El Ice Bucket Challenge se pensó de tal forma que el famoso que cumplía el reto tenía que “desafiar” a otros famosos a que lo hagan también. Éstos, si no lo cumplían, “tenían” que donar dinero.
Sin duda acá hay un primer punto criticable: en teoría, cada vez que vemos un famoso cumpliendo el desafío, vemos un famoso que se suma a la movida, pero que muy probablemente no done nada. Pero bueno, ya volveremos sobre esto.
De todos modos, la ALS Association (la organización que se encarga de la asistencia, el cuidado y la protección de las personas que padecen esta enfermedad) ha logrado que la gente conozca la enfermedad y hable del tema, además de que logró el objetivo principal: las donaciones en todo el mundo fueron de millones. En definitiva: sin duda que fue exitosa.
Sin embargo, es difícil ver el fenómeno y no pensar un poquito en la frivolidad que lo rodea. Pensémoslo en el ámbito local, que es lo que tenemos más cerca. Las noticias de los baldazos no han pasado nunca de ser notas comunes y corrientes en las secciones de espectáculos, deportes o política (dependiendo del ámbito del que sea el famoso). Es que La Noticia (con mayúsculas) es saber qué famoso se tiró agua. Es cierto: las notas dicen un poco de qué se trata el desafío, o por lo menos nombran la enfermedad, pero esto es absolutamente secundario.
Se podrá decir que los famosos que se sumaron al desafío pusieron un poco para que la campaña tenga éxito, que desde su lugar aportaron a la causa y ayudaron a los enfermos. Y vamos a ser claros: muy probablemente esto sea cierto.
Pero tampoco hay que ser necios. La campaña tuvo éxito porque desde sus inicios estaba pensada como una campaña frívola, y el mundo en el que vivimos es entre otras cosas un lugar frívolo. Si se quiere hacer una ayuda real a las personas que padecen una enfermedad se dona algo, o plata o tiempo. El error es creer que por tirarnos un balde de agua fría en la cabeza estamos haciendo del mundo un lugar mejor.
Más aún, hay algo que está bastante claro: los famosos que se tiraron agua tuvieron un claro beneficio, salieron en las noticias. Es más, probablemente la mayoría de los que lo hicieron tuvieron ese punto como motivo principal
La idea que quiero expresar es un poco antipática, y si se quiere, errónea. Porque como diría Perón, “la única verdad es la realidad”, y la realidad es que las donaciones aumentaron y el tema se visibilizó bastante. El problema, creo yo, está en la percepción de la solidaridad propia y ajena. Las acciones solidarias tienen un beneficio para el que las hace: pero ese beneficio es algo muy íntimo, es el placer y el orgullo propio de saber que uno ayudó a otros. Tenemos que tener bien claro que De Narváez, Maradona, Susana Giménez o el que sea no sólo hizo algo bastante boludo, sino que lo hizo público. Y reitero, si uno ayuda (pongámosle que con el baldazo ayudaron) y dice “yo ayudé”, la acción está vaciada de valor.
Entonces, el problema de la campaña es filosófico y está desde el principio. No se debería hacer una campaña que muestre que la gente ayuda, porque si la gente muestra que ayuda, esa ayuda es solo mostrar, es sólo espectáculo. Y si encima consiste en tirarse agua encima, mucho peor.
En definitiva, quiero que quede claro que me parece excelente que la gente done y que ayude. Y también que quede claro que sé que lo importante es que los que tengan alguna enfermedad estén mejor, algo que probablemente se dé en este caso.
El problema es que, como pasa con casi todo, ya hasta la solidaridad es un acto de marketing, ya hasta las buenas acciones se han transformado en algo frívolo y vacío.
Por lo menos tengámoslo en cuenta.