Tal vez uno de los cambios más importantes en la comunicación en los últimos años sea la superpoblación de hashtags. Twitter, la famosa red social que surgió en el 2006, fue de a poco imponiendo esta práctica tan extraña, que nos está colonizando de a poco a todos.
¿Cómo es esto? Para empezar, hay que decirlo: la idea del hashtag es bastante buena. Anteponer el signo numeral a cualquier palabra o frase, hace que éstas se transformen en un hipervínculo. Como informa nuestra siempre útil Wikipedia, esta idea simple pero poderosa surgió de “Chris Messina, trabajador de Google, [quien] decidió en el 2007 implementar una forma de relacionar directamente los mensajes de los usuarios de Twitter eligió usar este carácter”. Sin embargo, fue un tal Nate Ritter, residente de San Diego, el primer usuario en implementarlo. Ritter creó el hashtag #sandiegofire, para referirse en sus mensajes a los incendios forestales que se dieron en California en octubre de 2007. De este modo, empezaba a verse lo útil que resultaban estos hipervínculos para una red como Twitter: accediendo a los hashtags, se podía ver todo lo que se estaba diciendo sobre algo al instante. Y en un mundo como el actual, donde pareciera que todos necesitamos tener toda la información al instante, la idea estaba destinada a ser un éxito.
Y fue un éxito nomás. Hoy tenemos hashtags por todos lados. Ahora, lo más llamativo, lo más extraño de todo, es que las frases con el numeral adelante han salido fuera de Twitter. Así es: aquello que creaba un hipervínculo en el soporte digital de la red social, ahora aparece también en papeles, telas, carteles, etc, etc, etc. Es un fenómeno loco, si uno lo piensa: es imposible crear un hipervínculo en un papel, y sin embargo, las palabras parecen acompañadas cada vez más de ese bendito ta-te-ti torcido.
La cultura posmoderna, además de ser muchas cosas, ya es la “cultura hashtag”. El uso del numeral es realmente muy amplio. Hay desde campañas publicitarias que quieren ser cool, hasta el #yoapoyolacarpavillera, en relación al reclamo de urbanización que se lleva adelante en el Obelisco, o las mismas campañas de los partidos, tanto de izquierda como de derecha.
Lo entiendo: si se promociona el hashtag en un papel, la búsqueda es que las personas entren a él, hagan mensajes utilizándolo, conozcan la causa y aporten a ella, lo que sea. Pero ojo. Creo que nunca es bueno que una forma de escribir que es propia a un soporte traspase sus límites y empieza a colonizar otros medios. Así como no se puede escribir un trabajo serio como uno escribe en el chat de facebook, tampoco está bueno que los hashtags nos sobrepasen.
Además, la lógica Twitter tiene algunas cosas bastante discutibles, por lo que tenemos que tener algunos recaudos si vamos a dejar que se introduzca en nuestras vidas. En la red social del pajarito, todo es corto, todo es superficial, y todo tiene el mismo peso. Cada tuit, trate de lo que trate, es eso: un tuit. Y con cada hashtag pasa lo mismo. Cuestiones tales como #bringbackourgirls (la campaña de pedido de liberación de las jóvenes secuestradas en Nigeria) o #selfie (que suele acompañar las autofotos de los usuarios) no deberían tener nada en común. Sin embargo, para el mundo Twitter son lo mismo: un hashtag. Por eso, seamos cautos. Que Twitter sea una red social y nada más. Si no, vamos empezar a igualarlo todo. Y todo va a terminar valiendo lo mismo.