El fútbol argentino preocupa. Claro, con esto no estoy diciendo nada nuevo. Hace tiempo empezamos a preocuparnos por la violencia y desgraciadamente nos fuimos acostumbrando a que los barrabravas protagonicen (con frecuencia) noticias en los suplementos deportivos. La costumbre de ir a la cancha en familia comenzó a correr peligro y la pobre “solución” de la AFA y de los organismos de seguridad fue prohibirle el ingreso a los estadios a los hinchas visitantes. El detalle es que evidentemente se olvidaron de que muchos de los conflictos son internas entre barras de un mismo club, pero esa parece ser otra historia. Eso sí, para el trascendental partido desempate por el descenso entre Rafaela y Colón se vendieron entradas para ambas parcialidades, y lo mismo ocurrió con la famosa ‘superfinal’ disputada entre River y San Lorenzo. Entonces: ¿En qué quedamos? La misma AFA de siempre, con las contradicciones de siempre.
Ahora bien, no hay dudas de que la violencia es lo más grave (y lo que exige una inmediata respuesta), pero no es lo único que llama la atención. También preocupa el triste nivel del fútbol argentino que, a pesar de ser parejo, es cada día más opaco y deslucido. Clubes repletos de deudas, carencia de proyectos a largo plazo y malos manejos políticos son tan sólo algunas de las causas de la crisis estructural que padece el deporte más popular del país. El fútbol argentino necesita cambiar. ¿Pero cómo hacerlo si las propuestas que nacen en la AFA son absurdas?
Ya se cerró la temporada 2013/2014 y supuestamente se viene el torneo de 30 equipos que a esta altura parece ser un asunto oficial. Digo supuestamente porque durante la transmisión del partido entre Talleres de Córdoba y Huracán se volvió a mencionar la posibilidad de que el nuevo formato sea de 36 equipos en vez de 30, rumor que ya había circulado anteriormente. Es decir, que en el próximo semestre del 2014 nos encontraríamos, en teoría, con un torneo corto en el cual no habría descensos en Primera División y con un mínimo de 10 ascensos (que podrían llegar a ser 16) en el torneo Nacional B. En la segunda categoría, se formarían dos zonas de 11 en las cuales se jugaría ida y vuelta entre los equipos de cada una, logrando el ascenso los primeros 5 de las mismas. A los equipos del Nacional B que no obtengan el ascenso se les sumarían 4 equipos de la ‘B’ Metropolitana y otros 4 del Argentino ‘A’, aunque todavía no está del todo claro cómo sería la reestructuración de todas las categorías del ascenso. ¿Qué ocurriría después? (Nótese que, por más que quisiera, no me animo a hablar con certeza, porque este circo no me lo creo hasta que no lo vea con mis propios ojos). Ya con los 30 equipos en primera división, en el año 2015 comenzaría a rodar el nuevo campeonato que aún no deja de sorprenderme por sus particularidades. Se jugaría una sola rueda y las localías se invertirían para el año siguiente, aunque quizás no pensaron en el detalle de que de un año a otro habría ascensos y descensos. Dicho sea de paso, los descensos seguirían definiéndose por la modalidad de los promedios y serían solamente 2 para “quitarle dramatismo” al hecho de perder la categoría. ¿Estoy loco si digo que en los últimos años la pelea de abajo es lo más emocionante que tenemos en nuestro fútbol? ¿No es absurdo pasar de 3 descensos en un torneo de 20 equipos a 2 en uno de 30?
Pero esto no es todo, atención, y retomamos la discusión sobre la violencia en las canchas: el nuevo torneo propone jugar una fecha extra entre los ‘clásicos’. Imagínenselo por un instante. Todos los clásicos del fútbol argentino jugándose en la misma fecha, con toda la policía (que lamentablemente no es garantía de nada) abocada en los operativos de esos partidos que son considerados como ‘de riesgo’ por la AFA y los organismos de seguridad. Por otra parte, no puedo dejar de resaltar lo ridículo que me resulta pensar que cada equipo jugaría una vez contra todos, pero dos veces contra uno determinado. Y finalmente, para rematar semejante genialidad, a los equipos que carezcan de un clásico rival en la máxima categoría, se les asignaría uno por cercanía geográfica. ¡Un aplauso para esta organización!
Para la clasificación a la Copa Libertadores se tomarían en cuenta a los mejores 3 equipos de la temporada, al campeón de la Copa Argentina y al equipo argentino que llegue más lejos en la Copa Sudamericana 2015. Mientras tanto, los 6 pasajes para la Copa Sudamericana 2016 se obtendrían a través del campeón de la Supercopa Argentina (partido disputado entre el campeón de la Copa Argentina y el torneo local) o por medio de una serie de partidos de ida y vuelta disputados por los equipos que finalicen entre el 4º y el 23º puesto del torneo.
Realmente me cuesta entender cómo resulta tan difícil tomar el ejemplo de las ligas más importantes del mundo. Torneo largo, ida y vuelta, un campeón. Los mejores a las copas y los últimos al descenso, es muy simple la ecuación. Pero esto parece ser impracticable en nuestro país y una de las excusas que yo he oído es que ‘temen’ que sólo 2 o 3 equipos peleen por el campeonato como sucede, por ejemplo, en España. Basta con ver las tablas generales de la temporada local para notar que la paridad del fútbol argentino no varía de acuerdo a si el torneo es corto o largo.
Durante el torneo final 2014, Colón de Santa Fe era puntero y peleaba al mismo tiempo el descenso (terminó perdiendo la categoría) y lo mismo está ocurriendo con Gimnasia de Jujuy que, a base de buenos resultados en el Nacional B, llegó a tener chances de ascenso hace unas fechas y paradójicamente hoy sigue luchando por no descender. Otro caso similar es el de Defensores de Belgrano, recientemente descendido a la C, que logró entrar en el reducido para ascender al Nacional B, pero no pudo jugarlo porque al finalizar el campeonato su promedio indicaba que debía perder la categoría. ¿En qué cabeza entra que un equipo que se gana la chance del ascenso en una temporada descienda por otra anterior? Cierto es que probablemente estos equipos hayan merecido el descenso por alguna de sus dos temporadas previas, pero cómo explicar que cuando lograron cosas importantes (gracias a la vida ‘extra’ que les dieron los promedios) terminan perdiendo la categoría de todos modos. Estas incoherencias, entre otras tantas, pasan en el fútbol argentino y considero que debería ser prioridad replantearse estas cuestiones antes que el número de equipos que van a jugar o no en primera.
Hoy, con más incertidumbre que certezas, sólo nos queda disfrutar el mundial de Brasil (aunque estamos de acuerdo en que ya lo ganó la Verde-amarela, no?) mientras esperamos que se resuelva la ‘reestructuración’ del torneo local. De todos modos, y mal que me pese, me resulta difícil esperar que un cambio positivo provenga de los mismos dirigentes de siempre, encabezados por un tipo que se perpetuó durante 35 años en la presidencia de la Asociación del Fútbol Argentino. Para que el cambio sea real, tiene que comenzar puertas adentro. Pero esto, con la dinastía Grondona en el poder, parece estar lejos de ocurrir.